Hay que llevar ahora la inflación al 1% mensual, salir del dos y pico. Ese es el objetivo de cortísimo plazo del gobierno de Javier Milei y plantea la apertura de importaciones como el camino inmediato para forzar esa baja.
La normalización del comercio exterior se está intentando desde inicios de 2024: no hay que tramitar permisos para importar (Sira), el Central libera los dólares a los 30 días para el pago desde el ingreso aduanero y los entrega en un único pago, el 22 de diciembre se elimina el impuesto Pais que grava el 7,5% las importaciones y en diciembre pasa de mil a U$S 3 mil el límite para importar bienes de modo individual a través de Amazon, de DHL, de FedEx o de UPS. Hay mucho por hacer en la carga impositiva que gravan las exportaciones, específicamente las retenciones agropecuarias.
El anuncio de compras vía courier de hasta U$S 3 mil afuera, con 400 libres de impuestos, que rige desde diciembre, obliga a poner las barbas en remojo, en vísperas de Navidad, a todos aquellos que venden objetos pasibles de ser traídos del exterior. Un mensaje del tipo “tranca con los precios” porque, sin irse de tour de compras, hay consumidores que pueden traer igual de afuera.
“Eso causó un poco de ruido”, reconoce Marcelo Olmedo, titular de la cámara que agrupa a los exportadores de Córdoba. De todos modos, es probable que el impacto de esta medida sea marginal en la práctica, aunque relevante en el relato de la “normalización” económica.
Incógnita importante
El eje central es si la Argentina abrirá su economía para bajar la inflación o para ser más eficientes.
Primera aclaración: ¿qué es abrir la economía? “No hay apertura de importaciones. Hay normalización del comercio, después del desastre que dejó el kirchnerismo. Se está ‘descubanizando’ la economía”, advierte el economista Ramiro Castiñeira.
Hay consenso en que nuestra economía es cerrada: las importaciones representan sólo el 14% del PIB, cuando el promedio de la región está en el 25% del PBI. Llegamos a ese nivel de protección porque fue el atajo rápido para solucionar la falta de reservas y la crisis en la balanza de pagos, fruto de un dólar atrasado que se usaba como ancla para contener la inflación generada por la emisión de pesos para financiar el déficit fiscal.
En la mayoría de los casos, no fue una estrategia productiva para proteger sectores sensibles, considerados prioritarios o relevantes generadores de empleo. Puede haberse presentado así en el relato, incluso los protegidos lograron grandes márgenes de ganancia ante un mercado cautivo, pero el problema de fondo es que no había dólares.
Vale el mismo razonamiento para ahora: ¿se normalizará la economía para bajar la inflación cueste lo que cueste o para mejorar la eficiencia y la productividad de la economía?
Distintas miradas
Miguel Kiguel, titular de la consultora Econviews, recuerda como ejemplo las reducciones que se hicieron durante la implementación de la tablita cambiaria de Martínez de Hoz en los años ‘70. “Lo ideal sería que una apertura económica se haga con un tipo de cambio real alto, para que las empresas tengan tiempo para adecuarse a una nueva realidad en la que tengan que enfrentar mayor competencia y así tomar medidas para ser más eficientes”, apunta.
Kiguel se pregunta cuál es el mejor timing para avanzar con la apertura dado que aún no se avanzó fuerte con la baja de impuestos y el tipo de cambio real está en niveles históricos bajos, aunque reconoce que muchas empresas locales se beneficiaron en “forma grotesca de la protección que recibieron durante el cepo y con el esquema de Sira y licencias no automáticas, período en el cual tenían un mercado cautivo al cual le extraían beneficios extraordinarios”.
¿Cuál sería el mejor timing? “A lo que los industriales tienen más miedo, sobre todo en algunos sectores, en que se abra la economía totalmente de productos terminados sin haber hecho lo que hay que hacer antes: acomodar y empezar primero a abrir los insumos y luego los terminados”, señala Olmedo.
Algunas cosas se están viendo: los neumáticos, por caso, valen el doble en Argentina que en la región, pero el año pasado valían el cuádruple. “El hierro viene bajando, ya hay hierro por U$S 1.000 la tonelada”, dice Roque Lenti, titular de Ceduc, la cámara que agrupa a los desarrollistas urbanos. En 2023, estaba a U$S 1.600. Lo mismo pasa con el plástico y con los herbicidas.
“Ha habido una simplificación general del comercio exterior que todos aplaudimos. Creo que el gran desafío es que esto no está internalizado. Hay normas, pero no todos todavía pueden traer a precios competitivos. Hace 10 meses las empresas estábamos discutiendo la inflación, los aumentos de salarios y cómo pago los insumos… el cambio ha sido tan drástico que nos estamos acomodando”, reconoce Olmedo. “Como país tenemos que integrarnos inteligentemente al mundo: abrir desde los insumos hasta los productos finales, bajar la carga tributaria y algunas cosas del mercado laboral”, agrega.
¿Servirá la estrategia de apertura? Fernando Marengo, economista de BlackToro y con 25 años de experiencia en el estudio de Ricardo Arriazu, dice que sí, pero en el cortísimo plazo.
“Si uno tiene en mente que la inflación es un cambio en el nivel general de precios sostenida en el tiempo, con una medida de apertura de la economía estás bajando el precio relativo de los bienes importados y en el bolsillo se va a sentir que son más baratos, pero es un cambio de precios relativos y es por única vez”, dice.
A su entender, lo que transita hoy la Argentina no es inflación como la entendíamos hasta 2023, sino ajuste de precios relativos, es decir, se está actualizando todo lo atrasado.
“La inflación es un fenómeno monetario, y cuando se inyectan pesos de más, su precio cae y una forma de que se abarate el peso es que te pidan más pesos por bienes. Lo que ocurre con este programa es que secó la plaza de pesos: no hay excedente y lo que estamos enfrentando es un ajuste de precios relativos; los regulados suben 50% por encima de la inflación y eso se percibe como inflacionario, pero es todo lo que estaba relativamente barato porque controlaba el Gobierno”, dice.
¿Pero cómo se sigue bajando la inflación? Marengo, como otros, hace tiempo señalan que hay que bajar el ritmo de devaluación del 2% mensual. Eso lo ha prometido recientemente Milei, cuando dijo que, con dos meses de inflación al 2%, se corregirá a la baja el ritmo del crawling peg. “El 2% al mes es 28% anual. El Gobierno plantea ahora que el próximo paso es bajar la tasa del crawling para que el ritmo de crecimiento de los exportables, importados y regulados empiece a ir a un ritmo más lento”, señala.