La elección bisagra del peronismo cordobés en el poder le adjudicó a Martín Llaryora un triunfo sin festejo, que ya tenía sabor a poco cuando el escrutinio entró en virtual parálisis y sumó dudas sobre el proceso electoral.
Fueron muchos menos votos que los que esperaba Hacemos Unidos por Córdoba, debido a la excepcional elección que Juntos por el Cambio hizo en el interior de la provincia: Luis Juez marcó una diferencia contundente en todas las zonas más productivas y pintó de amarillo el mapa desde la mitad de la provincia para abajo.
Elecciones 2023: abrupto recorte de poder para el PJ cordobés
Con el 90% de los votos escrutados, Llaryora ganaba la elección provincial por el apoyo que obtuvo en la ciudad que gobierna, y Hacemos Unidos por Córdoba conservaba el dominio del Ejecutivo.
Pero la nueva etapa del viejo peronismo en el poder cordobés comienza con un escrutinio escandaloso y con un abrupto recorte de sus facultades políticas: de la Legislatura con una mayoría agravada de 51 bancas propias que dispone hoy Juan Schiaretti, al cierre de esta edición parecía claro que Llaryora pasará a gobernar en minoría legislativa.
Se trata de una experiencia inédita para el peronismo. Menuda tarea le espera a la radical Myrian Prunotto, que –si el resultado se confirma– deberá lidiar con una primera minoría integrada mayormente por sus correligionarios y exsocios políticos de Juntos por el Cambio.
Llaryora y Prunotto también deberán lidiar con la evidencia de que esa coalición ampliada que propusieron como novedad política aportó muy poco al oficialismo.
Aunque la exasperante lentitud del escrutinio no terminaba de confirmarlo, también parecía posible que el control del Tribunal de Cuentas quede en manos de la oposición.
Todo indica que en esa realidad pesó más el nivel de error que induce el casillero de lista completa de la boleta única de sufragio que una decisión razonada del electorado, pero el resultado igual fue quirúrgico: el oficialismo llegó arañando al séptimo período consecutivo en el poder, pero dependerá como nunca antes en su historia de los acuerdos con la oposición.
El de ayer fue el segundo peor resultado del peronismo en el poder. Pero en muchos momentos de la extensa jornada se impuso también el recuerdo de aquella fatídica noche del 2 de septiembre de 2007 en que Juan Schiaretti ganó por menos de un punto y en medio de denuncias de fraude. No sólo porque en aquella elección –como en esta– había comenzado ganando Juez, sino porque el escrutinio provisorio fue la antítesis de ese procedimiento ágil que prometía la empresa Ocasa gracias a la asistencia de la tecnología.
A las 0.30, faltaban por cargar 1.300 mesas, por ausencia de conectividad.
Un verdadero papelón, insuficientemente explicado por la empresa Ocasa y por Marta Vidal, la jueza electoral que aún no explicó con suficiencia aquel otro escándalo de 2007.
Esta vez la oposición se comportó con más mesura. Cerca de la 1 de la mañana Juez salió a exigir el escrutinio completo, reclamó por la falta de calidad institucional y no reconoció la derrota. Pero tampoco sembró dudas sobre la transparencia.
Hace 15 años, la derrota de Juez implicó una enorme debilidad de origen para Schiaretti. De aquella experiencia, llegaron los pocos avances institucionales que sumó Córdoba en materia electoral y también surgió el largo liderazgo político del gobernador que se retira el 10 de diciembre.
Inicio con el pie izquierdo
Llaryora comienza el ciclo político más desafiante del peronismo en el poder con otro triunfo deslucido. El actual intendente prometía la fundación del partido cordobés para encarar los cuatro años que vienen, pero este difícil inicio de ayer lo obligará a una operación mucho más profunda para sustentar su liderazgo en un peronismo que comenzó con el pie izquierdo su recambio generacional.
Lo que viene en el oficialismo es complejo. La renovación lo hubiera sido también con el triunfo por 10 puntos que imaginaba Llaryora, pero lo es mucho más con minoría legislativa, con una fuerte pérdida de respaldo en media provincia y con una oposición muy fortalecida.
Juez logró un apoyo muy superior al esperado en amplios sectores de la pampa productiva y se consolidó como dirigente opositor. También hubo avances concretos de Juntos por el Cambio a nivel de municipios.
Llaryora, por su parte, obtuvo el triunfo que esperaba en la Capital y conserva la expectativa de mantener el dominio de la Municipalidad de Córdoba. El resultado de ayer confirma que será titánica la batalla que en cuatro semanas darán Daniel Passerini y Rodrigo de Loredo por el control de la Capital.
El escrutinio incompleto también dejó planteada una duda clave en la coalición opositora: qué hubiera pasado en Juntos por el Cambio si Rodrigo de Loredo acompañaba a Juez en la fórmula. Son muchos los juecistas –y también los radicales– que consideran que el resultado podría haber sido otro.
Pero las dudas son mucho más mordaces en el oficialismo. La peor de todas anoche apuntaba al propio Schiaretti y a su proyecto presidencial: a esta altura, en el llaryorismo se considera una evidencia que el polémico intento por conformar un “frente de frentes” con Horacio Rodríguez Larreta terminó potenciando a Juez y nacionalizando una elección que el peronismo siempre quiso resolver como una compulsa local.
El resultado es un poder menguado para el peronismo que viene.
