Es evidente el desinterés del Estado argentino en promover y dar apoyo estratégico a la investigación científica en sus más variadas disciplinas. Incluso, con fuertes retracciones de fondos presupuestados con destino al desarrollo de los organismos estatales y privados comprometidos en proteger el medioambiente y la biodiversidad, maltratados por fenómenos naturales o por la insensibilidad humana.
El Gobierno nacional no es ajeno a estos retrocesos, en el marco de un ajuste fiscal con pocos precedentes, si bien es justo y atinado señalar que las anteriores administraciones poco hicieron en bien de involucrarse en los avances de la ciencia y de la tecnología en el mundo.
Por fortuna, prevalecen gestos y realidades opuestas a la displicencia de los dirigentes. Merecidos reconocimientos, como el que acaba de recibir la científica cordobesa Sandra Díaz, quien atesora múltiples galardones a escala nacional e internacional, sobre todo por sus investigaciones sobre el cambio climático y el desarrollo del concepto de biodiversidad y la ecología vegetal.
Sucede que Sandra Díaz acaba de ser incluida por la revista Time en su selecta nómina de las 100 personas más influyentes del mundo. En este caso, por sus estudios sobre la biodiversidad en el planeta que habitamos.
El listado de “líderes mundiales” incluye también al presidente argentino Javier Milei y a su par de Estados Unidos, Donald Trump.
Docente y doctorada en Ciencias Biológicas en la Universidad Nacional de Córdoba, Díaz vuelve a ser motivo de orgullo para los argentinos y, en particular, para los investigadores que llevan adelante sus conocimientos con las dificultades ya citadas en materia de acompañamiento del Estado.
Basta mencionar las recurrentes demandas de profesionales del Conicet, un organismo oficial donde la propia Sandra Díaz trabaja en un centro de investigación relacionado con el cambio climático.
No es la primera vez que su nombre aparece entre líderes a escala global. Como recordamos en la nota que publicamos sobre su distinción por la revista Time, en 2019 integró la lista de “las 10 personas que más importan en la ciencia del mundo”, en virtud de una publicación de la revista especializada Nature.
Son profusos los premios y los reconocimientos en el universo de la ciencia, lo cual debe ser un mensaje para una dirigencia política atrapada por otras urgencias que, vaya paradoja, no son precisamente las que atañen a los argentinos preocupados por la salud del planeta y la biodiversidad, afectadas por los incendios forestales y por desmontes ilegales en zonas protegidas por leyes y ordenanzas.
Vale insistir sobre la importancia de la investigación científica en tiempos de mutaciones fenomenales que, según propugnan muchos profesionales como Sandra Díaz, es menester explorar sin dilaciones.
La poda presupuestaria en este ámbito repercute en la baja propagación de proyectos y vuelve a propiciar una nueva “fuga de cerebros” en la Argentina.
La distinción a la científica cordobesa es un ejemplo para imitar y un mensaje al Estado para que revierta la desmotivación en el soporte a temas trascendentes.