Este martes, tal vez sienta que tocó el cielo con las manos. Después de muchos años de trabajar en la materia, Alejandra Monteoliva asumirá como ministra de Seguridad de la Nación, en reemplazo de Patricia Bullrich, una de las funcionarias de perfil más alto en la gestión del presidente Javier Milei.
El 2 de diciembre de 2025 no será un día más para esta cordobesa, egresada de la Universidad Católica de Córdoba (UCC) con el título de licenciada en Ciencias Políticas.
Una curiosa paradoja con su formación, porque Monteoliva es vista como “una técnica” en materia de seguridad, dueña de un perfil político muy bajo, para no decir nulo.
Sin embargo, diciembre no le trae precisamente buenos recuerdos a Monteoliva. Este miércoles 3 se cumplirán 12 años del acuartelamiento policial que sacudió a la ciudad de Córdoba y que terminó costándole el cargo de ministra de Seguridad provincial. Estuvo apenas 88 días en ese sillón durante la tercera gestión de José Manuel de la Sota.
En septiembre de aquel año, el gobernador la había designado como la primera mujer al frente de la seguridad en la provincia.
De la Sota buscó entonces un golpe de efecto. La Policía de Córdoba arrastraba un descrédito profundo tras el escándalo en la Dirección de Lucha contra el Narcotráfico –hoy disuelta–, cuya cúpula quedó envuelta en una causa judicial por supuestos vínculos con narcotraficantes.
El encumbramiento de Monteoliva sorprendió, aunque no era una desconocida en la gestión delasotista. Era una de las funcionarias más cercanas al ministro de Seguridad, el exjefe de Policía Alejo Paredes, quien no consiguió recomponer la imagen de la fuerza tras la caída de varios de sus jefes involucrados en la lucha contra el narcotráfico.
El 15 de septiembre de 2013, De la Sota le tomó juramento. Monteoliva desembarcó en el Gobierno provincial con un bagaje teórico y práctico fruto de casi dos décadas viviendo y trabajando en Colombia en temas de seguridad y crimen organizado.
Lo que encontró al asumir fue una Policía atravesada por internas, malestar y reclamos salariales que iban más allá del narcoescándalo.
El principio del fin
El contexto político tampoco ayudaba. Monteoliva llegó al Ministerio de Seguridad de Córdoba en medio de tensiones crecientes entre el Centro Cívico y la Casa Rosada.
De la Sota mantenía un conflicto abierto con el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Para el delasotismo, incluso la causa por narcotráfico que terminó con el comisario Rafael Sosa tras las rejas, fue fogoneada desde el kirchnerismo.
Desde el Centro Cívico acusaban a un personaje enigmático y oscuro: Juan “el Francés” Viarnes, quien se había presentado en los medios denunciando a altos jefes policiales por supuestos vínculos con el negocio de “la noche” y el narcotráfico .
Para De la Sota, “el Francés” era un agente “encubierto” de la Side –la tenebrosa ex Secretaría de Inteligencia del Estado nacional–, enviado por algún sector del kirchnerismo para desestabilizar su gestión provincial, aprovechando las ya visibles fisuras internas en la fuerza policial.
De la Sota, junto al entonces gobernador Juan Schiaretti, habían roto con el kirchnerismo en 2008, durante el conflicto con el campo. Y el 2013 fue electoral, cuando en Córdoba se eligieron nueve diputados nacionales, lo que alimentó la tensión política.
El PJ provincial logró una ajustada victoria, con Schiaretti encabezando la lista, obteniendo el 26% de los votos, cuatro puntos por encima del radical Oscar Aguad. Cada fuerza se quedó con tres bancas.
El kirchnerismo, con la rectora de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Carolina Scotto al frente, logró la mejor elección de una lista K pura en la provincia: tercera, con poco más del 15% de los votos, cosechando dos bancas, Scotto y Martín Gill.
El PRO debutó en las urnas en Córdoba, con una boleta encabezada por el exárbitro Héctor “la Coneja” Baldassi, que consiguió una banca.
El aviso que nadie escuchó
Ese era el clima político cuando Monteoliva asumió la conducción de la seguridad en Córdoba. Y con De la Sota que parecía mirar más concentrado en el escenario nacional, como potencial candidato presidencial, que en resolver los problemas locales.
Un día antes del acuartelamiento del 3 de diciembre, que se extendió hasta el otro día, un funcionario de segundo rango llegó presuroso al despacho del entonces poderoso jefe de Gabinete, Oscar González. Llevaba una noticia inquietante: esposas de uniformados realizaban un “abrazo simbólico” al edificio de la Jefatura de Policía, en la avenida Colón.
González trasladó la alarma al gobernador, que por esas horas preparaba un viaje a Colombia para participar de un encuentro de gobiernos locales.
Versiones dentro del oficialismo sostenían en aquel momento que González le pidió que postergara el viaje: aseguró que el clima en la Policía “era preocupante” por el creciente malestar salarial.
De la Sota no lo escuchó. González –quien hoy cumple prisión domiciliaria por decisión de la Justicia Federal, que lo investiga por los presuntos delitos de enriquecimiento ilícito y lavado– advirtió, pero él ni Monteoliva tomaron medidas para desactivar un conflicto que, para muchos oficialistas, se veía venir.
Lo que ocurrió después es historia conocida: dos jornadas que dejaron a Córdoba al borde de una tragedia mayor. En la mañana del 3 de diciembre, la central del Comando de Acción Preventiva (CAP), creada en la gestión delasotista, en barrio Cerveceros, fue la primera en acuartelarse. En pocas horas, más de 2.000 uniformados abandonaron sus tareas para reclamar mejoras salariales.
De la Sota ya estaba en vuelo cuando González y Monteoliva intentaban negociar con los acuartelados a través del jefe de Policía, César Almada, quien también había asumido en septiembre, junto a la ministra.
La noche del 3 y la madrugada del 4 de diciembre, la capital cordobesa quedó sumida en el caos. Oleadas de delincuentes arrasaron comercios y centros comerciales. El saldo fue devastador: 150 heridos y dos muertos: un joven y un jubilado.
De la Sota fue informado de la situación durante su escala en Panamá. Decidió regresar de inmediato, aunque tuvo dificultades para conseguir un vuelo.
Llegó pasadas las 3 de la madrugada del 4 de diciembre. Se puso al frente de la negociación con el abogado Miguel Ortiz Pellegrini, representante de los amotinados, mientras Monteoliva guardaba silencio.
Seis días después del caos y los saqueos, De la Sota tomó decisiones drásticas: eliminó la Jefatura de Gabinete y el Ministerio de Seguridad, las carteras de González y Monteoliva, quienes quedaron como los máximos responsables de aquella crisis.
Hoy, a horas de asumir el máximo cargo en la seguridad nacional, Monteoliva mantiene su histórico perfil bajo. Está a punto de encarar el desafío más grande de su carrera, en reemplazo de Bullrich, quien valoró su desempeño y le sugirió al presidente Milei que la designara.
Una paradoja más: quien en su provincia se fue por la puerta trasera, empujada por una crisis policial, ahora regresará al centro del escenario nacional, en uno de los sillones más sensibles del gabinete nacional.
La anécdota de Mario Pereyra
Además de las fotos de los devastadores saqueos y miles de policías acuartelados, hubo una imagen que quedó grabada en aquellas dos jornadas de caos en la Capital provincial: el entonces gobernador José Manuel de la Sota esperando un vuelo en el aeropuerto de Panamá, para regresar de urgencia a Córdoba, con una bolsa de compras de un Free shop. La imagen era borrosa, pero quedó nítida para muchos cordobeses.
De la Sota siempre admitió que aquella foto, difundida por un desconocido en tiempos en que las redes sociales no eran tan potentes, le generó un fuerte daño político.
No obstante, el PJ provincial no corrió riesgo en el poder por aquellas jornadas dramáticas en la ciudad de Córdoba. Dos años después, Juan Schiaretti era consagrado como el sucesor de De la Sota.
La conducción de la Policía de Córdoba se había convertido en un dolor de cabeza para De la Sota, aún antes de los episodios del 3 y 4 de diciembre de 2013.
De la Sota no le encontraba la vuelta, por eso tomó la decisión en septiembre de 2013 de nombrar a Alejandra Monteoliva, la primera mujer en conducir la seguridad provincial. Duró sólo 88 días, hasta que fue eyectada por el acuartelamiento policial que terminó en saqueos y drama en la Capital.
La preocupación del gobernador por la Policía quedó reflejada en una anécdota. En febrero del año 2019, el popular conductor radial Mario Pereyra –fallecido en noviembre de 2020– contó al aire, sin precisar la fecha, pero debió ser después del acuartelamiento, que De la Sota lo convocó a una reunión .
En el encuentro en el Centro Cívico, se dio esta charla, según contó el conductor fallecido.
–Mario, estoy preocupado por la Policía, ¿qué te parece si nombro al “Negro” como jefe? “El Negro” era Carlos Abel Castro Torres, en aquel momento, jefe del servicio informativo de Cadena 3.
–”No sé, pero lo único que te pido es que no me saqués más gente”, le respondió Pereyra, con cierta sorna, luego de que algunas figuras de esa radio se habían sumado a la gestión delasotista. La charla quedó en eso, en una anécdota que contó Pereyra, porque Castro Torres siguió en la radio hasta su jubilación
