Tres ficciones en las que Milei creía se derrumbaron. La primera: no existe la presidencia intermitente. Quien asume el cargo de presidente lo ejerce por defecto hasta cuando duerme. Milei puede postear en las redes sociales como economista, pero es inevitable que su voz siempre sea escuchada como la de un presidente.
Segunda ficción: aunque se desprecie al Estado, cuando alguien es jefe de Estado jamás podrá eludir la obligación fáctica de conducirlo. Puede percibirse como un topo destinado a destruir el Estado, pero si no reconoce los límites de esa metáfora, puede empezar a dañarlo desde la cabeza, y se perjudica a sí mismo.
Tercera ficción caída: en la Argentina, quien ocupa la jefatura del Estado está obligado a ejercer la conducción política del Estado. Si delega ese rol, licúa su poder. Nunca la calidad política de los entornos habla sólo de los entornos.
La corrosión del “triángulo de hierro”, que integran el Presidente, su hermana Karina y el asesor Santiago Caputo y en el que se apoya como referencia última el gobierno nacional, habla en primer término de la calidad política del liderazgo de Javier Milei.
Estas tres ficciones se esfumaron para el Presidente en el inicio caliente de un año electoral. A los espejismos, siempre los vence la realidad. Para Milei, ese choque con lo evidente ocurrió en la noche de San Valentín. Difundió entonces como presidente algo difícil de interpretar como otra cosa que una recomendación pública sobre el accionar de una empresa privada, usando una metodología que lo dejó expuesto en medio de una gran estafa.
Comenzó entonces una serie de peripecias que lo pusieron por primera vez en el dilema de tener que aceptar públicamente que actuó con ignorancia o de manera fraudulenta.
Ante un aluvión de denuncias, el fiscal federal Eduardo Taiano consideró que el rol desempeñado por el Presidente merece ser investigado. Existe también un pedido de investigación ante autoridades federales de los Estados Unidos. Hay personajes y vínculos opacos que deben ser transparentados.
El más notorio: Hayden Davies, un personaje extraño, que se presenta a sí mismo como responsable del emprendimiento críptico denominado $Libra y manifiesta ser asesor del gobierno argentino. Otro: Mauricio Novelli, quien se define como trader afín al Gobierno y a uno de sus ideólogos, el cordobés Agustín Laje. Otros: Manuel Terrones Godoy, socio de Novelli, y Julian Peh, abogado y emprendedor tecnológico nacido en Singapur.
Aconsejado por sus colaboradores, el Presidente salió a dar explicaciones en una entrevista televisiva. Sus argumentos quedaron opacados por algunas inconsistencias, pero especialmente porque su principal asesor de imagen, Santiago Caputo, destruyó la credibilidad de la entrevista con una intromisión de principiante.
Tampoco quedaron en claro las relaciones de Milei con aquellos personajes ignotos, que accedieron a relacionarse con el Presidente a través de gestiones que -por acción u omisión- involucran a la secretaria General de la Presidencia, Karina Milei.
El Senado nacional debatió el tema y desestimó por un voto la conformación de una comisión que investigue lo mismo que Taiano, pero en forma paralela. Hubo en eso una reacción cautelosa desde el centro del sistema político. Provocada, seguramente, por la apuesta maximalista de la principal oposición, que pedía un juicio político a Milei, orientado a conseguir su destitución.
El Presidente obtuvo esa señal de gobernabilidad mientras viajaba a Estados Unidos, en busca de apoyo económico del Fondo Monetario y el Banco Interamericano de Desarrollo y un contacto político con Donald Trump.
La saga del Libragate hizo mella en la imagen internacional de Milei. La revista The Economist subrayó que fue el primer bochorno notorio del presidente argentino. El daño que se infligió Milei a sí mismo lo reubicó en una posición más débil, en una escena global donde los primeros pasos de Donald Trump están abriendo controversias graves.
Como se preveía, Trump giró bruscamente el eje de la diplomacia norteamericana respecto de Europa. Como socio principal de la Otan, hizo un primer gesto de abandono político a la Ucrania de Volodimir Zelenski y absolvió el expansionismo territorial de la Rusia de Vladimir Putin.
Para Milei, que se enfundó en ropajes militares para recibir aquí a Zelenski con todos los honores, ese giro es un desafío de primer orden. ¿Debe seguir ahora los pasos de Trump y repetir ante Putin aquel discurso de Alberto Fernández, que le ofrecía el territorio argentino a Rusia como puerta de entrada a Latinoamérica?
Si la diplomacia argentina mantiene su coherencia y respalda a Ucrania, cosechará los réditos consecuentes en la escena global. Como acaba de hacerlo sosteniendo el repudio a los terroristas que masacraron a rehenes argentinos en Gaza y montaron un espectáculo macabro para ufanarse del mal absoluto en el que se solazan.
Cuentos de la cripto
Las esquirlas del Libragate desordenaron para Milei un escenario que creía controlado hasta la elección. El Gobierno nacional venía navegando confiado en los efectos políticos disuasivos de la inflación en baja. El triángulo de hierro se repartía tareas de rígido disciplinamiento con propios y aliados para pulir su estrategia electoral.
La situación ha cambiado. Milei se sostiene en el vértice de las preferencias sociales, pero su imagen pública registró daños. Su hermana Karina está cuestionada en su rol de funcionaria pública eficaz para preservar el acceso privilegiado al Presidente. Santiago Caputo quedó desbordado por la irresponsabilidad del Presidente en el uso institucional de las redes sociales, y expuesto como operador fallido.
Cambió el clima. Hubo dos señales evidentes. El Gobierno tenía la intención de sacar en extraordinarias el acuerdo del Senado para el ingreso de Ariel Lijo a la Corte Suprema de Justicia. Habrá que culpar a San Valentín: Milei tuvo que elegir entre ese objetivo y su propia preservación.
La segunda señal le llegó a Santiago Caputo de boca de Mauricio Macri. Deberá salir de las sombras para aclarar su actuación en la gigantesca licitación de la Hidrovía. El asesor de Milei quiso embarrar a Macri en una maniobra sórdida alrededor de ese negocio. Milagros del Libragate: ahora Caputo tendrá que explicar su críptico monotributo.