Es ampliamente difundida la convicción de que niños y niñas menores de 5 años no deberían comer carne mal o poco cocida.
También es tema de charla en cada asado la advertencia de no utilizar un cuchillo para cortar la carne cruda y luego, sin lavarlo, cortar la carne asada.
Es súper-archi-recontraconocido que cuando un/a niño/a tiene fiebre y diarrea durante varios días, vomita, está pálido/a y desganado/a, muestra moretones aislados que no se explican por golpes y orina poco, urge descartar síndrome urémico hemolítico (SUH), el más temido enemigo estival de los chicos.
(Todo se potencia si hay sangre en las deposiciones).
No todas las personas, pero sí muchas escucharon más de una vez que Argentina concentra el mayor número anual de casos en el mundo y que el nombre de la bacteria asociada a este trastorno es Escherichia coli enterohemorrágica.
En realidad, Escherichia coli nombra a un extenso grupo de bacterias que, como parte de la microbiota intestinal humana (antes llamada “flora intestinal”), son normales e incluso protectoras de la salud humana. Otras cepas, en cambio, son agresivas, como la citada enterohemorrágica, ya que produce una toxina llamada “Shiga”, que en determinados casos podría invadir el torrente sanguíneo y desencadenar los daños del SUH.
En nuestro medio, esta valiosa información circula en reuniones domésticas, discusiones científicas, advertencias sanitarias y hasta en la fila del colectivo.
Sin embargo, por momentos parece perderse el significado y la importancia que merece, a juzgar por los 500 casos de SUH que se diagnostican en Argentina cada año.
No sólo las hamburguesas
El objetivo es reducir la elevada incidencia de casos, y tal vez ayude difundir datos menos conocidos.
El SUH no se contagia sino a partir del contacto con la bacteria.
Además de la carne semicruda, los chicos pueden infectarse por consumir agua contaminada, verduras mal lavadas o por lácteos mal conservados.
También por alimentos que son puestos a descongelar al aire, sin cubierta o tapa.
Similar riesgo se corre al beber leche, jugos frutales y preparaciones caseras no pasteurizadas.
Algunos productos alimenticios pueden contaminarse en la heladera, cuando sobre ellos cae sangre de carne vacuna ubicada en un nivel superior.
Y el peligro menos comentado es sumergirse en piscinas y lagos contaminados con materia fecal (humana o animal).
De esto derivan dos sugerencias fundamentales: no nadar en aguas estancadas y tampoco en piletas cuando se está cursando una enfermedad que incluye diarrea.
La mayor incidencia entre niños menores de 5 años advierte sobre otra silenciosa fuente de contaminación: la higiene durante el cambio de pañales. No lavarse las manos después de manipularlos podría resultar en una dispersión masiva, ya que no sólo los niños están expuestos; también las personas mayores de 65 años o adultos con sistemas inmunitarios debilitados son susceptibles de sufrir SUH. Por supuesto, con una frecuencia infinitamente menor que los lactantes.
Una forma clínica inusual entre niños es la llamada “atípica”, de transmisión genética.
Quienes portan el gen que predispone a la enfermedad no necesariamente desarrollan la afección, excepto que dicho gen sea activado por infecciones causadas por Streptococcus neumoniae (neumococo), el virus de la inmunodeficiencia humana o el de la gripe.
Como puede advertirse, las precauciones exceden largamente esquivar unas pobres hamburguesas jugosas.
La buena noticia es que las múltiples fuentes de contaminación son evitables en tanto sean reconocidas a tiempo por quienes podrían hacer transitar a los chicos un verano más tranquilo.
* Médico
