“Washington se ha convertido en la corte de Nerón, con un emperador incendiario, cortesanos sumisos y un bufón drogado con ketamina. Un drama para el mundo libre, pero, ante todo, un drama para Estados Unidos”.
Desde que presidía Médicos Sin Fronteras y se metía en política, Claude Malhuret dijo las cosas tal como las siente. Ese exalcalde de Vichy y funcionario de Jacques Chirac, que actualmente ocupa una banca en el Senado francés, siente que Occidente está en manos de lunáticos liderados por dos megalómanos con síntomas de desequilibrio, Donald Trump y Elon Musk, el presunto “bufón drogado con ketamina”.
“Estábamos en guerra con un dictador y ahora estamos en guerra con un dictador apoyado por un traidor”, remató, elocuente, Malhuret, en alusión a Vladimir Putin y a Trump. Lo mismo piensa Emmanuel Macron; por eso pronunció lo que probablemente sea el discurso más sombrío de un presidente francés desde la Segunda Guerra Mundial.
La advertencia de Macron
Tras la emboscada de Trump a Volodimir Zelenski en la Casa Blanca, hay poco lugar para lecturas tranquilizadoras sobre lo que está ocurriendo. Por eso Macron describió lo que parece ser un llamado a Europa a prepararse para una guerra directa con Rusia. Una guerra que percibe inevitable y que sería nuclear.
El presidente galo pidió no abandonar a Ucrania y describió a Rusia como una amenaza para toda Europa. Tiene claro que la propuesta de Trump no es la paz, y que Putin traicionaría cualquier acuerdo, como lo hizo con el alto el fuego pactado en Minsk en 2014 para detener el conflicto con las milicias proseparatistas armadas por Moscú en Donetsk y en Lugansk.
Hasta ahora, la guerra ha tenido a Ucrania en la primera línea. Pero el discurso de Macron describe un choque directo con toda Europa. Por eso habló del arsenal atómico de Francia y propuso un paraguas nuclear para Europa.
El arsenal francés fue producto de lo que vio Charles de Gaulle en 1956, cuando Dwight Eisenhower lo obligó a él y al entonces premier británico Anthony Eden a retirar de inmediato de Egipto las fuerzas que habían ido a combatir al ejército de Gamal Nasser por haber nacionalizado el Canal de Suez. Que un presidente norteamericano los sacara de las orejas del conflicto que habían decidido desatar hizo que el general que fundó la Quinta República decidiera dotar a Francia de un arsenal nuclear, para que nunca más se volviera a decidir en Washington lo que debe hacer Europa.
Un títere en la Casa Blanca
La diferencia con lo que ocurre hoy es que Eisenhower tenía razón sobre cómo debían actuar las democracias noroccidentales en el marco de la confrontación Este-Oeste. O al menos podía argumentar una razón lógica. En cambio, Trump y su corte neroniana actúan como el agente del comunismo chino que llegó a la presidencia de Estados Unidos en la novela de Richard Condon El candidato manchuriano. El temor que planteó Alexander Hamilton en los albores de la Unión norteamericana: que llegue a la Casa Blanca un títere manejado por otra potencia.
Suena a coartada el argumento de que Trump entrega Ucrania a Rusia para alejarla de China, algo así como lo que hicieron Richard Nixon y Henry Kissinger, pero al revés. La Rusia de Putin es aliada de China, Irán y Corea del Norte, que son sus proveedores de armamentos, municiones y dinero para enfrentar las sanciones económicas y tropas norcoreanas con el objetivo de que sean carne de cañón.
Si Rusia pudo mantener el control del 20% del territorio ucraniano fue en parte gracias a la ayuda de esos países, por lo que resulta aventurado pensar que rompería con China porque se lo pide Trump, alguien de quien Putin puede obtener mucho sin tener que hacer grandes concesiones.
En el sombrío discurso de Macron, el presidente norteamericano no sólo está entregando Ucrania, sino colocando a toda Europa a la sombra de Rusia, para que puedan concretarse las metas que planteó el ideólogo ultranacionalista ruso Alexander Dugin en su Cuarta Teoría Política y en su libro Eurasian Mission, a cambio de que el imperio euroasiático, que llegaría hasta el Atlántico, lo apoye en su plan para que Estados Unidos impere desde el istmo centroamericano hasta el ártico canadiense, incluida Groenlandia.
He ahí la otra guerra que acecha a Europa, porque días antes del discurso de Macron, Trump dijo en el Capitolio que se adueñará de Groenlandia de un modo u otro, lo que equivale a decir que si debe invadirla, lo hará.
Como esa isla pertenece a Dinamarca, país miembro de la Otan y de la UE, la invasión activaría el artículo cinco del Pacto Atlántico, y Europa tendría también una guerra con Estados Unidos.
Así de grande y oscuro es el “drama para el mundo libre” que describió Claude Malhuret al hablar de “la corte de Nerón” y del “bufón drogado con ketamina”.
* Periodista y politólogo