El inopinado episodio de la criptomoneda $Libra, cuyas consecuencias y daños para el país y para el Gobierno aún son inciertos, parece haber inaugurado una etapa de decisiones controvertidas, que encuentra resistencia en los aliados del oficialismo mileísta.
No se entiende qué quiso hacer Javier Milei al publicitar e implícitamente recomendar una criptomoneda carente de trayectoria. La palabra presidencial fue tomada como un consejo financiero de alta calidad y terminó perjudicando las finanzas de numerosos inversores que confiaron en los dichos del Presidente.
Descartamos una intención dolosa; esto es, la voluntad de hacer ganar dinero fácil a un grupo de amigos que luego retribuyen o no el favor de una voz tan calificada y creíble. Nadie tiene prueba alguna al respecto. Pero quien difunda una sospecha en tal sentido no hace más que señalar una razón obvia y verosímil.
Como fuere, cualquiera haya sido la intención real del Presidente, se trata de un acto de liviandad e irresponsabilidad por completo impropio de la investidura presidencial. Si Milei quiere medir con cuánto predicamento cuenta su palabra o bien cuál es su potencia como influencer, debería apelar a mecanismos más inocuos. Si aspira a ser mirado como estadista, está claro que no está transitando el camino apropiado.
A favor de Milei hay que reconocer que enseguida advirtió la inconveniencia de sus devaneos financieros e hizo desaparecer de las redes sociales su cuestionada opinión. Además, se apresuró a salir al aire en el programa de Jonatan Viale para alegar candor e inocencia, pero incurrió en un nuevo hecho al límite del bochorno: el principal asesor presidencial, Santiago Caputo, interrumpió el diálogo con el periodista para corregir al Presidente y pedir que se suprimiera un tramo que, según su opinión, resultaba inconveniente.
Resulta curioso que un presidente no se anime a conceder entrevistas en directo a cualquier periodista, que necesite editarlas y que elija como entrevistadores exclusivos a quienes lo tratan con amabilidad excesiva y nunca lo incomodan con sus preguntas.
Tercerización y cepo cambiario
Acentuando su giro errático, el Presidente decidió cambiar su posición respecto de la invasión rusa a Ucrania. El enfático y entusiasta apoyo brindado por Milei a Volodimir Zelenski fue reemplazado por un estricto alineamiento con la posición de EE.UU. y de Donald Trump, inclinada a realizar amplias concesiones a Rusia a costa de Ucrania, a fines de terminar con el conflicto como sea.
La severidad con que fue tratada Diana Mondino por su voto en la ONU parece haber quedado en el olvido. Esta virtual tercerización de la política exterior a favor de Trump parece descansar en la esperanza de que el nuevo presidente estadounidense influya en el Fondo Monetario Internacional para que la Argentina logre dinero fresco que ayude a levantar el cepo cambiario, el gran tema de la economía nacional.
Al respecto, algo dejó entrever el Presidente en su entrevista con Viale. Dijo que su intención es armar una muralla de unos U$S 25 mil millones a fin de evitar un salto cambiario al momento de levantar el cepo. Una cifra que puede resultar insignificante si tenemos en cuenta la magnitud del atraso acumulado y la demanda de divisas para la remisión de dividendos y de otros conceptos.
Pelearse con los amigos
La naturaleza ha sido un poco avara con el Presidente al momento de asignarle el atributo de saber cómo tratar a muchos de sus amigos de la política. Se enfurece con ellos muy rápido y les reserva sus más duros epítetos.
La razón de este comportamiento nos excede; abandonamos el tema a los expertos en estudiar las configuraciones psicológicas complejas.
En tal sentido, todo hace pensar que el acuerdo electoral con Mauricio Macri no va a ser de fácil concreción. En primer lugar, porque Milei piensa que, si no hubiere un pacto electoral, de todos modos los votos del expresidente se deslizarán forzosamente hacia La Libertad Avanza. O bien que, ante esta perspectiva, Macri terminará acordando con Milei cualesquiera sean las condiciones, pues ese sería el modo de que su menguada tropa no se desperdigue y de que su agrupación no quede en evidencia ante la certeza de un escrutinio raquítico.
Por el momento, el Presidente no ha salido en persona a confrontar con Macri. Delega esa tarea en funcionarios de segunda o tercera línea. Así ocurrió con la licitación de la hidrovía, cuyo fracaso es atribuido a Macri.
El nombramiento del juez federal Ariel Lijo por decreto ha sido otro punto de fricción con el PRO, aunque aquí el rechazo es amplio y multicolor. Todo parece indicar que la Corte Suprema no aceptará su nombramiento si Lijo conserva el cargo de juez federal, aun con licencia. De todos modos, hacia fin de año el Senado de la Nación deberá ratificar los nombramientos, algo que no resultará fácil de conseguir sin el apoyo de un sector del peronismo cristinista.
Se avecinan meses interesantes.
* Analista político