La política es, entre muchas cosas, pura negociación. Y la negociación es intercambio de favores sin límite alguno.
En la búsqueda de un objetivo, se negocia con quien fuere, incluso con quien se encuentra en las antípodas ideológicas y políticas. Se negocia incluso con el enemigo manifiesto y declarado.
La intransigencia no es un concepto demasiado útil en política. Por eso, nadie debería poner el grito en el cielo por el atisbo de negociación entre el presidente Javier Milei y Cristina Kirchner, cuyo resultado inicial ha sido la no aprobación de la ley de ficha limpia, por decisión del Ejecutivo, que ordenó no dar cuórum para la sesión.
Lenin y Milei
En los años 1970, ante situaciones como esta, en que se negociaba con un enemigo político y comenzaban a aparecer los epítetos duros que incluían inevitablemente el de “traidor”, se apelaba a un ejemplo clásico: el del vagón precintado en el que Lenin regresó a Rusia desde su exilio suizo.
En abril de 1917, Lenin vivía en el exilio junto con otros bolcheviques. Deseaba regresar a Rusia, pues en febrero había sido derrocado el zar Nicolás II y la efervescencia política hacía presumir que el grupo de Lenin tenía serias posibilidades de quedarse con el poder.
Pero debía atravesar Alemania, en ese momento en guerra con Rusia. Por su parte, el káiser Guillermo II procuraba sacar a Rusia de la guerra para concentrarse en el frente occidental, y los bolcheviques proponían “paz, pan y tierra”, por lo cual su acceso al poder convenía a Alemania.
Lenin y una treintena de dirigentes viajaron hasta la estación Finlandia y regresaron con éxito en medio de la revuelta revolucionaria. En octubre, tomaron el poder y declararon la paz con Alemania.
De tal modo, ninguna negociación debería escandalizar, siempre y cuando los objetivos alcanzados sean funcionales a la estrategia global que se persigue, aunque el adversario pueda lograr también un objetivo preciado, que no sea de nuestro agrado.
En el caso de la negociación entre Milei y Cristina Kirchner, está claro que la expresidenta busca zafar de los múltiples cargos y las diversas causas que enfrenta.
Milei desea incluir en la Corte Suprema de Justicia de la Nación a un controvertido juez, que cuenta con el rechazo de muchos de los propios amigos políticos del Presidente.
En todo caso, más que la negociación en sí, lo que cabe observar es si lo que busca obtener el Presidente sirve o no al fortalecimiento del país y sus instituciones. La incorporación de Ariel Lijo a la Corte parece estar lejos de ser un objetivo digno de un precio tan alto.
Como fuere, el reciente pronunciamiento del máximo tribunal que habilita el juicio por la causa de Irán, no parece vaticinar un futuro tranquilo para la señora Kirchner en el ámbito judicial.
Proteccionismo y librecambio
Hace pocos días, en ocasión de la 30ª Conferencia de la Unión Industrial Argentina (UIA), se vislumbró un reverdecimiento del clásico debate acerca del proteccionismo industrial y la liberación del comercio exterior.
La completa libertad comercial, convengamos, es un puro enunciado teórico del liberalismo, sin aplicación en país alguno, incluidos los más desarrollados, que son, en teoría, los que deberían tener menos problemas para competir libremente, dado su alto nivel de desarrollo y su elevada productividad.
Los productores agrarios de Europa, sobre todo los de Francia, se muestran muy reacios a la libre comercialización de productos agrarios. Alegan que los países menos desarrollados incumplen normas de sanidad y de calidad que les permiten ofrecer sus productos a un precio más bajo. El anuncio de un acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea deberá ahora superar la instancia de ratificación en ese y en otros países que protegen a sus productores agropecuarios de la competencia externa.
Por su parte, el presidente electo de EE. UU., Donald Trump, ya anunció altos aranceles y otras medidas para proteger a la industria norteamericana de la competencia de otros países, principalmente de China.
Este pensamiento de Trump está distante de lo que proclama Milei en materia comercial, por lo cual no se entiende bien el fervor oficial hacia el nuevo presidente de los Estados Unidos.
Lula da Silva, por ejemplo, estaría más cerca del pensamiento económico de Milei que el propio Trump. En el léxico del Presidente, bien le cabría el calificativo “socialista” para el tipo de medidas que ha anunciado.
Está claro, de todos modos, que los altos niveles de protección hacia la industria nacional –política típica del populismo– no han resultado eficaces a los fines de construir una industria competitiva.
Al cobijo de altos aranceles, los industriales nacionales se relajan y hacen pagar a los argentinos altos costos por sus productos, lo que afecta severamente el nivel de ingresos de la población. Quizá el caso de la indumentaria sea el más notable, aunque no el único.
Claro que la apertura debería ser concomitante con el levantamiento del cepo, para que la competencia tenga criterios de equidad.
La alusión del gobernador de Córdoba acerca de que debe buscarse una libertad comercial inteligente y no “boba” es altamente razonable. Pero a menudo se trata de un argumento simétrico del que utilizan los europeos, y cuyo objetivo suele ser el quietismo y la inmovilidad.
* Analista político