El proceso de transformación económica que atraviesa el país puede compararse con el caso de la Alemania de posguerra, basado en políticas de austeridad, reducción del gasto público y apertura a los mercados internacionales.
El término de “milagro económico alemán” (Wirtschaftswunder, en germano) fue utilizado por primera vez en 1950 por el diario británico The Times, a poco más de un año de iniciadas las reformas.
Tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial, Alemania Federal se recuperó en tiempo récord gracias a un enfoque que permitió la inversión privada y redujo la intervención estatal. Ludwig Erhard, ministro de Economía entre 1949 y 1963, implementó las medidas que sentaron las bases del crecimiento con reformas fiscales que fomentaron la competitividad y la innovación.
En un contexto similar, Argentina, que aunque no afrontó una guerra mundial pero sí venía de un largo derrotero de decadencia económica y de caos inflacionario, también inició una reconstrucción. La economía está recuperándose a través de un modelo basado en la reducción del gasto, el respeto a las leyes del mercado y la creación de un entorno favorable para la inversión privada. ¿Por qué no podríamos hablar también del milagro argentino?
Al igual que Erhard en Alemania, Luis Caputo ha implementado un programa de austeridad fiscal con un objetivo claro: reducir el tamaño del Estado, eliminar los excesos de la intervención y restaurar la confianza.
En el caso alemán, el impacto de la austeridad fue profundo. Erhard recortó el gasto público del 30% del producto interno bruto (PIB) a menos del 25%, y esto permitió la consolidación de un sistema económico más eficiente y competitivo.
La medida de eliminar los subsidios a sectores ineficientes y la apertura al mercado fueron esenciales para ese proceso.
Caputo ha seguido ese camino. Los subsidios desmesurados a la energía y el transporte bajaron de manera drástica, base fundamental para que el gasto público pasara del 42% al 38% del PIB.
En 2024, el recorte de subsidios en sectores como la energía representó cerca del 6% del PIB, lo que ha ayudado a recuperar recursos esenciales para apuntalar la deuda pública y mejorar las reservas del Banco Central.
Este enfoque no sólo reduce la carga sobre las finanzas públicas, sino que promueve la eficiencia y la asignación de recursos de acuerdo con las necesidades reales del mercado.
Comparación de resultados
En la posguerra, Alemania experimentó un crecimiento cercano al 8% anual en la década de 1950, lo que superó rápidamente las expectativas de los analistas. El empleo se multiplicó y las industrias prosperaron sin la presión de regulaciones asfixiantes.
Argentina está siguiendo una ruta similar. El crecimiento proyectado para 2025 es de 5% del PIB según el Fondo Monetario Internacional, pero podría ser mayor. El descenso sostenido de la inflación es un hecho consolidado: cayó del 25% mensual en diciembre de 2023 a menos del 2,5% en noviembre pasado.
Este año se apunta a alcanzar el 1% mensual. El desempleo también ha disminuido y la proyección es que podría bajar a menos del 6% en 2025, lo que implicaría una recuperación sostenida en el mercado laboral.
La inversión privada fue un motor clave en la recuperación de la Alemania de la posguerra. Erhard entendió que sin la inversión extranjera y sin una apertura al mercado, las economías modernas no podrían sostenerse. En su estrategia, eliminó las barreras que frenaban el libre comercio y la inversión.
El mismo principio rige en el gobierno de Javier Milei. La apertura económica que promueve está atrayendo inversiones extranjeras en sectores estratégicos como la energía, la minería y la infraestructura.
La inversión en Vaca Muerta, que aumentó el 35% en 2024, refleja la creciente confianza de los inversores, además de haber recuperado el superávit en la balanza comercial. La inversión extranjera directa (IED) alcanzó los U$S 14 mil millones en 2024, una cifra que demuestra el cambio de expectativas.
Excesos de intervención
Uno de los mayores problemas que enfrentó la economía argentina fue el exceso de intervención política en sectores clave, como energía y transporte. Durante años, el Estado usó el control de los precios como una herramienta política, otorgando subsidios masivos a sectores que no lo necesitaban y distorsionando los precios. Esta intervención no sólo fue costosa, sino que también creó ineficiencias y distorsionó el funcionamiento de la economía.
Se creó un círculo vicioso de dependencia fiscal que, al cortarlo, no sólo propició el “déficit cero” sino también permitió que la oferta y demanda se rigieran por la competitividad y la eficiencia, lo que, a largo plazo, permitirá una reducción en los costos de producción y un aumento en la competitividad.
Caputo, tanto como Erhard, ha sido clave en la implementación de estas políticas de austeridad y liberalización. Con vasta experiencia en el sector financiero y una comprensión profunda de la economía global, fue el encargado de aplicar las reformas necesarias que hicieron bajar la inflación, el riesgo país y sanear las reservas internacionales.
Su capacidad para implementar políticas difíciles en tiempos de crisis demuestra su determinación y su enfoque pragmático. A pesar de la oposición de algunos sectores, Caputo mantiene el rumbo hacia una Argentina con menor intervención estatal y mayor apertura al mercado, consciente de que con estas reformas Argentina podrá lograr una prosperidad sostenida.
Sólo a través de la libre competencia, la reducción del intervencionismo estatal y la confianza en el mercado, es posible consolidar crecimiento y futuro, tal como lo demostró el milagro económico alemán y tal como Argentina podría estar construyendo el suyo.
* Project Manager de la Fundación Internacional Bases