Hay tipos con los que podés compartir cientos de sobremesas y charlas, pero nunca serán tus amigos.
Y hay otros que apenas lo conocés, te das cuenta de que ya se transformó en uno.
Con Martín me pasó algo así. Y eso que yo de grande pensé que ya no iba a tener amigos de esa profundidad. Tipos con los que te entendés y podés tirar paredes todo el tiempo. Eso con los que ni siquiera te enojás.
Yo sostenía que los amigos que tenían eran los necesarios. Los de la mesa de siempre. Los imprescindibles. Pero apareció Martín.
Tipo de club
Ambos volvimos “de grandes” al pueblo. Él, un tipo sumamente inteligente, dedicado a la informática, que podría laburar y vivir en cualquier lugar del mundo. Es más, ya había vivido en Estados Unidos y Perú, entre otros destinos. Pero eligió Almafuerte, donde se crió.
Y no sólo eso: eligió, antes que nada, volver a su club. A la institución donde picaba una pelota naranja de adolescente y donde hizo esos vínculos que te marcan para toda la vida.
Ahora es el secretario del Club Atlético Juventud Unida (Caju), pero es un tipo que está en todos los detalles. Que vive y respira el Caju. Armó un grupo de veteranos que nos juntamos a jugar dos veces a la semana y a comer asados, principalmente.
Y los que integran algún equipo amateur de este tipo me entenderán. Sin estos tipos no se puede hacer nada. Es el que lleva las camisetas, la documentación para la competencia, el que avisa que se atrasaron con las cuotas sociales y más.
Bueno, Martín, además, fue el motor para colocar el piso de parqué en nuestro club, junto a un grupo de dirigentes, en una movida histórica para una institución de pueblo.
Amistoso con Atenas
Obviamente, logró el tan anhelado paso, y para el gran estreno se consiguió el premio mayor: se cursó una invitación al gigantesco Atenas de Córdoba, que aceptó concurrir con un equipo juvenil para dicha inauguración.
Pero los carteles del Caju versus Atenas que empapelaron el pueblo sólo hicieron agigantar una noche que todavía rememoro cuando cierro los ojos y quiero dormir con una sonrisa.
Es ese recuerdo lindo al que uno viaja como refugio.
Todo lo que pasó aquel domingo fue mágico. Desde ver ingresar a nuestro humilde club de pueblo a estos lungos llegados desde la capital y vestidos de Atenas, hasta la radio local que decidió transmitir el cotejo, el humo de choripán que invadía la cancha y la ceremonia inicial donde desfilaron todas las disciplinas del club.
Que se ponga lindo
Bueno, Martín me había avisado un par de días antes con un dato clave: “Decile a tu viejo que se ponga lindo, que seguramente habrá un reconocimiento para los dirigentes que marcaron la historia del club”.
Así le informó al gran “Cholo”, un tipo rústico, de esos que no quieren usar la ropa nueva que le regalan. Que siempre anda con sus dos o tres remeras viejas y un piluso. No fue fácil convencerlo, pero se vistió para la ocasión.
Yo me esperaba alguna mención del locutor hacia Luis Laurino junto a otros dirigentes por su colaboración en distintas épocas del club: fue jugador en su juventud, delegado, entrenador de urgencia, dirigente, padre acompañante de equipos en mil viajes y más.
Pero vino un puñetazo que no supo ver ni anticipar, más allá de que Martín había tenido la gentileza de avivarnos.
Emociones fuertes
El locutor pidió silencio y avisó que se venía un momento importante. Entonces, le dijo a mi padre que se acercara a la mitad de la cancha, junto a Oscar “el Greca” Ferrero, otro tipo de los indispensables que por desgracia ya no tenemos.
Allí, vino la piña de Tyson: ante la multitud, se informó que de ahora y para siempre las dos tribunas de la cancha del Club Atlético Almafuerte se llamarían Oscar “Greca” Ferrero y Luis “Cholo” Laurino. Gancho al mentón.
Lo que vino fueron lágrimas, abrazos, fotos y videos de una emoción indescriptible. Mi viejo llorando y diciéndome al oído: “Con esto ya está; me voy tranquilo”.
Los que estaban sentados en la tribuna y alcanzaron a escuchar lo que me dijo también lloraron.
Allá a lo lejos, escondido en el bufé del club, alcancé a mirarlo a Martín, que se reía con los ojos vidriosos.
De esos tipos hay que hacerse amigo. Apenas te conocés. Y siempre.