El presente
Córdoba, Argentina, septiembre de 2020.
En pleno confinamiento social, preventivo y obligatorio por Covid-19, los escolares se debaten entre el hartazgo y la incertidumbre. Han perdido el colegio, su último bastión educativo. Padres y madres desesperan frente a las pantallas sin lograr lo que otorga convivir con pares.
Un año después, las escuelas reabren sus puertas; con burbujas, con dificultades, pero abren. En las aulas comienzan a curarse las heridas.
Les Cayes, Haití, agosto de 2021.
Un terremoto destroza parte del país y desorienta a medio millón de niñas y niños. Muchos de ellos preguntan dónde quedó su casa; otros, su escuela; todos, el futuro. Docentes improvisados instalan carpas para dar clases a cualquier hora, de cualquier tema y a quien sea.
Kiev, Ucrania, mayo de 2022.
Aturdidos por los bombardeos rusos, los chicos piden explicaciones. Preguntan cuándo regresarán al colegio, para ellos lugar seguro. Sus profesores celebran que la Unesco done computadoras para sostener la educación formal. En los refugios antiaéreos, resuenan matemática, historia, geografía…
Alepo, Siria, marzo de 2022.
11 años de guerra han dejado más ruinas que edificios en pie. Niños y niñas que aún no pudieron escapar se alimentan con desperdicios, deambulan entre piedras humeantes y no entienden la palabra escuela; muchos jamás asistieron a una. Cruz Roja Internacional intenta reunirlos para impartir clases, como último recurso humanitario.
Jartum, Sudán, abril de 2023.
Una lucha entre líderes causa violentos enfrentamientos armados; los fallecidos suman 100 mil; cinco mil son niños. En el segundo país más pobre del mundo, se suspenden las actividades escolares por tiempo indefinido. Familias y líderes religiosos se refugian en la lectura del Corán.
El pasado
Varsovia, Polonia, abril de 1943.
El Ejército alemán “reubica” a personas de origen judío en territorios invadidos. Millones de personas son encerradas en guetos y los niños (los más frágiles) comienzan a morir por infecciones y por hambre.
Un grupo de prisioneros, sin nada que perder, decide rebelarse. Comienza el levantamiento del gueto de Varsovia, referencia histórica del conjunto trágico del Holocausto judío, también llamado “Shoá”. Holocausto significa “consumido por el fuego”; Shoá, “catástrofe”.
El pedagogo Henryk Goldszmit, más conocido como Januz Korczac, es un prisionero más, aunque, aun bajo esas míseras condiciones, se propone sostener sus ideas y su tarea docente.
Alguien ofrece a Korczac la posibilidad de huir, pero elige quedarse a cargo de los más de 200 huérfanos que aún sobreviven. Durante el día buscan o negocian comida, él les cura sus heridas por los golpes recibidos; y de noche, con prudente sigilo, susurra lecciones a las que todos llaman “clases”.
Las fuerzas nazis aplastan el levantamiento de Varsovia en 27 días; en el ataque inicial mueren 18 mil personas. Los sobrevivientes son apresados y conducidos a campos de concentración y exterminio; entre ellos Korczac y los niños, que son asesinados en cámaras de gas en Treblinka un mes después.
Algunos, pocos, logran sobrevivir y deciden activar la memoria. Se esfuerzan en repetir sus relatos; cada detalle vale.
Sus testimonios son suficientes para dar por tierra con el creciente negacionismo, aunque no siempre alcanza.
Quienes todavía hoy afirman que el Holocausto no existió, que las víctimas fueron menos o que el tormento nazi es un fenómeno exagerado, tal vez no tuvieron la oportunidad de aquellos niños y niñas que, bajo condiciones de vida inhumanas, siguieron recibiendo “clases”.
Sobran maestros para quien quiera escuchar la verdad sobre las guerras.
* Médico pediatra