Es posible que no tomemos muy en cuenta la cantidad significativa de datos personales que proporcionamos cada vez que efectuamos alguna operación comercial de menor cuantía, ya sea al abonar un producto de manera digital o presencial en una compra con tarjetas.
Ni que hablar de la información propia que queda cifrada en los soportes informáticos con los que nos movemos a diario, entre los que predominan los teléfonos inteligentes y las múltiples redes sociales.
Pero a la par de los estupendos progresos tecnológicos de las últimas décadas, fueron asomando las maniobras fraudulentas de los delincuentes digitales que, en función de sus acabados conocimientos en la materia, llegan a perpetrar todo tipo de delitos.
Entre estos inescrupulosos personajes, cobran relevancia los hackers, expertos en apoderarse en cuestión de minutos de archivos públicos y privados de enorme valor informativo y económico para las víctimas.
El delito hace rato que se metió en internet y debemos permanecer prevenidos. Nadie está exento de dejar algún dato al descubierto en sus dispositivos digitales, cuya sustracción puede costarle caro. O caer en el engaño artero de algún mensaje tentador que nos ofrece un negocio conveniente, que no es otra cosa que una tentativa de estafa.
Ya hace tiempo que el viejo “cuento del tío” se opera desde la más refinada tecnología.
Los antecedentes hablan por sí solos. Como informamos días atrás, las ciberestafas continuaron en expansión durante 2024. Sólo en la ciudad de Córdoba y en localidades del Gran Córdoba se registraron más de 1.100 denuncias de fraude a través de medios tecnológicos en sus variadas modalidades. Habrá que sumar a ellos los ilícitos que no se denuncian en la Policía o en sede judicial.
Las investigaciones son realizadas por la Fiscalía de Cibercrimen de la Justicia provincial, a cargo de Franco Pilnik Erramouspe. El investigador detalló los distintos modos en que los malvivientes engañan a sus víctimas. Son “profesionales” que reinventan métodos, de manera que los damnificados no puedan advertir que son estafados.
Aun en un contexto en que es muy compleja la persecución de estos infractores, el año pasado fueron detenidas numerosas personas acusadas de estas prácticas ilegales.
Y vale la reiteración: la prevención es la principal medida de seguridad que tienen a mano los usuarios, más allá del rol que le compete a la Justicia en vías de desbaratar a estas bandas.
Los métodos de engaño son cada vez más sofisticados y cualquiera puede caer en la trampa; desde una persona de escaso conocimiento del tema hasta alguien avezado en el uso de aplicaciones y de sitios de internet.
Por mencionar un caso, las estafas bancarias son recurrentes mediante argucias que revelan el grado de perfeccionamiento de estos criminales. No debe haber peor sensación de impotencia que la de alguien a quien le vaciaron su cuenta en una billetera digital o en un banco.
Es de utilidad que el Estado informe a la población para que no caiga en estos engaños, además de agilizar y mejorar los sistemas de seguridad.