La decisión de otorgar el Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado provocó un impacto internacional. La líder opositora venezolana fue reconocida por “su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo de Venezuela y por su lucha para lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”.
Así el Comité Noruego reconoce a una mujer que se convirtió en el símbolo más firme de la resistencia contra el régimen de Nicolás Maduro y, al mismo tiempo, en un recordatorio de que la libertad sigue siendo una conquista pendiente en su país.
Machado, de 58 años, nació en Caracas en el seno de una familia empresarial. Ingeniera industrial con especialización en finanzas, trabajó en el sector privado antes de involucrarse en organizaciones sociales y de veeduría electoral.
En 2010 fue elegida diputada de la Asamblea Nacional, desde donde mantuvo una postura frontal contra el chavismo. Fue una de las primeras dirigentes en calificar al gobierno de Maduro como una dictadura, y a lo largo de los años enfrentó ataques, persecuciones e inhabilitaciones.
Su papel cobró un valor decisivo en las elecciones presidenciales de julio de 2024. El gobierno le impidió participar. Ante esa exclusión, apoyó la candidatura del exdiplomático Edmundo González, con quien recorrió el país y logró movilizar multitudes.
Tras los comicios, la oposición presentó pruebas que mostraban que González había ganado la elección con una amplia mayoría, respaldadas por el 85% de las actas de votación. Sin embargo, el Consejo Nacional Electoral, controlado por el oficialismo, desconoció los resultados y proclamó vencedor a Maduro sin ofrecer evidencias.
Desde entonces, Machado vive en la clandestinidad dentro de Venezuela, mientras González está exiliado en Madrid. El Comité Noruego destacó ese coraje: permanecer en el país pese a las amenazas, negarse a callar frente al autoritarismo y representar una esperanza para millones de venezolanos.
Este premio trasciende la figura de Machado y se convierte en una denuncia global contra el régimen chavista. Reconfirma que Venezuela dejó de ser una democracia funcional. Las elecciones se transformaron en rituales sin transparencia, el Poder Judicial responde al Ejecutivo, los medios críticos fueron silenciados y los opositores sufren cárcel, exilio o persecución.
La dimensión humana de esta tragedia se refleja en los millones de venezolanos que debieron abandonar su país. Según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, más de 7,7 millones de personas emigraron de Venezuela en la última década: un testimonio doloroso del colapso de un Estado.
Este Nobel también debe interpretarse como una llamada de atención a gobiernos y movimientos que justifican, por simpatías ideológicas, la represión en Venezuela.
Ninguna causa política puede legitimar la pérdida de libertades ni la violencia estatal contra los ciudadanos. Callar ante los atropellos del chavismo, o relativizar sus abusos bajo el pretexto de la soberanía nacional, equivale a ser cómplice de la injusticia.
El reconocimiento a María Corina Machado es, en definitiva, un homenaje al pueblo venezolano.