La geopolítica mundial en el siglo 21 va hacia liderazgos violentos, que generan desastres humanitarios y ecológicos.
El mundo se está enfermando de agresivos nacionalismos.
Las minorías religiosas, étnicas, políticas, sexuales son convertidas en parias sociales. Viven como si estuvieran cometiendo un delito frente a la vulgaridad homogénea de la masa.
Líderes alterados por creencias mesiánicas de su destino se creen con derecho a insultar y a descalificar a quienes no les dan la razón.
El proceso de manipular a la masa y sacar a la luz sus peores instintos suele ser muy fácil. En el muestrario de nuestra historia, tenemos demasiados exponentes.
El miedo y el insulto no pueden ser el instrumento político de las relaciones sociales, porque esto revela una sociedad enferma y peligrosa.
Los acuerdos después de la Segunda Guerra Mundial son hoy desacuerdos arbitrarios de los distintos poderes contemporáneos.
Estamos en el umbral de un nuevo mundo, con prácticas viejas y resultados parecidos. Países que invaden a otros y se apropian de su soberanía y de sus recursos; grupos terroristas que atentan contra las sociedades inocentes en nombre de un dios tan violento como ellos y tan injusto como el odio.
Es como que tenemos un determinismo genético como especie: para crear un mundo nuevo, antes debemos pasar por la guerra.
El mundo se vuelve a hacer desde la guerra. Volvemos a la reincidencia del dolor y el sufrimiento.
Sólo a partir de los escombros que deja la guerra –la destrucción, la devastación– llegan los acuerdos a partir del sentido común. El sentido común aparece cuando ya no queda nada por defender ni perder.
Caravanas de inmigrantes que huyen con lo puesto de su patria en búsqueda de un lugar en el mundo donde acampar en paz.
Atraviesan fronteras sin pasaporte ni visado, con la esperanza de encontrarse con el milagro de la solidaridad internacional.
Los países fronterizos son los que reciben colateralmente el impacto demográfico de los sufrientes.
El crimen organizado, como un chacal, los acorrala en sus necesidades primarias para hacerlas inmoralmente rentables.
Las Naciones Unidas ya no garantizan la unidad de los pueblos. La muerte, el dolor, son las variables de estos tiempos oscuros y violentos, donde la paz por ahora tendrá que esperar un nuevo acuerdo internacional.
Una vez más, las víctimas de la excomunión universal son los inocentes.
* Exsacerdote católico