A fines de la semana pasada, y luego de varias semanas sin actividad del Banco Central en los mercados paralelos, el aumento de la demanda de dólares significó un repunte de la brecha cambiaria y la autoridad monetaria decidió intervenir en la plaza financiera. Le puso un freno a los dólares y así logró estabilizar de nuevo el mercado.
No es intención de esta columna hacer un juicio respecto de si esta acción estuvo bien o mal.
De hecho, probablemente, el Gobierno haya considerado necesaria dicha intervención del Estado a los fines de garantizar el rumbo económico y el camino de estabilización de la economía que hoy implementa.
Pero no puedo dejar de preguntarme respecto de uno de los principales dogmas del Gobierno, que hace referencia a la premisa de que, siempre y en todo lugar, los mercados libres crean los incentivos para que las personas con intereses propios actúen en pro del interés público, generando así equilibrios naturales que determinan el camino adecuado, al margen de las circunstancias.
Si además tenemos en cuenta las palabras del Presidente, quien esta semana expresó en un programa de streaming que tiene “un montón de dólares para devolverle al mercado” dado que “me bañaron de dólares”, daría la sensación de que se quiere enviar la señal de un Estado fuerte –entiéndase, “lleno de dólares”– para defender su política económica si el mercado le juega una mala pasada.
Entonces, ¿de qué hablamos?
De lo que se trata, entonces, es de debatir de forma honesta si se aspira a eliminar el Estado o, por el contrario, a fortalecerlo, para que este pueda garantizar el rumbo de la política económica establecida por el Gobierno.
Hace unos días, el ministro de Economía, Luis Caputo, aseguró que el Gobierno prevé renovar su acuerdo con el Fondo Monetario Internacional “durante el primer cuatrimestre de 2025″ y que el acuerdo podría incluir dólares frescos para fortalecer las reservas del Banco Central.
Esto en el marco de la tercera condición necesaria para salir del cepo cambiario, fijada por el presidente, que es la de tener más reservas en el balance del Banco Central: “Un acuerdo con el Fondo debiera venir con una inyección de plata para recapitalizar el Banco Central”.
Más reservas en el Banco Central, ¿con qué finalidad? La finalidad es la de tener un banco central poderoso, capaz de hacer frente a una eventual corrida al dólar cuando se decida salir del cepo cambiario.
Medidas intervencionistas
Vale también reconocer las razones del Presidente y del ministro cuando argumentan que la situación actual del país es consecuencia de una devastadora herencia que dejó un terrible desbalance monetario, con un stock de pesos y de deuda que hacen peligrar una salida armoniosa del cepo.
Es por ello, argumentan los funcionarios de la cartera económica, que actualmente se implementan y se defienden estas medidas intervencionistas y esta necesidad de fortalecer al Estado para que tenga poder de fuego para intervenir en el mercado, en caso de necesidad.
Así, el argumento que hoy justifica la intervención es la herencia recibida. Y es probable que en este punto el Gobierno pueda tener sus justas razones.
Ahora bien, cabe preguntarse si el desbalance monetario es la única causa por la cual un Gobierno podría tener la necesidad de intervenir en el mercado o si puede haber otros factores, como shocks externos, una pandemia, crisis políticas internas, resultados electorales adversos al mercado, entre otros, que pudieran, en un país de las características de la Argentina, requerir una intervención provisoria del Estado.
Un debate honesto
La confusión se genera cuando de ambos lados de la grieta se impone el mensaje de que la contradicción principal de nuestro país es la de “mercado versus Estado”, tal como lo describo en una de mis últimas columnas, titulada “Las falsas dicotomías de la política”.
La otra confusión es la de creer que un Estado fuerte es un Estado burocráticamente sobredimensionado, que concentra poder, recursos o funciones, con una intervención excesiva en el normal funcionamiento de los mercados y de la vida privada de los ciudadanos y cuyo fin verdadero es el control social.
Un Estado fuerte es, en realidad, aquel que puede garantizar una relativa independencia de los grupos de interés particulares, y con el poder suficiente para intervenir, de ser necesario, el rumbo de su política económica.
Desde esta última concepción del Estado, y al margen del análisis que cada quien pudiera realizar respecto de sus éxitos y fracasos, el gobierno de Milei parece haber generado un Estado mucho más fuerte que su antecesor.