En su reciente discurso en la reunión de Davos, el presidente Javier Milei se refirió al wokismo como un enemigo. Lo etiquetó como un movimiento global anti-Occidente y sus valores de vida, libertad y propiedad, y con ese marco se refirió al femicidio y, también, a las diversidades.
Me voy a limitar en esta columna a la consideración del femicidio y al cupo para las personas trans. Ni uno ni otro son parte de un “sendero que conduce a la catástrofe”, como augura el Presidente.
Los femicidios y travesticidios integran el “camino rojo” de las víctimas de violencia. El rojo fue utilizado como un color significativo de la violencia por los zapatos de ese color que usaban quienes protestaban por las muertes impunes de trabajadoras violadas y asesinadas en Ciudad Juárez (México), que generó el primer precedente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos por la muerte violenta de mujeres por violencia de género, lo que es conocido como “Campo Algodonero”.
El sentido de los conceptos
El femicidio no es, como afirmó el Presidente, un delito más grave por la muerte de una mujer debido a que su vida vale más que la de un varón. El femicidio, además de eliminar a una mujer, es más grave porque se afecta un derecho propio del ideario aludido por el Presidente: la libertad. En este caso, el derecho a vivir una vida libre de violencias.
Por eso el femicidio es la muerte de una mujer por obra de un varón, que sucede en un contexto de violencia de género; es decir, la que se recibe violencia sólo por ser mujer. Fueron necesarias las convenciones sobre los derechos humanos de las mujeres, que tuvieron que decir expresamente esto y que la violencia era una forma de discriminación (desigualdad), porque estaban invisibilizadas dentro del ideario liberal pese a que este reconocía la libertad y la igualdad.
Este camino rojo está regado de los cuerpos de mujeres y personas trans víctimas de violencias. No sabemos cuántas hasta este siglo 21. Recién desde 2014 tenemos estadísticas oficiales, por iniciativa de la entonces jueza de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Elena Highton de Nolasco, a cargo de la Oficina de la Mujer (OM), creada por su colega Carmen Argibay.
Los datos recolectados desde 2014 hasta 2024 arrojan 2.446 víctimas directas de femicidio, un promedio de casi 245 por año y una víctima cada 35 horas.
¿Quiénes fueron estas víctimas? En 2023 (último período analizado), fueron 250 víctimas directas de femicidio. A las víctimas mujeres (246), predominantemente las mataron en un contexto de violencia doméstica (75%). Aunque se tiende a darla por sinónimo de la violencia de género, que incluye más casos que la doméstica, esta es su manifestación más frecuente.
En gran proporción la muerte ocurrió dentro de una vivienda convertida en un ámbito de desprotección, con prevalencia de un perpetrador varón pareja o expareja que usó armas o su fuerza física. El grupo más frecuente de mujeres víctimas eran jóvenes de entre 25 y 34 años. Muchas de las víctimas tenían hijos y personas a cargo (víctimas indirectas); 205 personas fueron registradas como tales.
Vulnerables
En un informe sobre los transfemicidios entre 2016/2021, es decir la muerte violenta de estas personas por razones de su género autopercibido, la OM registró como datos diferenciadores la falta de un vínculo con el perpetrador, el alto porcentaje del motivo de odio de género y la situación de prostitución de las víctimas, rasgos muy develadores de la vulnerabilidad de este grupo.
Las personas trans tienen grandes obstáculos para acceder al mercado del trabajo, tanto en el sector privado como en el público. El censo nacional 2022, en la población encuestada en viviendas particulares, reveló características particulares: menor accesibilidad a la propiedad de la vivienda que las mujeres y varones, menor cobertura de salud privada y menos accesibilidad a internet.
En el Poder Judicial de Córdoba, aunque se ingresa por concurso desde 1996, el dato de que ninguna persona trans rindiera es sumamente revelador de los obstáculos existentes, pese a la igualdad formal. Por ello se abrió un registro de postulantes travestis, transexuales y transgénero interesadas (acuerdo reglamentario nº 1.786/2022).
Las mujeres víctimas de femicidio, de transfemicidios-travesticidios y las personas transgénero pertenecen a sectores históricamente desventajados. Es puro y duro dato, lamentablemente. No es un discurso woke. Esta palabra, inexistente en el Diccionario RAE, tuvo origen en la discriminación racial y se extendió a la cuestión de género, incluida en forma extrema para la cancelación (ver: https://www.bbc.com/mundo/noticias-63465024, en 2022, sobre esta polémica en Estados Unidos).
También existe un discurso bro (apócope de “hermano” en inglés), que ha dado lugar a una radicalización de las masculinidades (ver: https://goo.su/NbZQh6).
Es innecesario insertarse en estas culturas cuando son tóxicas para deshumanizar la mirada sobre las muertes violentas de las mujeres y la discriminación contra las personas diversas.
* Vocal del TSJ de Córdoba; profesora Facultad de Derecho de la UNC; socia de Amja