Este domingo 27 de julio se celebrará en la Iglesia Católica mundial el Día de los Abuelos y Adultos Mayores.
El papa Francisco lo instituyó como parte del calendario anual de celebraciones el cuarto domingo de julio, en honor a Santa Ana y San Joaquín, padres de María, abuelos terrenales de Jesús. Para recordarnos cuán importante es la familia para todos, cuánto podemos aprender de ellos y de cómo debemos tratarlos al final de sus días.
Francisco sabía de la ausencia o el alejamiento que en esta sociedad moderna, tecnologizada, individualista, los viejos sienten respecto de las nuevas generaciones. Hijos que abandonan a sus padres mayores, nietos que están alejados de sus abuelos por diversas razones. Mayores sin hijos ni nietos que sienten exactamente lo mismo. Y buscó una manera de recordarnos a todos aquello que un esclavo le susurraba al César al volver victorioso de cada batalla: memento mori o, en criollo, recuerda que eres mortal. Sí, un día tú también desaparecerás.
Los privilegiados y los otros
De repente parece que todos aquellos que nos deslumbraban de jóvenes siguen cumpliendo años y a algunos los vemos ahora como siempre, joviales, activos, pero a muchos otros, con signos del paso del tiempo para los que no estábamos preparados.
Por supuesto que Paul McCartney no es el típico viejito de 83, ni tampoco lo es la estupenda Isabel Allende, quien presume de sus años y de su amor de invierno, y ambos hacen todavía que nos admiremos de sus eternos desparpajos. Ellos fueron privilegiados en mantenerse activos y cuidados por ellos mismos y por otros.
Ninguno de los dos tuvo una vida fácil. Paul perdió a su madre cuando él era adolescente y le escribió dos de las canciones más dulces de Los Beatles: Let it be y Yesterday.
Isabel no sólo tuvo una infancia difícil: también perdió a su hija Paula después de una larga enfermedad. Y le dedicó un libro y nos confesó en La suma de los días todo el proceso con detalle de esa época y del después.
Expectativa de vida
Cuando era chica, los viejos de la familia eran mis abuelos (conocí a tres de ellos) y los hermanos y primos de mis abuelos después. ¡Y viejo entonces eran 60 pirulos! Había familia que los cuidaba, y pocos llegaron a los 90. Y muchos se fueron temprano, como mi padre, a los 60 y pico.
Quizá por una buena alimentación combinada con avances científicos, en los últimos 30 años hemos visto cómo se ha incrementado la expectativa de vida.
Es extraño cómo se modificó esa terminología también. Antes eso se llamaba la esperanza de vida. Ahora es una expectativa. Por lo tanto, nos tenemos que preparar. Y eso es lo difícil: cómo prepararnos para el futuro mientras vivimos el presente.
A muchos, lo de la vejez les resulta un fenómeno extraño, porque no tuvieron viejos a su alrededor. Pero no debería serlo.
Así como pasamos la adolescencia sin saberlo, o en la juventud comenzamos a tener conciencia de esto llamado vida, y luego la adultez nos golpea con sus responsabilidades, también deberíamos prepararnos en lo físico, mental y emocional para la vejez. Porque uno nunca sabe cuando se irá, pero sí podemos manejar como vivir y quizá como prepararnos para la partida.
Los papas y la vejez
Los últimos papas nos mostraron el rostro de diferentes tipos de vejez: Juan Pablo II, con una vida activa, deportista de joven, terminó sus últimos años muy diferente a lo que nos imaginamos; Benedicto mantuvo su forma hasta el final, aunque no lo veíamos demasiado, y nuestro papa Francisco nos mostró un rostro familiar de la vejez: comenzó con la pierna y otras nanas y sus problemitas de salud, pero luchó hasta el final y hasta se despidió en esa última misa justo en Cuaresma. Qué mensaje el de prepararnos así para la Pascua: un sufrimiento que a la vez espera un gozo.
Fue Francisco quien insistió -más que los papas anteriores- en celebrar a los mayores: instituyó un día en julio para los abuelos y las personas mayores, porque julio es en ambos hemisferios símbolo de vacaciones, de verano y de invierno.
Qué mejor época para crear y reforzar lazos familiares y sociales entre las generaciones jóvenes y las mayores. Cualquiera que recuerde sus vacaciones con los abuelos puede testificar lo importantes que fueron estos para la propia visión del mundo.
El nuevo papa León XIV nos recordó el domingo 20 de este mes algo que debería ser normal: cuidar a los viejos. En la primera lectura, Abraham espera afuera de su tienda y unos hombres recibieron su bienvenida, su hospitalidad en manos de los panes de Sara, y a cambio le dieron a Abraham y a Sara el mejor regalo: el anuncio de que serían padres. A veces Dios toma su tiempo. Es cuestión de saber esperar.
Si Francisco insistía en mirarlos y quererlos, el papa León nos recomienda tomar conciencia de que los ancianos, los viejos, los adultos mayores, como se les quiera llamar, están y necesitan nuestra ayuda. Y que en sus rostros -a veces- podemos ver al Creador sonreír agradecido.
*Licenciada en Sociología