Nadie parece estar a salvo de ser alcanzado por la violencia social que se ha instalado sin visos de reversión en los distintos ámbitos de la convivencia cotidiana. La calle es hostil, se podría inferir en un plano general, pero hay puntos precisos que suelen alcanzar mayor grado de preocupación de los poderes gobernantes y de repercusión en la opinión pública. Uno de ellos es la violencia en las escuelas, tanto de gestión estatal como del ámbito privado.
A la falta de un esquema de seguridad que ponga freno a la escalada de robos perpetrados en los institutos educativos, se suman otros factores de orden interno que tienen su origen en la ríspida convivencia de los alumnos en las aulas y en horas de recreo. Un fenómeno que ha encendido luces de preocupación en los cuerpos directivos docentes, en los funcionarios de las áreas de Educación y, de hecho, en los propios estudiantes.
Como dimos cuenta en un informe que publicamos días atrás, los principales problemas que aquejan a los jóvenes (y que seguramente repercuten de manera negativa en los niveles de aprendizaje) son la discriminación, la falta de respeto en el marco de las relaciones y, como derivación de ello, la escasa contención familiar que transmiten muchos alumnos.
Como referimos en el citado informe, y en función de la reiteración de estos episodios que contaminan la buena convivencia escolar, 170 alumnos de 24 escuelas públicas y privadas de la ciudad de Córdoba encararon un trabajo grupal, en el marco de un programa organizado por el movimiento Scholas Ocurrentes. Una iniciativa a todas luces valorable, que intenta sosegar la virulencia física y verbal (además de la discriminatoria) que se ha instalado en la mayoría de los establecimientos.
Como bien señalan los autores de esta noble iniciativa, el programa pretende “acercar a los estudiantes de los últimos niveles del secundario a su realidad más próxima, a través de un esquema que rescate la importancia de la participación y del compromiso social, cívico y político”.
Un emprendimiento que debe ser escuchado y despertar el involucramiento de los estamentos oficiales, muchas veces ajenos a los avatares que viven miles de chicos y chicas que cargan con la disociación que hunde a la sociedad en su conjunto.
Scholas Ocurrentes es una organización internacional refrendada y establecida por el papa Francisco en agosto de 2013. Es un llamado a los jóvenes a embanderar y difundir la cultura del entendimiento en aras de una educación que se encamine por las relaciones cordiales.
Días atrás analizamos en esta columna la problemática educativa anclada en la escalada delictiva que se ensaña con los colegios. La conclusión estriba en que la turbulencia social entró a la escuela y que las autoridades no pueden permanecer ajenas ante un contexto para nada auspicioso.
No basta con la encomiable iniciativa de los jóvenes por serenar el diálogo. El Estado también debe comprometerse, tanto en las cuestiones áulicas como en la inseguridad que no da respiro.
