Son muchas las causas por las que un ser humano puede contraer enfermedades consideradas crónicas, de tratamiento medicinal continuo, a veces de por vida. Como señalan los especialistas médicos, algunas afecciones de esas características son curables o se abriga la esperanza de mejorar la calidad de vida de los pacientes con base en tratamientos responsables y adecuados según los casos.
Hay, asimismo, patologías que llegan a provocar desórdenes gravísimos en el organismo. Es el doloroso tránsito al cáncer en sus diferentes tipos, un fenómeno que la ciencia médica no ha podido doblegar en siglos.
Sin embargo, las prevenciones individuales son vastamente conocidas, aunque no siempre forman parte de las agendas sanitarias urgentes de los gobernantes a escala mundial.
Veamos: una deficiente alimentación, el tabaquismo, el sedentarismo, el aire contaminado que respiramos en las grandes urbes, el agua de red de mala calidad (cuando hay agua de red), los agroquímicos en exceso y sin control que se arrojan en sembradíos de alimentos que después llegan para el consumo hogareño, y la pobreza estructural que limita el acceso a la atención médica de adultos y niños vulnerables, se pueden enumerar entre los factores que aumentan el riesgo de cáncer.
Por ello, se menciona con insistencia la necesidad de la prevención personal y de la responsabilidad del Estado en lo que le compete, sobre todo ante la pobreza que margina.
Recientemente, hay llamados de atención frente a los indicadores que se analizaron durante la última década en la provincia de Córdoba. Como informamos días atrás, se trata de un estudio cuyo resultado determinó que durante los últimos ocho años crecieron en Córdoba los casos de cáncer en menores de 50 años de edad.
La investigación, realizada por la Asociación de Oncólogos Clínicos y el Registro Provincial de Tumores, concluyó que los diagnósticos que más afectaron a esa franja etaria son los cánceres de mama, colon y recto.
En conjunto, no se debe soslayar la relevancia de la detección temprana sobre la enfermedad, lo cual lleva a despertar conciencia acerca de la necesidad de los controles médicos periódicos, aun en situaciones en las que no haya síntomas de las patologías más comunes.
Cambiar hábitos de vida y visitar al médico de cabecera por lo menos dos veces por año es lo aconsejado para detectar de manera precoz un tumor y agilizar los estudios y tratamientos oncológicos.
Los expertos coinciden en que no son pocos los pacientes que acuden al consultorio una vez que el tumor hizo metástasis y ya se presenta como un condicionante para controlarlo. No se trata de vivir con miedo, sino de tomar los recaudos pertinentes.
Vale mencionar la opinión de Alejandro Rubio, referente de la citada asociación. En mención al incremento de casos de cáncer, dijo: “Hay factores que la gente no puede manejar, como el aire que respira o el agua que toma. Pero hay otros que en la mayoría de los casos se podrían modificar. Las personas que tienen sus necesidades básicas resueltas, pueden aumentar actividad física, consumir más frutas y verduras”.
Hay que reaccionar antes de que sea tarde.