En la segunda vuelta de 2015, el PJ cordobés que conducía José Manuel de la Sota declaró a sus votantes en “libertad de elección” entre Mauricio Macri y Daniel Scioli, pero el entonces gobernador y su sucesor, Juan Schiaretti, no dejaron nunca de criticar al candidato peronista y por lo bajo mandaron a votar al líder del PRO.
Fue la diferencia que obtuvo en Córdoba –dada la paridad que se registró en Buenos Aires– la que lo hizo presidente a Macri: sacó en esta provincia el 71,5% frente al 28,5 de Scioli.
El PJ que todavía conduce Schiaretti decretó ahora una “neutralidad” que el gobernador parece estar borrando con el codo. El viernes usó durísimos términos para adjudicar a Sergio Massa el avance del proceso de juicio político contra dos vocales de la Corte Suprema de Justicia. Ayer su principal vocero, el diputado Carlos Gutiérrez, salió a cruzar a “la fórmula kirchnerista” por antirrepublicana, y además dijo que tienen “una visión feudal y autocrática”.
En las últimas 48 horas, mientras Massa y Milei refuerzan su asedio sobre Córdoba, el schiarettismo parece haber empezado a jugar otro partido, abiertamente en contra del candidato de Unión por la Patria.
Hay centenares de intendentes, legisladores y dirigentes peronistas de toda la provincia totalmente desconcertados: muchos tenían el visto bueno de Martín Llaryora para trabajar sin aspavientos en favor de Massa y ahora tienen claro que Schiaretti les está dando la señal contraria.
Hay lecturas de todo tipo. La mayoritaria es que el gobernador saliente regresó a la senda de 2015 y que su vieja relación con Mauricio Macri –que hoy oficia de principal armador de Milei y por momentos llegó a ocupar el lugar central– volvió a pesar tanto como entonces.
Una segunda interpretación ensancha el margen de dudas. Las críticas de Schiaretti y Gutiérrez contra Massa apuntan principalmente a su vinculación con el kirchnerismo. Hay quienes perciben un último intento de Schiaretti para que Massa ofrezca alguna garantía de ruptura con el kirchnerismo luego del 10 de diciembre. Que ayer Roberto Lavagna –cercano a Massa– se sumara a las críticas de Schiaretti por el juicio a la Corte es un dato que se condice con esa interpretación.
Hay otra lectura mucho más pragmática. Es la que indica que el schiarettismo, antes como ahora, no conduce a sus votantes sino que sistemáticamente es conducido por las encuestas. Que ninguna idea política es más importante para el cordobesismo que ir para el lado de las preferencias de la mayoría, y hoy todas las mediciones que se realizan en Córdoba marcan una diferencia de casi 40 puntos en favor de Milei dentro de los límites de la provincia. Schiaretti no parece dispuesto a que su último acto político sea desafiar a sus votantes.
Menos cuando Luis Juez, que lee las mismas encuestas, muy rápidamente salió a posicionarse en favor del libertario para capitanear localmente a esos electores de Milei, a contramano de la postura de la UCR y de buena parte del PRO, que en Córdoba defienden la neutralidad, mientras admiten que la dirigencia nacional opere en favor de Massa.
Schiaretti regresa el martes a Córdoba. Llaryora lo hará recién el sábado próximo. Daniel Passerini también partió al exterior. Ni el actual intendente de Córdoba ni su sucesor se moverán un paso de lo que indique Schiaretti: ambos reconocen todavía que desde el 10 de diciembre encabezarán el poder en Córdoba por el conocimiento que el schiarettismo adquirió de ese particular electorado cordobés.
Desde lejos no se ve
Schiaretti y Llaryora le están sacando el jugo a la distancia. No sólo se borraron del mapa cordobés para eludir el asedio político de los contendientes nacionales. También aprovecharon para estar ausentes a la hora de varias de las decisiones más polémicas del corto mes que les queda a ambos en el poder provincial y municipal respectivamente.
Es sugestiva la cantidad de novedades que depararon ambas administraciones en los últimos días. Casi dos años después de una aprobación con escándalo y justo cuando las apuestas digitales de adolescentes encienden alarmas entre los docentes de buena parte de los colegios secundarios de la provincia, la Lotería avisó que el tras el balotaje comenzará a operar en Córdoba el juego online.
El negocio se repartirá en menos manos que las previstas: sólo cuatro grupos.
Llaryora también aprovechó la distancia para enviar al Concejo Deliberante una docena de convenios urbanísticos que permitirán loteos que por ordenanza no podrían realizarse en unas 380 hectáreas del ejido municipal.
El intendente y futuro gobernador había sido esquivo a esos acuerdo, luego de que la anterior administración de Ramón Mestre hiciera uso y abuso de ellos. Ahora no sólo firmó 12 en simultáneo sino que planean aprobarlos a las apuradas y sin debate el jueves próximo.
En el Tribunal de Cuentas de la Provincia, que desde el 10 de diciembre estará bajo control opositor, hubo un festival de concursos y ahora hay nombramientos contrarreloj en cargos jerárquicos.
En la Justicia provincial, hay especulaciones de todo tipo ante el inminente nombramiento de las autoridades del Ministerio Público de la Defensa.
Además, con cálculo y distancia, Llaryora logró imponer en los presupuestos 2024 un criterio inédito en Córdoba: la suba automática de impuestos. El Inmobiliario provincial y la tasa a la propiedad del municipio subirán al ritmo del promedio de los sueldos que mide el Indec.
El miércoles la Unicameral ya aprobó en primera lectura ese mecanismo y el Concejo lo hará esta semana. Es la primera vez que los cordobeses desconocen cuánto subirán los impuestos.
Schiaretti y Llaryora no sólo se alejaron miles de kilómetros del asedio de los contendientes nacionales. También buscaron distancia para otros menesteres.
