Han sido numerosos los intentos que se ensayaron en el tiempo para encontrar vías de solución a la disposición final de las miles de toneladas de residuos urbanos que se generan en la provincia de Córdoba.
Un círculo que parece no cerrar nunca, en función de dos cuestiones procedimentales clave: las recurrentes iniciativas fallidas de las autoridades de orden municipal y la escasa colaboración de los vecinos para vivir en ambientes limpios y sanos.
Es cierto que son numerosos los municipios y comunas de la provincia que van encaminando el sistema de la higiene sobre la base de iniciativas elaboradas con esfuerzo y también con inteligencia.
Una de ellas tiene que ver con la recolección diferenciada de los residuos sólidos y orgánicos, lo cual deriva en el proceso de recuperación de desechos en talleres debidamente adaptados y, por lo general, bajo la responsabilidad de cooperativas.
Sin embargo, la permanencia de basurales a cielo abierto o de microbasurales sigue siendo un problema de nunca acabar y un daño mayor para el medioambiente, sobre todo en las grandes urbes.
Por caso, un informe que publicamos días atrás pone en foco a la ciudad de Villa María en relación con las dificultades del municipio para erradicar los microbasurales. De hecho, son transgresiones atribuidas a grupos de vecinos desaprensivos.
Un funcionario de esa ciudad, cabecera del departamento General San Martín, refleja lo cotidiano. “Cuando terminamos la ronda, detectamos a los pocos días que se vuelven a generar los basurales”, lamenta Germán Tissera, subsecretario de Ambiente y Saneamiento de la Municipalidad.
Se podría inferir, entonces, que el inconveniente no estriba en la falta de limpieza, sino en la insistencia de mucha gente en hacer lo que no debe.
Villa María implementó hace un par de años un programa de erradicación de microbasurales. Lo auspicioso fue que en pocas semanas se logró limpiar 16 de los 30 espacios más críticos. Pero los inefables malos hábitos ganaron la pulseada: en cuestión de días, ya estaban llenos de mugre.
Hay un dato que no puede ser omitido: esa basura que no se maneja por los carriles reglamentarios suele terminar en lotes privados. Es decir, terrenos que no respetarían la obligación de resguardarlos de la acumulación de basura, ya sea por medio de un alambrado perimetral o por una pared de ladrillo, hasta que se defina su destino.
Vale la reiteración: los basurales ilegales no son sólo patrimonio de Villa María. Pero sin un control exhaustivo (que contemple sanciones a los incumplidores) y sin un compromiso ciudadano, no habrá remediaciones posibles.
El paisaje urbano y la calidad del medioambiente estarán en riesgo en tanto no se asuman las medidas en bien de acabar de una vez con estos desarreglos urbanos. Se quejan en Villa María de que, aún con la costosa instalación de contenedores en las calles, la insolidaridad de pocos contribuye a perjudicar a quienes honran las normas.
