Más de 700 vecinos de los barrios Alberdi, Villa Páez y Marechal, en la Capital provincial, participaron hace pocos días de un simulacro de ola de calor. Fue organizado por la Red Pueblo Alberdi, en articulación con distintas facultades de la Universidad Nacional de Córdoba, el Servicio Meteorológico Nacional, Defensa Civil y una red de organizaciones barriales, colegios y centros vecinales.
Durante varias horas, voluntarios y estudiantes recrearon escenarios críticos con pacientes desmayados, personas con fiebre, dolor de cabeza y pulso acelerado, mientras brigadas sanitarias se encargaban de trasladarlos a carpas de asistencia, puestos de hidratación y espacios de alivio térmico.
La magnitud del operativo fue notable: cuatro “zonas rojas” fueron establecidas en puntos estratégicos, con mapeo en tiempo real, cronometraje de acciones y coordinación desde un centro de comando.
Más de 200 estudiantes de Ciencias Médicas y paramédicos recorrieron calles y plazas para asistir a la gente, mientras que puestos de hidratación distribuyeron agua, protectores solares, abanicos y kits de enfriamiento. El ejercicio no sólo buscó entrenar respuestas rápidas, sino también educar a la población para reconocer síntomas y actuar a tiempo.
Este ensayo se enmarca en un contexto en que los fenómenos climáticos extremos ya no son excepciones aisladas, sino patrones cada vez más frecuentes. Según estudios de la UNC, la zona de Alberdi es una de las más calientes de Córdoba capital, lo que agrava la vulnerabilidad de su población. Las olas de calor son hoy recurrentes y más intensas, y generan riesgos concretos especialmente en adultos mayores, niños y personas con enfermedades crónicas.
El proyecto reúne un abanico amplio de actores, un cruce valioso porque conecta la investigación científica con la vida cotidiana de la comunidad. Como señalaron los especialistas, no basta con predecir estos eventos; es indispensable transferir conocimiento, entrenar respuestas colectivas y generar memoria social para que los barrios sepan cómo protegerse.
Sin embargo, la experiencia también abre un interrogante: ¿estamos planificando la ciudad que viene en clave de cambio climático? La respuesta todavía es preocupante. Más allá de campañas de concientización u operativos aislados, urge pensar mejor una estrategia integral para la infraestructura urbana, el arbolado, el diseño de plazas, la disposición de servicios de salud y hasta el transporte, en función de los nuevos riesgos climáticos.
El simulacro de Pueblo Alberdi demostró que la comunidad puede organizarse y responder, pero también puso en evidencia que sin un marco político y urbanístico acorde, los esfuerzos serán siempre parciales.
No se puede mirar para otro lado: Córdoba necesita un plan de adaptación climática que abarque todas sus políticas públicas, desde la planificación urbana hasta la gestión de la salud, pasando por la movilidad y el acceso a espacios verdes.
Las olas de calor son una realidad que ya nos afecta. El desafío es transformar lo aprendido en Alberdi en una hoja de ruta para diseñar urbes resilientes, donde cada decisión de gobierno se tome con la variable climática sobre la mesa. Lo contrario es condenar a los vecinos a enfrentar, desprotegidos, un futuro que ya empezó a golpear con fuerza.