Los siniestros viales en la provincia de Córdoba no dejan de sumar víctimas fatales y heridos de gravedad. Es el trágico resultado de choques entre vehículos de distinto porte, despistes seguidos de vuelcos, y por la irresponsabilidad llevada al extremo de quienes conducen alcoholizados o se involucran en las llamadas “picadas”, esas competencias al margen de toda legalidad y con destino incierto para ocasionales participantes y a veces también para terceros.
Las estadísticas globales sobre accidentes viales no difieren demasiado entre los períodos mensuales o anuales analizados, lo cual lleva a pensar que la prudencia y la conciencia necesarias para atenuar la secuencia de estas desgracias al volante siguen como una asignatura pendiente.
No por ello hay que bajar los brazos y resignarnos a una especie de naturalización de la siniestralidad vial. Compete a los organismos estatales y a la propia ciudadanía concientizar sobre los riesgos del manejo negligente y de la mala costumbre de infringir las normas, tanto en áreas urbanas como en rutas, autopistas y autovías, trazados estos donde es habitual que se vulneren los límites de velocidad permitidos.
Huelga señalar que poner el velocímetro a 160 o más kilómetros por hora deja fuera de control la reacción del conductor ante un peligro inminente.
Lo cierto es que los antecedentes más inmediatos contribuyen al escepticismo. Como informamos días atrás en función del relevamiento que realiza La Voz sobre esta problemática, durante el primer trimestre de 2025 se contabilizaron 90 fallecimientos por accidentes viales de distintas características. A ese conteo luctuoso hay que sumar los heridos de gravedad que quedan con secuelas físicas y psicológicas difíciles de sobrellevar.
Entre las citadas oscilaciones, el informe detalla que 2024 había sumado 74 víctimas fatales, algo menos que las 83 registradas en 2023. A los 90 fallecidos durante el primer trimestre de este año hay que sumar los siete muertos en accidentes que, hasta el pasado miércoles, ya se reportaban en abril.
Pero retomemos causas y consecuencias: las investigaciones policiales y judiciales abren sospechas sobre velocidades temerarias, maniobras imprudentes o por el hábito de conducir un vehículo luego de una generosa ingesta de bebidas alcohólicas.
Y vale una breve reseña de la pregunta sobre el asunto en cuestión: ¿en qué habrá quedado aquella interesante iniciativa del “conductor designado”? Es decir, que quien maneje no beba alcohol. Es de inferir que algunos la respetan. Pero las evidencias nos muestran que hay otros que, al cabo de una velada festiva, no califican en un control de alcoholemia.
En un mapeo general sobre esta situación, preocupa que el citado primer trimestre dejó en Córdoba 35 motociclistas muertos. Otro drama que amerita despertar la sensatez de conductores y de acompañantes sobre la obligación de transitar con el casco protector colocado, entre otras prevenciones.
El acatamiento a las reglas y la madurez de quienes se sientan frente al volante contribuirán a bajar las cifras de muertos que van quedando en el camino.