–Sos investigador del Conicet y docente en la Universidad Nacional de Córdoba, y te mofás de tus colegas en tus ficciones. ¿Por qué las vanidades y los narcisismos académicos son el centro de tu reciente libro de cuentos?
–Yo habito la Universidad hace muchos años, así que el de los profesores universitarios es un mundo que conozco bastante. En otros libros, he sido irónico con otros grupos, pero este es el más cercano. Quiero ser justo: ahí están mis maestros, mis amigos, gente que admiro y valoro, pero también las peores vanidades, los discursos vacíos, los codazos para ocupar lugares, rabias infinitas porque algún colega no te cita… Como quiero a la Universidad, esas cosas me molestan más que otras. Supongo que cuando escribí Nos recibirá la tierra estaba enojado y entonces salió más ácido de lo recomendable. Pero, bueno, yo tampoco escapo a alguno de los estereotipos que aparecen ahí.
–Tu anterior libro de cuentos, “Gente de cerca”, tenía este epígrafe: “de cerca, nadie es normal” (Caetano Veloso). Visto de cerca, ¿cuál sería tu anormalidad?
–Creo que tengo varias, pero, si tengo que elegir una, diría que es una especie de compulsión obsesiva por el orden, la simetría y las proporciones, al punto que puedo llegar a desesperarme en las habitaciones con cajones mal cerrados y puertas entornadas. Es más, creo que escribir policiales tiene que ver con eso: la idea de resolver un misterio y ordenar el caos.
–El primer policial de tu detective Lespada tenía en el centro de la trama el material de tu tesis sobre los libros prohibidos. Al reescribir en tono de comedia algo tan serio, agregaste una secta y un personaje era una caricatura de quien te había dirigido en esa investigación. Desde tus comienzos, venís tomándote en solfa la seriedad universitaria…
–He perdido de vista el límite que separa esos dos mundos. Al principio, yo creía que me desdoblaba. Por un lado, el investigador, el académico que busca fuentes, reflexiona, las analiza y escribe artículos con citas al pie. Por otro lado, el escritor que crea con más libertad, distorsiona con el humor y escribe con menos ataduras. Pensaba que era solamente una cuestión de estilo. Pero no, se ve que todo se ha mezclado y lamentablemente soy uno solo, metiendo personajes reales en la literatura y trayendo personajes ficticios a mis clases de Historia del Derecho. Es divertido. Incluso cuando algún amigo que meto a la literatura me recrimina y yo ya no sé si el que lo está haciendo es el personaje real o el personaje ficticio.
–¿Personajes ficticios en tus clases de Historia del Derecho?
–El aula puede ser muchas cosas, y entre esas es también un escenario, casi un teatro, y el profesor es un poco un actor que tiene que entusiasmar y despertar curiosidad utilizando todos los recursos que tenga disponibles. La literatura es un buen recurso. En mis clases, uso bastante la literatura para introducir el tema y ejemplificar: los personajes de El nombre de la rosa (Umberto Eco), para hablar de bibliotecas antiguas y libros prohibidos; La gesta del marrano (Marcos Aguinis), para hablar sobre la Inquisición, la persecución y la censura; La revolución es un sueño eterno (Andrés Rivera), para hablar de Juan José Castelli y los tiempos de la Revolución de Mayo; y puedo usar literatura contemporánea para el período que estoy explicando. Los que entendemos que el derecho es menos norma que cultura consideramos que es indispensable usar esos recursos para explicarlo bien.
–¿Qué significa que el derecho es menos norma que cultura?
–La idea es que, para comprender el derecho, especialmente en el pasado, que es lo que yo enseño, hay que interpretarlo en términos de una cultura jurídica, donde la norma escrita, la disposición, es apenas un dato, y ni siquiera el dato más importante, porque actúa junto con una serie de tradiciones, hábitos, discursos, doctrinas, textos, que además siempre están dependientes de cosmovisiones que, generalmente, son de raíz religiosa. Y son esas cosmovisiones las que hay que desentrañar para entender el derecho y poder enseñarlo bien.
–¿Qué desentrañaste de esas cosmovisiones al investigar sobre la UNC del siglo XIX y la introducción del liberalismo constitucional?
–A los historiadores nos interesa el presente, y el pasado es un instrumento para comprenderlo mejor. En mi caso, investigo cómo se enseñaba el derecho en Córdoba en el 1800. Estudiar cómo se lo enseñaba ayuda a entender cómo se lo concebía en cada época. Como hay cierta versión del liberalismo que vuelve a estar en boga, mi preocupación era tratar de ver cómo se entendía el liberalismo en Córdoba luego de la sanción de la Constitución Nacional. Esa Córdoba de la segunda mitad del 1800 hizo una lectura católica para disolver sus novedades más rupturistas en el marco de la tradición colonial heredada. Por eso el liberalismo cordobés está tan impregnado por la cultura católica.
–Con esa escenografía cultural de fondo, ¿en breve vuelve Lespada a las librerías? Porque lo estamos extrañando mucho…
–Sí, vuelve Lespada... no sé cuándo, pero vuelve. En sus novelas, regularmente asoma algún grupo de fanáticos. Como hoy las distintas sectas de fanáticos parecen dominarlo todo, el caso nuevo lo va a obligar a actuar en ese escenario, en un clima de guerra de todos contra todos, donde algunos grupos van a buscar independizar a Córdoba del resto del país.
Perfil de Esteban Llamosas
Esteban Llamosas (Río Cuarto, 1972) es profesor de Historia del Derecho en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Es investigador independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicet) y ejerce la dirección del Instituto de Estudios sobre Derecho, Justicia y Sociedad, dependiente del Conicet y de la UNC.
Como escritor, ha publicado dos libros de cuentos, Gente de cerca (2013) y Nos recibirá la tierra (2024), y las cinco novelas policiales protagonizadas por el detective cordobés Lespada, con oficina en Colón 22, 1° B (un guiño a la dirección de Sherlock Holmes, Baker Street 221 B): El rastro de Van Espen (1998 y 2010), La biblioteca Listen (2004), Buscando a Traci (2006), La conspiración de los catorce (2008) y La milicia del diablo (2014).