En los últimos años, Córdoba ha sido escenario de resonantes casos de estafas financieras que afectaron a mucha gente. Uno de los más destacados es el de Edgar Adhemar Bacchiani, propietario de Adhemar Capital SRL, acusado de defraudar a más de 50 personas mediante inversiones fraudulentas en criptomonedas. Tras admitir su responsabilidad, Bacchiani enfrenta una condena de nueve años de prisión.
Otra denuncia relevante involucra a la influencer Candela Salazar, joven cordobesa detenida por presuntas estafas relacionadas con inversiones en criptomonedas.
Se le adjudican hasta el momento 11 hechos en perjuicio de personas que le confiaron dinero para hacer “inversiones” con la promesa de obtener elevados rendimientos cada mes.
Las personas suelen caer en estafas financieras por varias razones. En primer lugar, la falta de educación financiera las hace más susceptibles a promesas de rentabilidad extraordinaria que luego no se cumplen, simplemente porque son imposibles.
Además, los esquemas fraudulentos suelen aprovecharse de la confianza social y del “efecto de arrastre”, en el que las personas invierten porque ven a otros hacerlo. La urgencia por mejorar la situación económica, la necesidad de ingresos rápidos y la persuasiva publicidad que presentan estas empresas también contribuyen a que muchas personas tomen decisiones sin evaluar adecuadamente los riesgos.
Estos incidentes ponen en evidencia la urgente necesidad de implementar programas de educación financiera en las escuelas. La falta de conocimientos en esta área deja a las personas vulnerables ante promesas de ganancias rápidas y esquemas fraudulentos.
Es necesario proporcionar a la gente herramientas para evaluar riesgos y tomar decisiones informadas, que reduzcan la probabilidad de caer en ese tipo de trampas.
De todos modos, la implementación de la educación financiera en las escuelas no está exenta de polémicas. Algunas críticas señalan que introducir estos contenidos podría derivar en un adoctrinamiento económico que favorezca ciertos modelos financieros sobre otros. O que es responsabilidad de las familias y no del Estado enseñar estos conceptos. También se discute quién debe diseñar los programas educativos. ¿Serán las entidades bancarias, los gobiernos o expertos independientes?
Pero, a pesar de estas controversias, la realidad demuestra que la falta de conocimientos financieros tiene consecuencias graves en la vida de las personas. Por ello, es fundamental avanzar en una educación financiera equilibrada, objetiva y libre de intereses particulares.
No sólo ayudaría a prevenir fraudes, sino que también fomentaría una cultura del ahorro, el consumo responsable y la inversión segura. Además, permitiría entender conceptos clave, como la inflación y la importancia de planificar un futuro económico. Algo que nuestro país ha olvidado hace tiempo.
Para evitar ser víctima de estafas piramidales, expertos recomiendan desconfiar de promesas de altas rentabilidades con bajo riesgo, verificar la legalidad de la entidad que ofrece estas alternativas, evitar la presión para reclutar nuevos inversores, o consultar fuentes oficiales y expertas antes de invertir.
En síntesis, la implementación de la educación financiera desde temprana edad es fundamental para formar una ciudadanía capaz de gestionar sus recursos de manera efectiva, protegerse contra fraudes financieros y construir una sociedad más informada y segura.