Un hombre está dispuesto a gastar millones de dólares para vivir para siempre. Así podría resumirse la historia del multimillonario Bryan Johnson, cuyo proyecto de vencer la muerte es el tema de un documental que acaba de lanzar Netflix y que se titula No te mueras: el hombre que quiere vivir para siempre.
La ambición de inmortalidad de Johnson tiene una larga historia y vale la pena retroceder en el tiempo para recorrer el camino que va desde la mitología de nuestros antepasados hasta la quimera tecnocientífica actual.
Según una antiquísima leyenda china, cuando corría el siglo III antes de Cristo, el mago Anqi Sheng llevaba celebrados más de mil cumpleaños cómodamente instalado en el mitológico monte Plengai. Enterado de esto, el emperador Qin Shi Huang, que la historia universal ubica en aquella época, envió una expedición de cientos de hombres y mujeres para que encontraran a ese individuo y le arrancaran el secreto de la vida eterna.
El numeroso contingente nunca bajó de esa montaña, tal vez porque si lo hacía, todos sus integrantes serían pasados por las armas si volvían con las manos vacías. Por obra del equipo de alquimistas que lo asesoraba, Huang, el emperador que mandó a construir la Gran Muralla, al final llegó a la conclusión de que un brebaje que posiblemente combinaba mercurio y plomo líquidos con arsénico era el elixir que consumía Anqi Sheng. El ambicioso monarca que quería ser inmortal murió a los 49 años, con su cuerpo completamente saturado de sustancias tóxicas.
Como el malogrado Huang, muchos seres humanos han emprendido una desesperada búsqueda de la inmortalidad. Hasta el célebre Isaac Newton lo habría intentado, según se supo a través de un manuscrito descubierto hace menos de una década, en el que el científico describe la receta del “mercurio sófico”, una “sustancia mágica” que convertiría metales comunes en oro y plata y haría jóvenes a los seres humanos para siempre, un proceso alquímico asociado al mítico elixir de la inmortalidad, nada menos que la famosa “piedra filosofal”.
Un cambio significativo
La idea de la vida eterna parecía condenada a ser materia prima de la ciencia ficción hasta poco tiempo después de iniciado el actual milenio. Sobre la cuestión hubo poco interés en los investigadores más allá de aislados proyectos científicos, tan excéntricos como los hombres de fortuna a los que se trató de seducir con la idea de vivir por los siglos de los siglos.
La cuestión cambió en las últimas dos décadas, a partir del auge de la llamada “industria antienvejecimiento”, que ahora mueve varios miles de millones de dólares por año. La combinación de biólogos moleculares que legitimaron los estudios en esa materia y varios personajes acaudalados dispuestos a financiar esas investigaciones, dio como resultado la amalgama perfecta para tratar de convertir la vida en algo interminable.
La lista de magnates que han echado mano a sus bolsillos para financiar proyectos que perpetúen la existencia de las personas creció sin parar en los últimos 20 años.
En esa nómina aparecen Lawrence Joseph Ellison (cofundador de la empresa informática Oracle), Peter Thiel (cofundador de PayPal), Sergey Brin (cofundador de Google), Jeff Bezos (fundador de Amazon y dueño de The Washington Post), el programador ruso Vitálik Buterin (creador de la plataforma de código abierto Ethereum) y, por supuesto, no podía faltar en esa grilla el inefable Elon Musk, cuyos proyectos tecnológicos también coquetean con la idea de contradecir a la naturaleza humana.
Multimillonarios antimuerte
Como se puede advertir, el furor por la inmortalidad es contemporáneo de la revolucionaria e imparable economía del conocimiento y la tecnología representada por los ya mencionados “multimillonarios tech”, algunos de ellos muy conocidos, otros no tanto.
El pensamiento de Ellison, cofundador de Oracle, es quizás el que mejor sintetiza la filosofía que guía a los potentados buscadores de la vida eterna, expresado en estos términos: “La muerte me irrita, no tiene ningún sentido. ¿Cómo puede llegar a existir una persona en este mundo y luego simplemente desaparecer?”.
En esta fase “informática” o “informacional” de la sociedad globalizada (como tempranamente la denominó el sociólogo español Carlos Castells), a los máximos referentes contemporáneos del sistema económico y social capitalista que se impuso a nivel planetario parece que solo les queda derrotar, entonces, a un enemigo que hasta aquí demostró ser infalible: la muerte. Y claramente ya no se habla de una materia prima para la ciencia ficción.
El tema se reactualizó en los primeros días de 2025, con el estreno en la plataforma Netflix del documental No te mueras: el hombre que quiere vivir para siempre, que relata la experiencia de Bryan Johnson, otro multimillonario estadounidense que destina la mayor parte de su fortuna para alcanzar el punto máximo de la longevidad, es decir, la inmortalidad.
La iniciativa de Johnson es conocida como Proyecto Blueprint, cuyos orígenes se sitúan en octubre de 2021.
El documental, dirigido por Chris Smith (un viejo conocido de Netflix en esa especialidad), sigue los tratamientos, el entrenamiento y la vida de Johnson, una especie de Gilgamesh moderno obsesionado con ser cada día más joven para vencer de una vez por todas a la muerte.
En el proceso que ha emprendido, el multimillonario consume cientos de suplementos y medicamentos por día, bebe brebajes, recibe inyecciones varias en todo el cuerpo, intercambia plasma con su hijo y su padre, monitorea con un dispositivo adherido al pene sus erecciones nocturnas y es sometido a permanentes sesiones de láser facial y a una serie de intervenciones genéticas que los críticos señalan como ilegales.
Por cierto, la lista de procedimientos que soportan su cuerpo y organismo es más larga aún.
Johnson, de rozagantes 47 años, pertenece al mismo gremio de Bezos, Musk, Brin y el resto de multimillonarios tecnológicos subidos al carrusel de la inmortalidad: en 2007 fundó la compañía Braintree, dedicada a sistemas de pagos web y móviles para empresas de comercio electrónico, que luego vendió, para después fundar y dirigir Kernel, una empresa que fabrica dispositivos que monitorean y registran la actividad cerebral, además de dedicarse a inversiones de riesgo en compañías tecnológicas en etapa inicial.
Polémica
El Proyecto Blueprint ha cosechado una variedad de voces críticas, que dicho sea de paso están incluidas en el propio documental, también destinatario de comentarios implacables desde que fue estrenado, hace pocos días. Pero Johnson sigue adelante con su cutis terso y su cuerpo fibroso y atlético, convencido de que está ganando el oro olímpico en salud y dispuesto a descubrir que, finalmente, la actual generación de seres humanos será la primera que no morirá.
En el documental, Johnson luce como si fuera el hermano gemelo de su hijo Talmage, de 17 años, que participa activamente del experimento que lleva a la práctica el multimillonario. “He logrado envejecer sólo ocho meses por año calendario”, asegura Johnson a lo largo de la narración de su historia.
Consultado por La Voz sobre el polémico Proyecto Blueprint, el médico cordobés Carlos Castells (homónimo del sociólogo español), que se especializa en nutrición y medicina antienvejecimiento, no ahorra críticas: “En el documental se puede apreciar que Johnson tiene un perfil psiquiátrico, caracterizado por el trastorno de ortorexia, es decir, obsesión patológica por consumir sólo comida que considera saludable”.
En su análisis sobre la experiencia que lleva a cabo el multimillonario norteamericano, Castells señala que “hay un terrible miedo a la muerte, a perder funciones vitales, pero también se advierte una megalomanía, basada en la creencia de que una persona puede modificar todos los patrones de la naturaleza”.
Castells no cree en la posibilidad de manipular los ciclos vitales: “Todos los seres vivos y hasta las estrellas cumplen un ciclo, no se pueden alterar los parámetros naturales, por lo que experiencias como la de Johnson ni siquiera revisten interés científico”. A su juicio, “son intentos de influencers que creen que con dinero se puede lograr algo que no es científicamente viable”.
Carolina Herrera Peratta, especialista argentina en longevidad radicada en España, no comparte la mirada lapidaria de Castells sobre el proyecto Blueprint: “La iniciativa de Johnson, que invierte millones en tratamientos y rutinas para revertir el envejecimiento, es un aporte importante en el marco de la idea de vivir más tiempo y mejor”, sostiene. En diálogo con La Voz desde su país de residencia, esta bióloga formada en la Universidad Nacional de Córdoba como su colega subraya que “el proyecto Blueprint no solo refleja el compromiso personal de su creador, sino que refleja transparencia al compartir públicamente los avances, datos y estrategias que se obtienen”.
Peratta destaca además que “la autodenominación de Johnson como el hombre más medido del mundo resalta su enfoque metódico y riguroso”. Sin embargo, la profesional sugiere que “estas iniciativas no deben quedar en el ámbito de la élite” y, en ese sentido, ensaya una propuesta: “Para que la revolución de la longevidad sea verdaderamente transformadora, debemos centrarnos en estrategias accesibles y basadas en evidencia científica”, punto en el que coincide con Castells.
“Estas estrategias deben ser capaces de llegar a toda la población, promoviendo hábitos que reduzcan la incidencia de enfermedades crónicas no transmisibles, que están directamente relacionadas con el estilo de vida, el entorno y el envejecimiento”, señala Peratta. “Bryan Johnson ha abierto una puerta al poner al alcance del público las tecnologías y mediciones más avanzadas, pero el desafío está en combinar estos avances con enfoques prácticos que sean inclusivos y útiles para todos”, añade.
En contraste con esa mirada, Castells considera que “en su proceder empírico, Johnson prueba todo lo que encuentra para la longevidad sin ningún criterio, apela a una tormenta de cosas que podrían tener un desenlace no deseado”. Desde su punto de vista, una prueba de que el tiempo finalmente le está ganando la pulseada a Johnson es que el magnate se tiñe el pelo, con lo que, advierte, “queda demostrado que ni siquiera con todo lo que hace puede sortear los primeros síntomas de la vejez”.
Manipulaciones
Entre las experiencias que considera igualmente inconsistentes, Castells objeta los experimentos de David Sinclair, creador de un cóctel antienvejecimiento que le permitió a ese biólogo australiano ganar enormes fortunas y premios.
También cuestiona la eficacia de la dieta química del ayuno propuesta por el bioquímico italiano Valter Longo: “En esos casos hay manipulaciones orientadas a hacer de la cuestión un gran negocio, para convencer a los consumidores de que es posible ir más allá de los parámetros fisiológicos determinados por la ciencia hace muchos años”, asevera.
Castells hace referencia a las investigaciones del biólogo Leonard Hayflick durante la década de 1960, que le llevaron a descubrir la cantidad de veces que se puede dividir una célula antes de que esta degenere y muera. Con base en esa observación, la “ley de Hayflick” o “límite de Hayflick” permite determinar que la vida de un ser humano no podría superar los 160 años.
Hasta aquí, el récord de longevidad lo ostenta la francesa Jeanne Louise Calment, que llegó a vivir 122 años y 165 días (falleció en 1997).
Sin embargo, varios científicos han cuestionado la autenticidad de ese récord y señalan que, en realidad, madame Calment no habría superado los 100 años, pero su hija Yvonne habría tomado su identidad para lograr el récord.
Obsesión
En enero de 1993 se estrenó en Argentina una película aclamada por los amantes del humor negro, que ganó un Oscar a los mejores efectos visuales: La muerte le sienta bien, protagonizada por Meryl Streep (como Madeleine Ashton), Goldie Hawn (Helen Sharp) y Bruce Willis (en la piel del doctor Ernest Menville), bajo la dirección nada más y nada menos que de Robert Zemeckis.
En ese filme, Helen y Madeleine, obsesionadas por lucir siempre jóvenes y en encarnizada disputa por el corazón de Menville, beben un elixir llamado Siempreviva que las hace inmortales, aunque le complican la vida a Ernest, cirujano plástico devenido en desdichado restaurador de cadáveres: el doctor deberá hacer lo imposible para recomponer los cuerpos que ambas mujeres se destrozan mutuamente, sin perder nunca la vida.
Entre aquella recordada película dirigida por Zemeckis y el documental protagonizado por Johnson sin dudas hay algo en común: la obsesión de Helen, Madeleine y Bryan por la eterna juventud reflejada en sus cuerpos. Los hechos del presente parecen haber sido anticipados por aquella comedia de fantasía de hace tres décadas, aunque los protagonistas de la realidad actual están dispuestos a humillar a la ficción.
Puede decirse que los multimillonarios que pretenden ser inmortales siguen, a su modo, tras la famosa piedra filosofal, solo que esta vez con herramientas mucho más sofisticadas. En esa senda va Bryan Johnson, el hombre que convirtió su propia vida en un experimento, inmune a toda crítica.
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Los secretos de la longevidad en Córdoba
Desde hace cuatro años, Carlos Washington Castells dicta desde la Universidad Católica de Córdoba una Diplomatura sobre Medicina Antienvejecimiento (a distancia), con la participación como disertantes de las médicas Silvia Alejandra Castells y María Valentina Ortiz.
La propuesta académica está orientada a médicos, nutricionistas, psicólogos y técnicos vinculados al área de la salud en general.
Castells destaca los avances en materia de longevidad y calidad de vida en Argentina y la región, en particular por la concientización sobre el riesgo de los alimentos ultraprocesados y la importancia de la actividad física. “No se trata de aumentar la cantidad de años de vida, porque hay un límite fisiológico, sino que se busca evitar factores que acortan el ciclo vital”, aclara el profesional.
El especialista hace hincapié en la relevancia de la epigenética, es decir, la interacción entre la genética y el medio ambiente. “Hay poblaciones donde una persona puede vivir 120 años sin ningún gasto extra, pero cuando a esa misma persona se la inserta en un hábitat industrializado, o en un centro urbano occidentalizado, la expectativa de vida baja a 70 u 80 años y se puede morir de las mismas cosas que el resto de la comunidad”, subraya Castells.
El cambio de hábito es esencial para modificar las condiciones ambientales que influyen sobre el organismo. “Hay factores que son modificables a muy bajo costo”, enfatiza el profesional, para luego enumerar entre esos factores el cambio de dieta, los ejercicios y la mejora en las horas de sueño.
Otro aspecto que señala el responsable de la diplomatura es no confundir la longevidad o la calidad de vida con la apariencia: “Todos los procedimientos estéticos para verse más jóvenes son un cascarón, porque por dentro el organismo sigue su proceso de envejecimiento”, recalca.
“Lo fundamental es mantener el cerebro saludable o joven, si el cerebro no funciona, estamos con un problema”, apunta Castells.
El responsable de la diplomatura sobre medicina antienvejecimiento considera que “se pueden generalizar los avances en materia de longevidad en toda la sociedad y sin apelar a la parafernalia y las costosas medicaciones que usan los multimillonarios”.
En ese sentido, aporta el siguiente dato: dentro de los tratamientos que se pueden aplicar hay muchos que comienzan a ser más accesibles, pero hay un target de pacientes que pueden pensar en la medicina antiedad y otro que lamentablemente tiene otras prioridades.
A su vez, Castells admite que se han descubierto en materia de nutrición muchos errores que se estaban cometiendo y que no permitían vivir plenamente. Por otro lado, alude como otros factores importantes para mejorar la expectativa de vida la disminución del hábito de fumar y los esfuerzos para bajar las emisiones de gases.
El especialista cordobés sostiene que en la actualidad existen suplementos, plantas, alimentos y muchos medicamentos que se usaban para determinadas patologías y que hoy han demostrado que, consumidos tempranamente, pueden prevenir algunas enfermedades crónicas, como ciertos fármacos para el control del azúcar en sangre.
“Antes de la medicina entienvejecimiento, hay que poner todos los esfuerzos en la prevención de una larga fila de enfermedades crónicas”, concluye.
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Un enfoque pionero de la longevidad en España
Tras su formación de grado en la Universidad Nacional de Córdoba, la bióloga Carolina Herrera Peratta pasó cuatro años en la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires desarrollando estudios sobre longevidad y luego se radicó en Barcelona, donde fundó el primer Máster de Medicina Antienvejecimiento y Longevidad en el ámbito de la Universidad Nacional de esa ciudad ibérica. Desde su experiencia en ese campo, Herrera Peratta cree que es crucial integrar todas las especialidades médicas en los esfuerzos que se llevan a cabo dentro de su disciplina.
“Sólo así lograremos que los avances en longevidad sean inclusivos y generen un impacto positivo en la sociedad en su conjunto”, destaca la profesional oriunda de La Pampa que conserva muchos recuerdos y afectos de su paso por la UNC. “Estamos viviendo un momento clave en la medicina de la longevidad, una revolución que demanda no solo innovación tecnológica, sino también educación y empoderamiento de las personas”, afirma.
“La longevidad no consiste únicamente en extender la vida, sino en sumar años con salud, bienestar e incluso productividad”, señala Herrera Peratta, cuya formación científica incluye la nutrición. El máster que creó en la Universidad Nacional de Barcelona tiene como fin la capacitación de profesionales en la denominada medicina antiaging, orientada a las estrategias para prolongar la vida de los pacientes, mejorar su calidad, controlar, retrasar e, incluso, prevenir la pérdida de facultades físicas y mentales y enfermedades relacionadas con la edad.
El Máster en Medicina Antienvejecimiento y Longevidad del Instituto de Formación Continua de la Universidad de Barcelona es pionero en su modalidad online a nivel nacional e internacional. En su propuesta de capacitación, el master dirigido por Hernández Peratta pone de relieve que, “con el cambio de siglo, la población del mundo desarrollado experimentó un incremento de la esperanza de vida gracias a los avances en la medicina y por la mejora del entorno ambiental y las condiciones de salubridad, pero el resultado ha sido una población envejecida y vulnerable a la aparición de enfermedades crónicas, entre otras, siendo las enfermedades relacionadas con el paso de los años la primera causa de muerte en países desarrollados”.