El 17 de septiembre de 1998, una tarde de viernes, el entonces gobernador radical Ramón Bautista Mestre sorprendió al oficializar el 20 de diciembre de ese año como fecha de las elecciones provinciales.
Mestre venía de tres años complicados, luego de recibir una provincia en crisis de su antecesor y correligionario, Eduardo César Angeloz.
El mandatario radical aspiraba a ir por su reelección, con una amenaza latente: el peronista José Manuel de la Sota iba por su tercer intento para llegar a la entonces Casa de las Tejas.
Para convertir la pulseada electoral en un “mano a mano” con De la Sota, Mestre sólo convocó a votar para gobernador y vice, sin legisladores provinciales.
Entonces la Legislatura era bicameral, con diputados y senadores. Además, Mestre pidió a los intendentes radicales que no adelantaran los comicios locales. “Quiere una pelea cuerpo a cuerpo con ‘el Gallego’ De la Sota”, graficó un mestrista paladar negro por aquellos días.
Aquella misma tarde del anuncio, el entonces intendente de Oncativo, Francisco Fortuna, llamó a De la Sota, quien se encontraba en Brasil, para informarle de la novedad.
Fortuna era el presidente del bloque de intendentes peronistas, mejor agrupado que en procesos electorales anteriores, que habían terminado en derrotas para el peronismo.
De la Sota se preparaba para lo que él consideraba su último intento para ser gobernador. Unos meses antes, había conformado una mesa política con los principales dirigentes peronistas provinciales.
Carlos Caserio y Jorge “el Zurdo” Montoya se encargaban del armado en el interior, mientras que Olga Riutort (entonces esposa de De la Sota), junto con Herman Olivero, daban forma a la estructura del PJ Capital.
Con la confirmación de la fecha de los comicios, De la Sota amplió su mesa política, en la cual se comenzó a analizar la propuesta que había llevado Fortuna y que tuvo el rápido respaldo: que los intendentes del PJ (entonces eran 133) adelantaran los comicios municipales y los hicieran coincidir con los provinciales.
Así nació la estrategia que el PJ cordobés repitió desde entonces en los últimos 24 años, y que ahora se reeditará: respaldo de la mayor cantidad de municipios gobernados por el peronismo para fortalecer las chances electorales del candidato a gobernador Martín Llaryora.
“Desde 1998 nos convertimos en un partido provincial. Lo que nos pasó a nosotros en los mandatos radicales ahora les sucede a ellos: hay dispersión de los intendentes en el apoyo a su candidato a gobernador”, razona ahora un peronista.
194 municipios gobernados por el PJ elegirán intendente el 25 de junio. La mayoría de los jefes municipales y comunales oficialistas se plegaron a esa estrategia, más allá de que el porcentaje de electores que involucra es menor al 20%.
Por ahora, la llamativa excepción es la Capital, donde vive el 37% del padrón provincial. Pese a que es gobernada por el PJ, todo indica que se elegirá intendente de Córdoba en elecciones desdobladas, probablemente a fines de julio.
Se sabe que Llaryora prefería pegar los comicios, confiado en la alta imagen de su gestión capitalina. Pero primó el plan del gobernador Juan Schiaretti, que tiene nombre y apellido: Rodrigo de Loredo. En el Centro Cívico no quieren saber nada con que Luis Juez y De Loredo compartan cuarto oscuro cuando se juega el poder provincial y en la Capital.
Si el radical De Loredo acompaña a Juez en la fórmula provincial, algunos oficialistas lamentarán no haber pegado los comicios. El juego de los opositores de no mostrar las cartas les hace perder tiempo, pero complicó la estrategia electoral del PJ.
