El Gobierno nacional exhibe con orgullo haber logrado superávit fiscal en noviembre último, lo que coloca el resultado en las cuentas oficiales por encima de la exigencia del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de las previsiones de inversores en la deuda argentina.
La diferencia entre ingresos y gastos corrientes alcanzó a $ 2,13 billones, que se redujo luego del pago de intereses de la deuda por más de $ 1,5 billones.
De tal modo, el resultado financiero, que se obtiene tras el superávit primario menos el pago de intereses de las obligaciones del Estado nacional, ronda 1,7 puntos del producto interno bruto (PIB), levemente por encima de lo planteado en el acuerdo con el FMI.
Más allá de que diciembre pueda resultar un mes deficitario por el pago de sueldos y aguinaldos del sector público, el equipo de Javier Milei mantendrá por segundo año consecutivo el superávit en las cuentas públicas.
Este resultado no deja de ser elogiable, al tiempo que el ancla fiscal permite evitar la emisión de dinero y desencadenar una suba de precios.
El cumplimiento de este objetivo por parte del Gobierno fundamentó buena parte del triunfo electoral del 26 de octubre, ante el temor de la sociedad de retornar al pasado, con una inflación anual superior al 200%.
Ese temor, sin embargo, llevó implícito el pedido de la recuperación de una mayor actividad y de generación de fuentes de empleo.
Según la perspectiva oficialista, una mayor actividad y ocupación sobrevendrá en forma natural tras el equilibrio macroeconómico, aunque la sociedad espera una mayor agilidad en ese tipo de acción.
La pérdida de empleo, por los resultados deficitarios de las empresas, se convirtió en una de las mayores preocupaciones sociales.
La perspectiva de una reforma laboral que reduzca el costo salarial en las empresas podría desatar en lo inmediato una ola de despidos en las compañías, que luego podrían recomponer la planta de personal bajo los dictados de la nueva norma.
El otro desafío que afrontan los establecimientos locales es la fuerte competencia que plantea China, con una producción a otra escala y precios competitivos.
Los reclamos por ese desfase no son sólo locales: Alemania y Brasil, dos países con una gran capacidad de desarrollo, también atraviesan una situación de estrés en el entramado fabril.
El titular de Economía, Luis Caputo, explicó que el nuevo esquema de bandas cambiarias para el dólar –se ajustarán por la inflación del mes precedente– inaugurará “la etapa del crecimiento” de la economía argentina.
Así, el superávit fiscal, la no emisión de pesos y la estabilidad del dólar se convertirán en los pilares de la mejora macroeconómica, aunque sus impactos sobre una mayor actividad y una mejora en el empleo registrado no serán visibles en lo inmediato.
Esos logros conllevan que el crecimiento sea palpable en la microeconomía de las empresas y de las familias, para que el nuevo ordenamiento tenga un amplio respaldo social.
