No hubo campaña del miedo. Este domingo, Javier Milei superó su marca en las Paso y logró, además de confirmar los votos obtenidos en agosto, sumar unos miles más. El impresionante crecimiento de Sergio Massa lo dejó en segundo lugar, pero la diferencia obliga ahora a una segunda vuelta en la que el candidato de La Libertad Avanza tiene chances de ser presidente de la Nación.
Los más de siete millones de votos a Milei confirmaron varias cosas. Para empezar, que se puede crear un candidato en la televisión de Buenos Aires, darle todo el aire posible y que ese dirigente pueda tener chances de ser presidente.
Basta repasar su campaña en el interior. Una o dos visitas a un par de provincias (a Córdoba, vino antes de las Paso, durante 40 minutos) le alcanzaron para lograr números impresionantes.
“Milei es algo distinto en la política. Sin fiscalización, sin movilización, sin cartelería, sin publicidad rodante... sin nada de lo que los pueblos manejan para las campañas se llevó todos los votos”, contó semanas atrás Gustavo Benedetti, intendente de Arroyito.
La descripción podría aplicarse a la mayoría de las ciudades y pueblos del interior cordobés: no hubo campaña territorial de Milei. Todo llegó por TN, LN+ y América 24.
Sin olvidar las redes sociales, donde trazó una potente campaña liderada por el joven Iñaki Gutiérrez. Videos y posteos en X, en Instagram y TikTok fueron posicionando al libertario en la franja de los adolescentes, que nunca dudaron en acompañarlo.
La libertad
Su exposición estuvo siempre apoyada en la columna vertebral del concepto de “libertad”. Con idas y vueltas, y con promesas más o menos rupturistas. Milei siempre fue consciente de la necesidad de un cambio radical (no en el sentido del partido) entre millones de argentinos.
Lo planteó sin eufemismos y encontró allí una fuente de la que beber. Dolarizar la economía, por ejemplo, para terminar con la inflación, fue su promesa más conocida; pero también habló de terminar con las restricciones a las exportaciones, bajar impuestos y mantener los planes sociales, sin intermediarios.
Ese discurso, sumado a la estética cuidadosamente desalineada, siempre con un estilo de rockstar, mantuvieron la centralidad durante toda la campaña. Milei fue capaz de mantener los focos sobre su personalidad y pareció sostenerse arriba hasta pocos días antes de las elecciones.
El problema no fue mantenerse, sino crecer. Si bien logró el domingo unos 350 mil votos más que en agosto, quedó muy lejos de la avalancha que muchos analistas habían pronosticado.
No supo ampliar su base - ya enorme- y eso lo pagó caro frente al oficialismo nacional, que no dudó en polarizar contra él, remarcando cada frase polémica, cada medida alocada y cada propuesta de imposible realización.
En ese menú, sobresale el viejo discurso de Milei contra el papa Francisco, que Sergio Massa rescató del baúl de los recuerdos, lo trajo al presente y logró que los curas le hicieran campaña gratis.
Demasiado egocéntrico, a Milei le costó retroceder en muchas posturas dogmáticas. Como se dijo, funcionó en el voto más duro pero lo limitó, y ahora lo limita, para seducir a quienes no lo acompañaron.
Por último, el tercer problema es su nula construcción política en el país. Sus candidatos provinciales son ignotos dirigentes incapaces de tejer alianzas con nadie, y menos de convencer a los votantes con pasta propia. Atados a una estructura centralizada, como se dijo al comienzo, siempre dependieron de la voluntad de los Milei (Karina es palabra santa) para avanzar en alguna dirección.
En ese contexto, desde hoy deberán hacer una campaña inédita: ser la voz de quienes quieren cambiar en serio la Argentina, frente a la mezcla de massismo/kirchnerismo/peronismo que ha llevado al país al 138% de inflación. Así y todo, las chances están intactas.
