Las tragedias viales en rutas de la provincia de Córdoba se incrementaron a niveles de espanto durante los últimos días. Una serie de episodios lamentables que, al mismo tiempo, renueva el debate sobre las posibles causas de esos siniestros que se cobran la vida de miles de personas por año en la Argentina y que dejan similares registros de heridos de extrema gravedad que, en muchos casos, quedan con secuelas físicas y psicológicas difíciles de revertir.
El pasado domingo, los cordobeses se anoticiaron del terrible choque frontal entre dos vehículos en la ruta provincial E-34, en las Altas Cumbres. Como consecuencia del impacto, cuatro personas murieron (tres mujeres y un hombre), en tanto que otras dos resultaron heridas, entre ellas, una criatura de 1 año.
Contabilizando esta desgracia, las crónicas dieron cuenta de 11 fallecidos en tan sólo dos días por choques en rutas de la provincia. Pero el panorama genera mayor preocupación aún cuando se computan algo más de 20 muertos por siniestros viales en Córdoba en lo que va de 2025.
Familias devastadas por un flagelo que no muestra signos de atenuación y que por lo general remite a las mismas desatenciones: imprudencia y transgresión a las normas de seguridad vial, entre ellas, contravenir de manera irracional los límites de velocidad máxima permitidos en rutas, en autopistas, en autovías y en calles y avenidas de zonas urbanas.
Se trata de una de las infracciones de mayor riesgo en la conducción de un vehículo automotor. A ello hay que agregar que, en no pocas tragedias al volante, los intrépidos automovilistas presentaban los efectos dañinos de una pavorosa ingesta de alcohol.
Con la velocidad en foco y en línea con profundizar los controles, la provincia de Córdoba analiza instalar en esos corredores un sistema de domos y de cámaras con radares que identifique a los transgresores, quienes serán pasibles de abultadas multas que se remitirán al titular del dominio a través del sitio Ciudadano Digital (Cidi) o vía WhatsApp.
Una acertada iniciativa que, sin embargo, debe ser acompañada por la toma de conciencia de quienes se sientan frente a un volante y se disponen a manejar durante horas, sin el descanso necesario.
Al volver sobre los accidentes trágicos de los últimos días, no se entiende cuál puede ser la impaciencia por llegar a destino en plena temporada de vacaciones, cuando, se supone, las personas pueden estar distendidas y disfrutar de cada viaje.
Es verdad que, como señalan especialistas en temas de contingencias viales, el verano y las vacaciones son por tradición un motivo de mayor congestión de tránsito en las rutas.
De ser así, la prevención es vital, como lo es atender las directivas de la Policía Caminera. Nadie puede desconocer que pasar a otro rodado en una zona demarcada con doble línea amarilla es un riesgo latente de choque de imprevisibles resultados.
La templanza al volante es un compromiso en aras de no engrosar las nóminas de muertes evitables.