El 3 de octubre de 2020, inspirado por San Francisco de Asís, el papa Francisco nos entregaba un documento llamado “Fratelli tutti”, para proponernos “una forma de vida con sabor a Evangelio”, “un amor que va más allá de las barreras de la geografía y del espacio”. Y nos convocaba a “una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite”. Con otras palabras, ya lo había expresado algunos años atrás el papa Juan Pablo II: “La civilización del amor”.
Nuestra sociedad está sedienta de “fraternidad” y estas palabras de Francisco cobran más actualidad que nunca, sobre todo en un contexto electoral como en el que nos toca vivir.
Al referirse a algunas tendencias del mundo actual que desfavorecen el desarrollo de la fraternidad universal, Francisco describía la banalización de la política: “La política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común (…), el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación. En esta pugna de intereses que nos enfrenta a todos contra todos, donde vencer pasa a ser sinónimo de destruir, ¿cómo es posible levantar la cabeza para reconocer al vecino o para ponerse al lado del que está caído en el camino?” (Cfr. “Fratelli tutti”, 15-16).
En aquel entonces, el papa ya describía los motivos de tanta indiferencia ante la política: los errores, la corrupción, la ineficiencia de algunos políticos, entre otros. Y a continuación nos exhortaba: “Necesitamos una política que piense con visión amplia, y que lleve adelante un replanteo integral, incorporando en un diálogo interdisciplinario los diversos aspectos de la crisis (…). Pienso en una sana política, capaz de reformar las instituciones, coordinarlas y dotarlas de mejores prácticas, que permitan superar presiones e inercias viciosas. No se puede pedir esto a la economía, ni se puede aceptar que esta asuma el poder real del Estado” (Cfr. "Fratelli tutti", 177).
Por ese motivo, Francisco promueve un “amor político”, es decir, reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a todos: “El amor social es una fuerza capaz de suscitar vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy y para renovar profundamente desde su interior las estructuras, organizaciones sociales y ordenamientos jurídicos”. ("Fratelli tutti", 183).
No es novedad la encrucijada para nuestra clase política: continuar construyendo discursos autojustificativos y descalificantes del otro… o apelar al diálogo y a gestos de grandeza que reclama nuestra sociedad. ¿Ser o no ser?
*Sacerdote católico. Miembro del Comité Interreligioso por la Paz (Comipaz)