En un reciente artículo periodístico, el presidente Javier Milei criticó a los economistas que advierten sobre un posible atraso cambiario. Su principal argumento es que comparar el nivel actual del tipo de cambio con promedios históricos o momentos específicos del pasado resulta incorrecto, ya que las condiciones económicas han cambiado significativamente.
La comparación más frecuente es con la convertibilidad. Milei enfatiza que, a diferencia de ese momento, hoy existe equilibrio fiscal, y sectores clave como hidrocarburos y minería tienen un gran potencial para generar divisas. Desde su perspectiva, estos factores justificarían un dólar más bajo y mitigarían los riesgos asociados a tener una moneda fuerte, como presiones devaluatorias.
Una pregunta clave es qué otros factores, además del tipo de cambio, diferencian la competitividad actual de la del pasado. Un aspecto fundamental es la carga impositiva.
El peso creciente de los impuestos y su impacto en la competitividad
En este sentido, datos del Ministerio de Economía reflejan una evolución significativa. En los años ‘90, no existía el impuesto al Cheque, mientras que en 2024 representa el 1,6% del PBI. Los Derechos de Exportación, que en aquella década prácticamente no tenían impacto (0,01% del PBI), en la actualidad alcanzan el 1% del PBI. A su vez, la recaudación de Ingresos Brutos por parte de las provincias pasó del 1,9% del PBI en los ‘90 al 4% en 2024.
Estos datos muestran que, en términos de impuestos distorsivos –los que afectan negativamente la competitividad– la situación actual es muy diferente. Durante la convertibilidad, no existía el impuesto al Cheque ni, en la práctica, los Derechos de Exportación. Además, la presión fiscal de Ingresos Brutos era la mitad de la actual, y no se habían implementado los complejos sistemas de retenciones y percepciones que hoy generan burocracia e inseguridad jurídica. A esto se suma el impuesto a los Sellos y el creciente peso de las tasas municipales sobre la industria y el comercio, con efectos aún más distorsivos.
Si bien, como afirma el presidente, hoy existen factores que favorecen la competitividad en comparación con el pasado, la carga tributaria se ha convertido en un obstáculo significativo. Resulta difícil sostener la producción nacional frente a rivales internacionales cuando se deben afrontar el impuesto al Cheque, los Derechos de Exportación, Ingresos Brutos, Sellos y tasas municipales.
¿Devaluar o mejorar los impuestos?
La pérdida de competitividad causada por una estructura impositiva ineficiente no se soluciona con una devaluación, sino eliminando esos impuestos. El gobierno propone una reducción gradual de la carga tributaria, siempre que se logren compensaciones a través de una disminución del gasto público para mantener el equilibrio fiscal.
Sin embargo, el problema de esta estrategia es que el ritmo de eliminación de los impuestos distorsivos es demasiado lento en comparación con las necesidades del sector productivo. Un claro ejemplo es la reciente reducción de los derechos de exportación: aunque representa un esfuerzo significativo de austeridad para el Estado, para los sectores agropecuarios el alivio resulta insuficiente.
Por ello, es necesario avanzar en la reducción de la presión fiscal reemplazando los impuestos más distorsivos por otros más neutrales. Un camino posible es que el IVA absorba a Ingresos Brutos y a las tasas municipales, lo que permitiría eliminar dos de los tributos que más afectan la competitividad de la producción nacional.
Como sostiene el presidente Milei, el debate no debe centrarse en el atraso cambiario. Pero en su lugar debería centrarse en revisar y corregir los factores que realmente perjudican la competitividad, entre ellos, los impuestos distorsivos.
* Economista de Idesa