La situación de Mauricio Macri y del PRO es altamente complicada y tiende a agravarse.
Fue Macri quien abrió la brecha en el bipartidismo y construyó inicialmente el espacio que podríamos denominar “liberal”, cuyo centro ahora ocupa Milei, de un modo excluyente. Fue Macri quien enseguida dio su apoyo a Milei para la segunda vuelta electoral e incluso fue sospechado de preferirlo a él antes que a su propia candidata, Patricia Bullrich.
Tras el cambio de gobierno y como era previsible, una parte importante de los simpatizantes y los adherentes del PRO se deslizaron hacia La Libertad Avanza. Varias encuestas muestran este desplazamiento y otorgan a Milei alrededor del 40% de las adhesiones, y apenas el 7% para el partido de Macri.
El espacio liberal
Si bien ambos comparten el espacio liberal, Macri ha hecho conocer en varias ocasiones su preferencia por un mayor respeto de las instituciones (por ejemplo, ante el intento de Milei de designar a Ariel Lijo como juez de la Corte Suprema), como así también ha tomado distancia respecto de los ataques a la prensa y en general del estilo atrabiliario con el que el Presidente impregna todos sus actos de gobierno.
Por su parte, Milei siente que las fuerzas del cielo le sonríen y que, en consecuencia, no necesita de Macri, pues sus votantes terminarán sumándose al partido de gobierno porque es la única opción real de poder para las ideas liberales. Tiene a la vista el ejemplo de Patricia Bullrich, quien con gran entusiasmo ha dado la espalda a su propio partido y se aferra con uñas y dientes a su espacio en el Gobierno.
Es cierto que Milei ha ofrecido al PRO un acuerdo a nivel nacional, pero en boca del Presidente esas negociaciones suponen la subordinación completa a su voluntad y sus caprichos. Es su estilo. Sobre todo, ahora que –según él mismo dice– se ha transformado en el principal referente mundial de la lucha por la libertad. Semejante personaje de alcance planetario de ningún modo estará dispuesto a negociar un acuerdo con simples mortales.
Razonablemente, Macri se niega a diluir su partido en LLA. Equivale a su desaparición efectiva. Pero si opta por concurrir a las urnas sin sellar una alianza, pondrá en evidencia su escasa convocatoria electoral, algo que tampoco resulta atractivo. He ahí su encerrona. Mantener su individualidad partidaria quizá sea el único modo de sobrevivir, poniendo el pecho a una exigua cosecha de votos.
Como fuere, el Gobierno se equivoca conceptualmente al intentar homogeneizar su oferta. Son los matices los que ensanchan el caudal y las posibilidades electorales.
¿Control de precios?
Aunque parezca una exageración decirlo, está claro que Javier Milei está ejerciendo un modo de control de precios, tan denostado por los liberales. Claro que no lo hace al estilo populista, con una lista taxativa de precios máximos o sugeridos. No: lo que controla es el valor del dólar; y con ello, de forma indirecta, controla el resto de los precios.
Se exhiben resultados asombrosos en materia de reducción de la tasa mensual de inflación, pero esos números se sostienen sobre la base de intervencionismo estatal. El entusiasmo es tan grande y los deseos de que todo salga bien son tan inmensos que tendemos a hacernos los distraídos sobre un retraso cambiario que ya está dando fuertes señales. Las dificultades financieras de empresas agropecuarias vinculadas con los mayores productores deberían ser tomadas en cuenta con seriedad.
El precio de los granos está determinado por tres variables: el precio internacional (Chicago), las retenciones y el valor del dólar. Dejamos de lado los volúmenes de producción global (oferta), que influyen en el precio internacional.
Hacia mediados de 2022, el precio internacional de la soja rondaba los U$S 650 por tonelada, hace un año ya había bajado a U$S 470 y ahora está a U$S 370. En tanto, las retenciones no han sido modificadas y el tipo de cambio está cada vez más retrasado, porque se trata de una pieza clave de la estrategia antiinflacionaria elegida. Los precios locales de la soja, si comparamos diciembre de 2024 contra diciembre de 2023, han subido menos del 10%, mientras que la inflación escaló cerca del 120% –el dato final aún no está–.
Por su productividad, el campo siempre pudo bancar situaciones adversas, retenciones elevadas, precios internacionales bajos. Pero a esto se ha sumado un dólar extremadamente bajo, llevando al sector al borde mismo de la falta de rentabilidad. Es un llamado de atención para tener en cuenta. Las variables manejables por el Gobierno son las retenciones y el tipo de cambio.
Pero una reducción de las retenciones afecta el equilibrio fiscal, y la liberación cambiaria puede desencadenar un rebrote inflacionario. Esta es la encerrona de Milei.
Se espera que 2025 ofrezca respuestas a estas dificultades que hoy nos parecen severas.
