Si Javier Milei le había quitado en las Paso el significante “cambio” a lo que hasta anoche representaba la principal oposición política al oficialismo, los resultados de las generales terminaron de vaciar de contenido esa propuesta que creyó, erradamente, que del ganador de su interna, sin más, saldría el próximo presidente.
Juntos por el Cambio cometió el pecado de la ambición y la pedantería. Lo pagó con una derrota impensada, si se comparan las expectativas que se habían generado tras las legislativas de 2021, de las que la alianza salió ganadora y proyectada hasta este presente aciago.
Patricia Bullrich es la cara visible de la derrota, aunque el fracaso es responsabilidad también de Horacio Rodríguez Larreta y de Mauricio Macri. Fue el PRO el que lideró este proceso.
Es insondable el nivel de crisis en el que quedó sumergida la alianza entre radicales, macristas y cívicos. Hay quienes auguran una fragmentación rápida.
Anoche, los principales dirigentes de ese espacio intentaron dar una señal en el sentido contrario. Sonó a espasmo, ante la evidencia del fracaso estratégico.
Bullrich evitó dar señales sobre el posicionamiento de la fuerza de cara al balotaje. Hay que reconocerle la capacidad de no arrogarse un liderazgo que no tiene. Las miradas se centran en los próximos movimientos de Macri. Nadie duda de que se inclinará por Milei.
Todos en Juntos por el Cambio conocen de las habilidades de Sergio Massa para tentar quirúrgicamente a dirigentes de ese espacio. Hay encumbrados radicales y “amarillos” con viejos lazos con el tigrense.
Si en algo tiene reconocida pericia el ganador de las generales es en el arte de tejer y de hacer prescribir las diferencias políticas e ideológicas sin importar del tinte político que sean.
El currículum zigzagueante de Massa podría mutar de demérito a un activo determinante para estas semanas de agitación política y reseteos múltiples en pugna del 50% más uno para llegar a la Casa Rosada.
Massa no perdió el tiempo. Convocó a todos los sectores, pero especialmente hizo foco en “los radicales”. A ellos les habló de la defensa de la educación y de la salud pública. Remató el mimo con una fuerte apelación a ponerle freno a cualquier intento de discusión sobre el pacto democrático que está a punto de cumplir 40 años.
Les habló a los hijos de Raúl Alfonsín, la insignia democrática de la UCR denostada hasta el cansancio por Milei. Los anzuelos de Massa ya fueron implantados. Como los buenos pescadores, ahora resta que el tiempo haga lo suyo.
A pique
El resultado electoral de Juntos por el Cambio es el peor desde el alumbramiento de Cambiemos, en 2015.
En Córdoba, el bajón electoral es exponencial. Lejos quedaron las marcas históricas que Macri obtuvo en la provincia y que fueron determinantes para llegar al poder, primero, y luego para la remontada electoral de la derrota de 2019.
Tan fuerte es el retroceso en Córdoba que el tramo legislativo de la alianza deberá conformarse con sólo dos bancas. El espacio se había acostumbrado a cosechas de entre cinco y seis escaños cada cuatro años. El retroceso es categórico.
En el plano provincial, además, el fracaso electoral pone en discusión la ligazón de las partes locales de la alianza. Ya las derrotas de Luis Juez y de Rodrigo de Loredo habían generado incertidumbre sobre los liderazgos locales de Juntos por el Cambio. El cisma nacional tendrá sus réplicas en la provincia. Se desconoce aún la magnitud, pero el sacudón se presume fuerte, por más intentos que hagan sus dirigentes de frenar el lógico drenaje de poder.
En el peronismo cordobés, especialmente en el llaryorismo, el festejo de anoche fue doble. Primero por el muy buen desempeño de Juan Schiaretti y las tres bancas conseguidas, un objetivo que parecía en extremo lejano hace sólo dos meses.
El regocijo fue completo por terminar arriba de Juntos por el Cambio en la provincia y, en especial, por creer estar en presencia de la primera fase de descomposición de la principal alianza opositora en Córdoba.
El preanunciado “partido cordobés” del que tanto habla el gobernador electo Martín Llaryora asoma más factible ahora que antes si, como creen los peronistas cordobeses, Juntos por el Cambio inicia un rápido proceso de descomposición.
