La reunión entre los presidentes Donald Trump y Javier Milei, ampliada con la participación de funcionarios y abierta a la audiencia global, fue un hecho inusual, sin antecedentes históricos y de alto impacto para nuestro país.
Las circunstancias en las que ese encuentro se produjo, las definiciones que allí se hicieron públicas y las vastas consecuencias que implican para el conjunto de la ciudadanía argentina requieren ser evaluadas con el máximo cuidado por la dirigencia política y social de nuestro país.
Al encuentro con la administración Trump concurrió la delegación argentina en el contexto de un agravamiento de las condiciones materiales, reflejadas por ahora en la volatilidad de los mercados financieros, en el estancamiento de la actividad económica y en expectativas negativas para la evolución de los ingresos.
Desde el anuncio de un auxilio financiero directo del gobierno de los Estados Unidos, y tras una intervención incipiente pero inédita del Tesoro norteamericano para fortalecer el peso argentino, las expectativas que se habían abierto para la reunión entre los presidentes Trump y Milei se centraban en las condiciones operativas, económicas y diplomáticas para que esa asistencia se concrete.
El propio presidente norteamericano imprimió un giro político a las gestiones en curso, al apoyar con énfasis las perspectivas electorales del partido gobernante en Argentina y, al mismo tiempo, condicionar el auxilio financiero a un triunfo de los candidatos del presidente Milei en las próximas elecciones.
Esta novedad sincera una realidad que interpela al conjunto de la dirigencia argentina y a la sociedad que representa: el alto grado de imprevisibilidad que implica depender de señales de último momento, de un presidente de Estados Unidos o de cualquier otro actor externo, para estabilizar una economía cuya gestión integral es responsabilidad primaria de los gobernantes elegidos en Argentina, los referentes de oposición elegidos para controlarlos y los ciudadanos que cada dos años sufragan para elegir a sus representantes.
La buena voluntad puesta de manifiesto por la actual administración norteamericana para con el actual Gobierno argentino puede estar fundada en una extensa serie de razones políticas, ideológicas y geoestratégicas. No puede suplir la gestión argentina de los problemas propios y la obligación de enfrentar, con razonabilidad compartida y compromiso genuino con el interés general, la construcción de soluciones justas, estables y permanentes para esos desafíos.
El debate político en nuestro país se desarrolla en estos días con alta intensidad, ante la inminencia de una instancia electoral. Pero cuando la dinámica de la competencia electoral deriva en confrontación entre facciones, sin responsabilizarse por el destino del conjunto, la consecuencia previsible es la exposición de esa fragilidad ante factores externos.
Es el gobierno del presidente Milei el que tiene la responsabilidad inicial inexcusable para instar a los consensos que restauren las condiciones de política interna tendientes a evitar esa debilidad expuesta.
Atañe a sus adversarios colaborar en lo que fuese razonablemente admisible para la consecución de ese fin. Y compromete al conjunto social la vigilancia atenta sobre esos comportamientos requeribles de sus autoridades electas.