–¿Para qué sirve un antropólogo? Vos has escrito algo sobre el tema…
–No somos bichos fáciles los seres humanos, somos bichos complicados. La vida en común es un asunto complicado, está llena de problemas, de encrucijadas, de malestares, de sufrimientos sociales, de conflictos. Vida en común tenemos en la escuela, en la familia, en un edificio, en un barrio, en la fábrica, en una empresa, en las instituciones, en los espacios públicos, en la política. Y la antropología es una herramienta muy potente para producir un conocimiento preciso sobre esos problemas, y por lo tanto puede pensar, diseñar, imaginar estrategias de intervención a la altura de esos problemas para ensanchar las posibilidades de bienestar colectivo.
–¿Y cómo se planta en esos espacios comunitarios, cómo interviene?
–Tenemos tres tareas, en principio. Buscamos leer la singularidad de cada situación social, de cada entorno de vida en común. Leer la singularidad a partir de lo que les pasa a las personas, lo que viven, cómo lo viven, qué cosas les importan, cuáles las afectan vitalmente. Ese saber leer está anudado a una segunda tarea, que es saber leer las diferencias: cualquier situación social, problemática o no, está compuesta por diferentes perspectivas, diferentes posiciones sociales, actores disímiles a quienes les importan cosas diferentes y en diferente orden. Entonces, la pregunta es: ¿cómo vamos a vivir juntos?, ¿cómo vamos a convivir con estas diferencias? Identificar esas diferencias te permite colocar esa pregunta sobre la mesa, cuya respuesta siempre es contexto dependiente. Por último, te corresponde comunicar el conocimiento obtenido en tu intervención de tal modo que sea legible y apropiable por la sociedad, los actores involucrados, para la toma de decisiones, para pensar soluciones…
–¿Hasta dónde se puede comparar ese modelo de intervención con el del periodista cultural que en sus investigaciones recurre a la observación participante y al relevamiento etnográfico?
–La producción de conocimiento sobre cómo funciona la vida social, su heterogeneidad, para poder generar felices intervenciones que nos otorguen la posibilidad de mejorar nuestra vida en común, es una empresa colaborativa, no es privativa de una ciencia. Por eso es tan importante trabajar en la comunicación pública del conocimiento. Por comunicación pública no me refiero a la divulgación científica, sino a hacer el esfuerzo de que la palabra del cientista social llegue a las personas a quienes esa palabra importa. Con el nuevo conocimiento, tenemos que producir una transformación en lo que se creía conocido. Entonces tenemos que trabajar juntos y no trazar fronteras entre lo que es ciencia y lo que no lo es. Prefiero pensar campos en interrelación, interdependientes, abiertos, porosos.
–El wokismo anda diciendo por ahí que si el ser humano es un bicho, tiene que ser estudiado con los demás bichos. Por lo tanto, no debiera estudiarlo la antropología, sino la veterinaria.
–Me parece una mala formulación, no es esta disciplina o aquella, sino esta y aquella. Somos una comunidad viviente compleja interrelacionada con otras comunidades vivientes. De ahí la necesidad de mirarnos desde distintas perspectivas e integrarlas. Para entender lo que nos pasa hoy, necesitamos de la economía, de la medicina, de la etología, de la biología, de la veterinaria. Pensá que tenemos que pensarnos dentro de algo que históricamente dejamos afuera: la naturaleza, junto con otras comunidades vivientes. Y ahí, las antropologías nativas, las comunidades originarias, son un faro en esa mirada antropológica integral.
–¿Cómo mira todo esto Conicet? ¿Por qué se dice que peligra la subsistencia de las ciencias sociales dentro del sistema si vos estás planteando la riqueza y la importancia de los cientistas sociales para encontrar felices respuestas a nuestros malestares?
–El empeño del actual Gobierno nacional en descalificar las ciencias sociales no tiene ninguna base científica, ni responde a una política científica, sino a una torpe política ideológica, a costa de una destrucción de capital científico nacional. Además, es una operación contrafáctica: no hay, hoy, un solo problema estratégico de la Argentina y del mundo que se pueda resolver sin la mirada, la participación y el saber de las ciencias sociales. Para un abordaje serio, con soluciones factibles y sostenibles de cualquier problema estratégico, necesitás conocimiento producido por las ciencias sociales y humanas. No vamos a solucionar esos problemas ni con la negación ni con la simplificación, y menos aún con la polarización o con la ilusión de que sería posible anular o aniquilar las diferencias y las disidencias. Argentina es un entramado plural. La pluralidad (de pensamiento, de perspectivas, de posiciones) es como el agua: cuando se te viene encima, cerrás la puerta y se las ingenia para entrar por la ventana. No hay forma de vivir juntos aniquilándonos.
–¿En qué problemas estratégicos estás pensando?
–Mirá la agenda pública: bienestar económico, social, productivo, desarrollo de recursos estratégicos, seguridad, educación, salud, lo que sea… No hay un solo problema en esa agenda argentina, sea cual sea el color político que la diseñe, que no requiera del aporte y la mirada de las ciencias sociales.
–A partir de ese razonamiento, ¿cómo repartirías el presupuesto de Conicet entre las distintas áreas del conocimiento?
–La distribución siempre ha sido equilibrada y así debería serlo: Conicet tiene cuatro grandes áreas de conocimiento, una de ellas es la de ciencias sociales y humanas, y abarca sólo el 23% de las investigaciones desarrolladas en el organismo. La idea de una desproporción presupuestaria es una falacia más que los voceros del Gobierno nacional ponen a jugar en el espacio público para desinformar a la gente.
Perfil de Julieta Quirós
Julieta Quirós (Buenos Aires, 1979) se radicó en el Valle de Traslasierra hace 13 años. Es antropóloga y escritora, especialista en problemas de economía política, desarrollo sustentable y proyectos de innovación social. Trabaja como investigadora y consultora del Conicet, con sede en el Instituto de Antropología de Córdoba (Idacor). Da clases en la Universidad Nacional de Córdoba y en otras universidades del país. Procura enseñar y hacer una antropología para la incidencia social, convencida de que su disciplina tiene mucho que aportar a los debates del desarrollo argentino. Entre sus producciones recientes, se destaca “La intervención antropológica”, disponible en la página web del Museo de Antropología (https://museoantropologia.unc.edu.ar/). Es autora de “El porqué de los que van. Peronistas y piqueteros en el Gran Buenos Aires (una antropología de la política vivida)”.