Podía cruzarse un factor externo disruptivo, de esos que son imposibles de predecir o gestionar. Podía pasar, y puede que esté pasando.
La piedra basal del compromiso electoral de Javier Milei es bajar la inflación. Todas las demás medidas responden a ese objetivo central, y es por lo que espera ser juzgado en el turno electoral de octubre próximo.
El equipo de Luis Caputo juró que el ritmo de devaluación del peso sería del 2% anual (cuando muchos le recomendaban darle algo más de rienda) y así fue: 44% desde diciembre de 2023 hasta esta parte. Convenció al mercado de que más era peor y ahora redobló la apuesta: el crowling peg (la tasa de devaluación oficial) será del 1%, es decir, más plancha aún para el dólar.
Aspira a sacarle ese piso del 2% al mes que le pega indefectiblemente a la mitad del índice de precios, por la incidencia de exportaciones e importaciones. A las críticas de un tipo de cambio que luce atrasado (44% frente al 118% de inflación), Caputo y Milei responden a coro: la devaluación no es la solución, porque a las pocas semanas estamos en el mismo lugar. Hay que bajar los costos por otras vías: impuestos, tasas y regulaciones.
En eso estábamos cuando apareció el huracán Trump, que amenaza con poner fin a una era de cooperación comercial de casi medio siglo.
La suba del 10% de aranceles a China y del 25% a México y a Canadá ha desatado una guerra comercial que, si bien parecía en las últimas horas que se planteaba una pausa de al menos un mes con México, pone en modo pánico al mundo. La consecuencia es que se fortalece el dólar y se encarecen insumos clave, como el petróleo. Eso le pega de lleno al corazón del plan económico de Javier Milei.
Todos los países de la región que dejan flotar su moneda la han depreciado de manera relevante en 2024. Sin ir más lejos, Brasil (aunque tiene condimentos locales) devaluó 25% el real y los precios apenas subieron 4,8% en el año. No funciona así la economía argentina, no sólo por su carácter de bimonetarismo, sino porque las expectativas son letales: todo pasa a precios en menos de un mes, incluso por encima de la devaluación anunciada.
Hay un acuerdo generalizado entre economistas de que una devaluación no corregiría los problemas estructurales si no se abordan las soluciones de fondo, como el inflexible mercado de trabajo, el peso de los impuestos y el agujero previsional.
Con Milei parece que hay intención de resistir la presión devaluatoria hasta tanto se apliquen esas esperadas soluciones estructurales, aunque se los escucha con más énfasis referirse a lo primero que trabajar a fondo en lo segundo.
El año iba a resultar toda una novedad en términos de proeza si se lograba crecimiento económico sin fogonear el consumo interno y con precios a la baja. No está claro el próximo desempeño del plan económico, porque el “cisne negro” que se temía apareció.
Habrá que ver si la guerra comercial de Trump con buena parte del mundo es un pataleo pasajero o de verdad pasa a mayores. Una buena parte de los norteamericanos creen de verdad que los inmigrantes y un exagerado déficit comercial suceden porque han tomado de estúpidos a los Estados Unidos, y que con revertir eso se podría hacer grande otra vez al país. Es una explicación muy simplista, pero es la simpleza de la argumentación la que da el plafón social al republicano. Es la verdadera prueba de fuego que deberá sortear la administración Milei en 2025, más gravosa que la sequía o la resistencia del FMI a dar fondos frescos al país con este dólar barato.
El dólar está atrasado y el desafío original era bajarle el nivel a la cancha en lugar de rellenar el pozo. Trump puede complicar la estrategia.