El 9 de abril de 2025 pasará a la historia como un hito en la escalada de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, un enfrentamiento que repercute con ecos del pasado y plantea interrogantes sobre el futuro del orden global. La guerra de aranceles entre Donald Trump y China sigue aumentando en intensidad.
Este intercambio de medidas proteccionistas no es sólo un duelo económico: es una ruptura con el legado de integración iniciado en 1972, cuando Richard Nixon pisó suelo chino en lo que se llamó “la semana que cambió el mundo”. Más de medio siglo después, Trump parece decidido a cerrar las puertas que abrió Nixon, pero el costo de esta apuesta podría ser muy alto.
En febrero de 1972, Nixon llegó a Beijing con un objetivo claro: romper el aislamiento de China y aprovechar su potencial para equilibrar el poder frente a la Unión Soviética. Aquella visita, cargada de simbolismo –con Nixon recorriendo la Gran Muralla y dialogando con Mao Zedong–, marcó el inicio de una relación económica que transformaría el comercio global.
China se convirtió en la fábrica del mundo, mientras Estados Unidos disfrutaba de bienes baratos y un mercado en expansión. Para 2022, el comercio bilateral alcanzó los U$S 690 mil millones, según la Oficina de Análisis Económico de EE.UU., y tejió una interdependencia que, aunque desigual, benefició a ambos estados.
Nixon entendió que el comercio podía ser un puente hacia la estabilidad geopolítica; Trump, en cambio, lo ve como un campo de batalla.
Cambio de paradigma
El anuncio de Trump el 2 de abril, autodenominado “Día de la Liberación”, introdujo un arancel universal del 10% a todas las importaciones y tasas específicas, que en el caso de China escalaron al 34% inicial y se sumó a sanciones previas hasta el 54%, para llegar al 145% tras las represalias del gigante oriental.
Con un discurso que acusa a otros países de “saquear” a Estados Unidos durante décadas, Trump busca recuperar una supremacía económica que considera perdida. Su estrategia recuerda la “teoría del loco” que Nixon usó en política exterior, pero trasladada al ámbito económico: proyectar imprevisibilidad para forzar concesiones.
Sin embargo, el mundo de 2025 no es el de 1972. Las cadenas de suministro global son complejas y la desconexión tiene consecuencias impredecibles.
China no se quedó de brazos cruzados. El Ministerio de Comercio del gigante asiático justificó el alza de los aranceles, hasta el 125%, como una medida para “salvaguardar los intereses nacionales” frente a lo que califica de “agresión económica unilateral” de Washington. Este incremento, que afecta desde soja hasta semiconductores, refleja la voluntad de Beijing de no ceder ante la presión.
Este enfrentamiento tiene raíces profundas. Nixon facilitó el ascenso de China al integrarla al sistema global; Trump ahora busca contenerla, pero con herramientas distintas. Donde Nixon usó la diplomacia, Trump apuesta por la confrontación, asumiendo que los aranceles doblegarán a sus rivales.
Sin embargo, las represalias se extienden más allá de China y afectan a todo el mundo, aunque el escenario ha variado a lo largo de la semana, con diversos anuncios de negociaciones abiertas y de postergaciones de la aplicación de la medida.
En vista de los vaivenes de los anuncios de Trump, todavía es temprano para pronosticar los efectos. Pero si se mantiene la guerra comercial con China, es probable que en Estados Unidos los consumidores se enfrenten a alzas de precios, mientras las empresas deberán reconfigurar cadenas de suministro a costos exorbitantes.
Geopolíticamente, la estrategia de Trump arriesga más de lo que promete, ya que estas medidas podrían debilitar las alianzas occidentales, justo cuando la cohesión es vital frente a desafíos como el cambio climático o la influencia china en el Sur global.
Nixon vio en China una oportunidad; Trump la percibe como una amenaza, pero su respuesta podría acelerar lo que busca evitar: un mundo donde Estados Unidos pierde centralidad.
Si 1972 marcó el inicio de una era de integración, 2025 podría señalar su ocaso, no por el fin de la interdependencia, sino por el costo de ignorarla. China demuestra que el proteccionismo no es un juego de suma cero.
La historia juzgará si el “Día de la Liberación” de Trump libera a Estados Unidos o lo condena a un aislamiento en un mundo en el que China levanta su voz y le disputa su hegemonía.
* Analista internacional especializado en Defensa en EE. UU.; docente universitario, autor de “Postales del siglo 21″ y “Grietas y pandemia”.