Más del 95% de la producción pesquera argentina se exporta. Para el país, representa el octavo complejo exportador, con alrededor de 2.000 millones de dólares al año de ingreso de divisas. Pero para ser competitiva en los exigentes mercados internacionales, la actividad requiere incentivos claros y sostenibles.
Exportamos a más de 80 destinos, pero pagamos entre un 6% y un 9% de retenciones. La pesca es un generador clave de divisas para el país, por lo que resulta contraproducente mantener los derechos de exportación. Además, a partir de 2025 el Estado nacional incrementó los valores del derecho único de extracción (DUE), lo que también impactó en la industria.
Por otra parte, la Unión Europea nos cobra un 12% de arancel, mientras competidores como Ecuador o Perú no pagan esa tasa, por los acuerdos de libre comercio. Este esquema nos deja en desventaja en el mercado internacional.
A esa carga arancelaria debe sumársele el 10% que impuso Estados Unidos para todos los productos que provengan de Argentina.
Desde la Cámara Argentina Patagónica de Industrias Pesqueras (Capip), reclamamos que las provincias y municipios revisen asimismo la carga impositiva que se le aplica a la pesca, una industria que genera miles de empleos en toda su cadena productiva.
Por otro lado, y con base en la experiencia que dejó un reciente conflicto laboral que mantuvo a más de un centenar de buques sin operar al langostino, se deben encarar cambios estructurales, como revisar convenios colectivos de trabajo que tienen más de 20 años. En el caso particular de la flota congeladora tangonera (con buques de arrastre de redes), el costo laboral y sus cargas sociales representan alrededor del 60% de la estructura general de costos en los barcos.
Sustentabilidad biológica y económica
Hay otros factores que tienen fuerte incidencia en la ecuación final. Por ejemplo, las empresas pesqueras no pueden seguir perdiendo competitividad con esta estructura de costos, y ello tiene que ver también con insumos como el combustible, que significa más del 11% para esta industria.
Durante mucho tiempo hemos hablado de la sustentabilidad de los recursos y ahora hay que poner énfasis en la sustentabilidad del negocio, ya que Argentina tiene un caladero sano y con productos naturales, salvajes y de alta calidad.
En el caso del langostino, Argentina compite hoy con camarones de cultivo que se producen a menor costo, por lo que además de las variables internas que tiene la actividad pesquera, debe enfrentar la competencia de productos sustitutos que largan en la misma góndola que nosotros. Y la potestad de elegir la tiene el consumidor, por cuestión de hábitos y procesos culturales.
No obstante, el sector debe redoblar esfuerzos para diferenciar en los mercados que el langostino austral pescado en zona FAO 41 es natural y salvaje, a diferencia de los de acuicultura, que tienen aditamentos y antibióticos. Debemos aprovechar las oportunidades que ofrece la economía azul para nuestra región.
Desafíos globales e internos
Sí está claro que la industria enfrenta nuevos desafíos globales y es necesario repensar la pesca. Hoy existen certezas sobre el estado de los recursos, pero es necesario adecuarse a las actuales demandas globales, que son dinámicas y variables.
El desafío es combinar desarrollo económico con responsabilidad social, manteniendo la sustentabilidad de los recursos. La pesca es un gran generador de divisas para el país; es una actividad de la que dependen miles de empleos en las provincias con litoral marítimo, y tiene una fuerte incidencia en las economías regionales, por lo que es necesario alivianarle la presión fiscal, para que sea competitiva y no corra el riesgo de perder mercados. Porque la pesca argentina no es formadora de precios y el sector no soporta mayores cargas a su estructura de costos.
En cuanto al mercado interno, hace falta una política de Estado y un compromiso del sector privado para fomentar el consumo de pescado, que es muy bajo en Argentina.
Hay una gran oportunidad para promover una dieta de mar, más saludable y preventiva en términos de salud, aunque son medidas y políticas de largo plazo que promuevan cambios en los hábitos de consumo, los cuales están vinculados a procesos de raigambre cultural.
En este punto también la industria pesquera debe adaptarse para ser competitiva y contribuir al desarrollo del país y de su gente.
*Presidente de la Cámara Argentina Patagónica de Industrias Pesqueras (Capip)























