La ciudad de Córdoba presenta frentes de contaminación de distinto origen. Pero los vertederos clandestinos ocupan desde hace décadas un lugar predominante en la escala de perjuicios ambientales.
En paralelo a la capital de la provincia, el fenómeno se expande, con similares consecuencias, en ciudades y parajes del Gran Córdoba, y en otros puntos de la provincia.
Los intentos de las administraciones municipales por erradicar de manera definitiva esos depósitos de basura a cielo abierto han resultado infructuosos. A veces por una gestión errática, pero también por la inconsciencia y la mala conducta de quienes utilizan cualquier predio para arrojar todo tipo de desechos.
En ese contexto, es válido el razonamiento de que la política ambiental no es atributo exclusivo de una administración pública, sino de toda la sociedad. Cada uno con sus responsabilidades.
Pero recurrir a los “servicios” de un recolector marginal para trasladar escombros, objetos en desuso o restos de poda a un vertedero a cielo abierto es reprochable y causal de una sanción dineraria, según lo establecido en la Capital por el Código de Convivencia Ciudadana.
Con el fin de examinar la problemática y sus consecuencias nocivas para la salud pública y para el ambiente, bien vale detenerse en el estudio académico realizado por el ingeniero civil Santiago María Reyna, que fue motivo de un informe que publicamos días atrás.
El diagnóstico que resulta de la investigación debe llamar a la reflexión pública, pues advierte sobre una amplia gama de fenómenos adversos que exceden a los insalubres vertederos.
“La ubicación de Córdoba en una zona semiárida, junto con las características de su relieve, dificultan la dispersión de contaminantes y favorecen la concentración de agentes nocivos en sectores urbanos”, plantea el profesional. Eso significa que las características climáticas y geográficas de la ciudad la vuelven más susceptible a las diversas fuentes que polucionan el aire que respiramos.
En ese sentido, una parte importante de la contaminación atmosférica en las grandes urbes –y Córdoba es una de ellas– son los gases tóxicos de miles de vehículos motorizados que todavía están lejos de ser amigables con el ambiente.
El estudio de Reyna incluso encuadra los incendios forestales como parte del problema ecológico, en referencia a la dispersión aérea de partículas quemadas que el viento lleva a zonas urbanas, con el consiguiente riesgo, dado sus efectos perjudiciales para la salud de las personas.
En el caso específico de los vertederos, debe remarcarse, una vez más, que a la par de ser depósitos de basura y de potenciar la sensación de abandono, se trata de gigantescos nidos de insectos y de alimañas en modo de plagas. Es importante tenerlo en cuenta, sobre todo en tiempos en que las autoridades sanitarias recomiendan higienizar los hogares para evitar la reproducción del mosquito transmisor del dengue.
Como confirma el trabajo académico, una deficiente gestión de los residuos y de los basurales a cielo abierto conspira contra la salud pública y la calidad de vida.