“Sí, es la primera vez. Se había dormido una hora antes. No, no estaba resfriado ni tenía fiebre. Se despertó de pronto, agitado y tosiendo como perro… o, mejor, como una foca. Le costaba respirar. No vimos si le cambió el color… Estábamos muy asustados. Yo tenía miedo de que se ahogue… Usted sabe, que pasara lo peor.”
Madre y padre intercalan frases que construyen un relato interrumpido por sus propios sollozos.
El hijo -6 meses de edad y hasta ese momento sano-, los había enfrentado a una de las escenas más angustiantes para padres primerizos: un ahogo nocturno.
“Corrimos a la guardia. Yo creo que mejoró en el camino. Seguía tosiendo, pero no tan seguido; incluso estaba tranquilo. Nos atendieron muy bien; dijeron que era una infección respiratoria ‘alta’ (porque el pulmón estaba ‘limpio’) y que ese ronquido era causado por la inflamación de las cuerdas vocales.
“De verdad, no entendimos bien las explicaciones. Además, mi mamá llamaba a cada momento para decir que era ‘un falso crup; vos tuviste varios cuando eras chica’.
“Lo único que nos devolvió el alma al cuerpo fue verlo sonreír.
“Volvimos a casa y ya estaba bien; jugaba. Por supuesto, lo vigilamos toda la noche. Y hoy lo trajimos para que nos diga cómo sigue esto. No queremos vivirlo otra vez”.
El bebé se recuperó en pocos días. Tuvo catarro, febrícula y no quiso comer, excepto leche de madre. Se curó sin secuelas. Los padres ya no duermen como antes.
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Tos de perro, tos de foca. Ahogo nocturno, inesperado. Laringotraqueítis, dicen los profesionales. Falso crup, dicen las abuelas.
Todo alude a una infección que es frecuente durante la infancia, aunque también puede ocurrir más adelante. Cuanto mayor es el bebé, mayor el diámetro de la laringe, por lo que, y para tranquilidad de todos, los síntomas merman con la edad.
“Crup”, del inglés “to croup”, verbo que significa “llorar o gritar con voz ronca”, es el signo que caracteriza una inflamación aguda de la laringe y la tráquea.
Lo inauguró el médico escocés Francis Home en 1765, y lo aplicó tanto para infecciones causadas por virus (el falso crup), como para enfermedad causada por bacterias: la difteria (el crup verdadero).
En su evolución natural y sin intervención médica, la difteria es muy agresiva. Invade la garganta -en ciertos casos, también infecta la piel- y, por efecto directo y por liberación de toxinas, produce densas membranas que llegan a obstruir la laringe de manera completa y ponen así en peligro la vida del niño/a.
No existe difteria en Argentina desde 1978, año que marca la erradicación gracias al esquema de inmunizaciones. Luego, sólo se notificaron casos esporádicos en personas no vacunadas.
En la actualidad, la fuerte caída en las tasas de vacunación –impulsada de manera principal por información errónea a través de redes sociales- alerta sobre un futuro impensado: el retorno de enfermedades potencialmente mortales.
La vacunación parece haberse convertido en víctima de su propio éxito.
Al haber erradicado muchas enfermedades infectocontagiosas, diluyó la percepción del peligro en algunas familias que no conocieron anteriores epidemias ni sufrieron fallecimientos de familiares por infecciones.
De tal modo, la aparición de casos de difteria, sarampión, tos convulsa, meningitis y parotiditis (paperas) en diversas regiones del planeta advierte sobre el riesgo cierto de volver a una época oscura, como toda aquella en la que predominan los prejuicios y la desinformación.
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