El argentino huye siempre del caos y busca el orden.
Raúl Alfonsín, en 1984, representó el orden frente al caos de un peronismo débil con el genocidio.
Carlos Menem representó el orden frente al caos de la hiperinflación de 1989.
Néstor Kirchner fue el orden frente al caos del default de deuda soberana más grande del siglo 20.
Cristina Kirchner representó el orden luego de la muerte de su marido.
Javier Milei era el orden frente al caos de un kirchnerismo marcado por la incompetencia y por la alta corrupción.
Castigar a la casta política fue un acierto táctico de Milei. Donald Trump lo hizo con el muro a los mejicanos. Y Adolf Hitler, con el Tratado de Versalles.
Una sociedad agotada y humillada por imposturas votó a Milei. Han pasado dos años y esa misma sociedad decide dar vuelta su voto y lo castiga.
El diagnóstico de Milei siempre estuvo equivocado. El “problema argentino“ no es sólo monetario ni fiscal. Ni tampoco la casta es sólo política.
En la Argentina de la democracia, ha funcionado un único sistema de construcción de poder político, económico, sindical y cultural impregnado de corrupción. Con impunidad judicial garantizada. Y con fuerte aval social. “Roba, pero hace”.
Un juicio por corrupción dura un promedio de 14 años y sólo tiene condena un 4% de los casos.
El Presidente, con su escuela austríaca, no entiende que la corrupción es un dato central en la economía y causa principal del déficit. Paolo Mauro, ex Banco Mundial, calcula matemáticamente el impacto de la corrupción en el crecimiento del producto interno bruto.
Los premios Nobel en Economía de 2024 –Daron Acemoglu, James A. Robinson y Simon Johnson– fueron premiados por una tesis sobre la riqueza de las naciones en el siglo 21, que pone el foco del crecimiento en instituciones sólidas y en la Justicia independiente.
No todo es déficit cero
El costo económico de la corrupción en la Argentina fue calculado por la Comisión de Expertos del Colegio de Abogados de Córdoba de 2018 en U$S 42 mil millones en el período 2005-2015. Ello con base sólo en los sobreprecios en la obra pública nacional.
Ninguna de las 500 propuestas en la ley Bases de Milei tiene como objetivo luchar contra la corrupción. Los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde, o club de países ricos) cuentan desde 2012 con un Grupo Internacional de Trabajo de Lucha contra la Corrupción.
El equilibrio fiscal ya no se discute en la Argentina. El clientelismo político es rechazado por toda la sociedad. Pero el economicismo de Milei dicta como sentencia que el déficit cero es suficiente para generar un crecimiento económico. Y eso es falso, si no va acompañado de reformas estructurales, en especial en materia judicial.
El equilibrio fiscal de Milei no ha buscado afectar ninguna estructura de poder, verdadera generadora del déficit. El poder político, económico, sindical y cultural argentino está hoy impregnado de corrupción, por su conexidad activa o pasiva con sobreprecios y sobornos.
El kirchnerismo defendía a Cristina con el argumento de que los “cuadernos de la corrupción” eran falsas fotocopias. Hoy Milei sostiene la falsedad de los audios de la corrupción, pese a que algunos fueron al parecer grabados en Casa Rosada.
El voto en la provincia de Buenos Aires percibe estas realidades. Y castiga. Pero también sería un error creer que ese voto castigo a Milei es un voto de respaldo a Áxel Kicillof, quien fue ministro de Economía de Cristina y responsable de la condena por U$S 16 mil millones por la viciada estatización de YPF.
Nuevos compromisos de la sociedad
La dialéctica orden/caos seguirá marcando el voto popular argentino. Pero la sociedad argentina ya ha consensuado nuevos compromisos. Es decir, los argentinos buscamos un nuevo orden.
Parece que hemos crecido después de tantos fracasos. Y buscamos equilibrio fiscal irrenunciable; castigo efectivo a los delitos del poder político, económico y sindical, ya que la casta no es sólo política; rechazo a toda política negacionista de DD.HH. y de la defensa del ambiente, y a toda conducta marcada por intolerancia, prepotencia o soberbia.
Milei debe entender que, si bien no hay crecimiento económico sustentable sin equilibrio fiscal, tampoco lo hay con alta corrupción y con alta desigualdad en la distribución del ingreso (alto índice de Gini).
Es muy difícil que el neokirchnerismo o el mismo Javier Milei puedan expresar estos consensos sociales. Son estructuras psicológico-políticas que no admiten ni permiten respeto a quien piensa diferente.
*Expresidente de la Comisión de Legislación Penal de Diputados de la Nación




























