El mundo se enfrenta a un dilema: los avances tecnológicos y científicos nos han permitido curar o tratar enfermedades antes impensadas y añadir años de expectativa de vida, aunque no siempre con la misma calidad.
Al mismo tiempo, una población que envejece presupone un fuerte estrés sobre los sistemas sanitarios, que sufren notoriamente en todo el mundo.
¿Cuál es la clave para resolver este dilema de manera eficaz y sostenible? ¿Cómo podemos lograr que toda la población pueda “envejecer bien”, sin quebrar los sistemas sanitarios? Estoy convencido de que la respuesta es la prevención y el diagnóstico temprano y preciso.
Sin lugar a dudas, los tratamientos generan un gran impacto. Y si bien son vitales para salvar vidas, para llegar a ellos se requiere en primera medida un diagnóstico acertado que lo habilite y justifique.
El diagnóstico es siempre el primer paso, ya que al proporcionar datos objetivos que complementan la evaluación clínica, prepara el terreno para obtener mejores resultados. Ese primer paso es fundamental no sólo para la identificación de una patología sospechada clínicamente, sino también para la detección de enfermedades asintomáticas, como la diabetes o ciertos tipos de cáncer.
Es por eso que la necesidad de invertir más en diagnóstico genera un cambio de mirada, que pase de una posición reactiva a una preventiva, contemple la gestión de la salud y no de la enfermedad, y acompañe a la persona y no al paciente.
Los resultados de laboratorio clínico influyen en el 70% de las decisiones médicas, orientando tratamientos, cirugías y cambios de hábito. Sin embargo, a pesar del valor que representa para el cuidado de las personas, el diagnóstico no se encuentra entre las prioridades de financiamiento.
En América latina, por ejemplo, de acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el gasto en diagnóstico representa sólo el 1,4% del gasto total en salud, y en Argentina es aún menor, ya que representa apenas el 0,5%, según datos del Ministerio de Salud de la Nación. Debemos poder hacer más para mejorarlo.
La OPS estima que la falta de acceso a diagnósticos precisos y oportunos cuesta alrededor de U$S 15 mil millones al año en costos de salud y productividad perdida en América latina. En Argentina, se estima que el costo es de U$S 2 mil millones al año, de acuerdo con el Ministerio de Salud de la Nación.
La prevención en primer plano
Invertir más en diagnóstico significa detectar condiciones en estadios más tempranos; esto se traduce en una mejor calidad de vida para el paciente y su familia, así como en una optimización de los recursos del sistema de salud, a través de la implementación de medidas preventivas para evitar complicaciones.
En los últimos años, la innovación puesta al servicio de la investigación y el desarrollo ha logrado, por ejemplo, contar con biomarcadores para entidades tan complejas como el alzhéimer. Estas pruebas de laboratorio de avanzada desempeñan un papel crucial en la identificación de la enfermedad en fases tempranas, incluso 10-15 años antes de los síntomas clínicos, a la vez que contribuyen a diferenciar el alzhéimer de otras demencias. Y ahora que finalmente se empiezan a lanzar disease-modifying treatments (terapias modificadoras de la enfermedad o DMT, por sus siglas en inglés), nunca ha sido tan fundamental tener un diagnóstico preciso para identificar a los pacientes que pueden beneficiarse del medicamento.
Otro ejemplo en el que el diagnóstico juega un papel central es el cáncer de cuello uterino, una enfermedad prevenible y curable si se detecta a tiempo y se trata de forma adecuada. Ninguna mujer debería ser hoy víctima de esta terrible enfermedad.
En este contexto, varios países de la región, como Uruguay, Argentina y Paraguay, incorporaron la biología molecular en sus sistemas de salud para la detección del VPH, y se la utiliza en el tamizaje poblacional. Este método permite identificar de manera más efectiva y temprana el virus causante del cáncer.
Además, la evidencia científica y económica respalda su superioridad frente al PAP en la etapa de screening, lo que la consolida como una prueba de alto rendimiento, tal como lo exige la estrategia 70-90-70 de la OMS, que nos insta a actuar para erradicar esta enfermedad hacia 2030.
Frente a estos grandes desafíos, la digitalización puede ayudar y potenciar enormemente las soluciones de diagnóstico. Por ejemplo, con la patología digital ya es posible compartir imágenes digitalizadas de tejidos entre especialistas en cualquier parte del mundo, lo que acelera el diagnóstico de cáncer y establece redes de expertos de consulta sin fronteras. Adicionalmente, al integrar la patología digital con inteligencia artificial, se eleva la precisión diagnóstica.
Es hora de impulsar el cambio, de reconocer el valor del diagnóstico, y de invertir en soluciones innovadoras que permitan a los médicos tomar decisiones informadas y precisas.
El crecimiento de los presupuestos de salud centrados en diagnóstico no sucederá de manera inmediata: requerirá cambios estructurales y planificación estratégica en los que todos los actores del sistema debemos involucrarnos con una estrategia unificada que integre esfuerzos públicos y privados, porque son las alianzas estratégicas, la colaboración y la cocreación las que permitirán alcanzar la meta.
La clave se encuentra en ver los desafíos como oportunidades. Pasar de entender la atención médica como un costo para verla como una inversión. Requiere una perspectiva de largo plazo, pero los beneficios llegarán y serán evidentes: mayor acceso de las personas a la atención de su salud, diagnósticos precisos y oportunos, tratamientos personalizados, y un sistema de salud más resiliente, equitativo y sustentable.
* Gerente general Roche Diagnóstica Argentina, Uruguay, Bolivia y Paraguay (red sudamericana)