Daniel Passerini asumirá la intendencia el próximo 10 de diciembre sin que en su entorno haya una figura tan controversial como clave: “el operador”, alguien que ejerza el poder escudándose en las sombras o el anonimato, pero con autorización del líder para hacerlo; una pieza que conecte los engranajes haciéndolos circular. En la mesa chica del intendente que viene, nadie ejerce este rol, y esa es una novedad.
En la intimidad del “passerinismo”, esta ausencia es considerada una ventaja, “una forma de hacer política a cara descubierta”, “un hecho que demuestra que Daniel oxigenará la política”, definiciones en palabras de los miembros de esa comunidad que se relaciona con lazos de amistad, que se junta a cenar en la casa del nuevo jefe, para quienes la ausencia de un “operador en las sombras” no es una señal de debilidad ni de falta de astucia política, sino todo lo contrario: una forma de dejar sentado que “Daniel conducirá todos los ámbitos”.
En esa mesa chica sin operadores en las sombras, Sergio Juan Lorenzatti ocupa el primer cordón de responsabilidades.
Fue elegido vocal del Tribunal de Cuentas de la Municipalidad, pero no está claro si se quedará en ese organismo presidiéndolo, o tendrá funciones en el gabinete. Lo que sí está claro es que “Sergio será quien estará sobre la caja municipal”.
“Gobernar es armonizar”, suele decir Lorenzatti, quien, al igual que Daniel Passerini, fue uno de los jóvenes que llegaron a la intendencia de su pueblo -Isla Verde, en este caso; Cruz Alta, en el de Passerini- con las elecciones de diciembre de 1998, cuando José Manuel de la Sota inició el largo ciclo del peronismo como columna vertebral de la política de Córdoba.
En 2005, cuando Passerini dejó su pueblo para radicarse en la capital provincial y hacerse cargo del Ministerio de Solidaridad, Lorenzatti se integró como su segundo. En él, Passerini encontró un “hermano de la vida”, un “león” que vela por la administración, “un pilar desde siempre”.
Lorenzatti será hasta noviembre el secretario administrativo del Concejo Deliberante, pero al día siguiente comenzará a jugar el rol más importante de su extensa carrera política, hecha en el andarivel contiguo al de Passerini.
Rodrigo Fernández tiene otro rol clave en el dibujo táctico de Passerini: es quien apaga los incendios. No es sólo una metáfora política: Fernández es bombero en la ciudad en la que vive, Saldán.
Se conocieron en 2005: Fernández era uno de los empleados del Ministerio de Solidaridad cuando Passerini ingresó como ministro, antes de que decidiera radicarse en la ciudad de Córdoba. Allí, Fernández comenzó a intervenir como nexo con los intendentes, y luego a atender los casos de emergencia, una redundancia en un ministerio abocado a la asistencia social.
Fernández siente que demostró su valor como funcionario cuando la presión sobre Passerini fue extrema, en el último mandato de José Manuel de la Sota, cuando se sucedió una serie de tragedias que pusieron a prueba la capacidad de reacción de la emergencia: los incendios en Yacanto (2013), la explosión de la química Raponi en Alta Córdoba (2014) y las inundaciones en Sierras Chicas (2015), tres hechos que marcaron la segunda gestión de Passerini en el Ministerio de Desarrollo Social.
Según sus colegas de la “mesa chica”, por esos días Fernández se convirtió en lo que es para Passerini: “un punto de apoyo vital, su principal brazo operativo y un soldado político”. Como “soldado” a Fernández le tocó acatar la orden de bajarse de la candidatura a intendente de Saldán, en el marco de la compleja interna del PJ en Colón.
Fernández suele decir que bajo presión Passerini muestra su temple, pero también da confianza a sus funcionarios, a quienes exige presencialidad y compromiso, y a quienes mide por resultados.
La mesa ampliada
Por debajo de Lorenzatti y Fernández se ubica Martín Simonian, concejal electo por la seccional octava, el único “passerinista puro” en la lista, hijo de Rafael, el histórico dirigente del PJ capitalino, y el más conocido en una mesa que cultiva el bajo perfil.
Simonian llegó al esquema de la mano de Lorenzatti, a quien conoció en la Secretaria de Cooperativas y Mutuales. Con los años consolidó la relación con Passerini, a quien ahora elogia sin medias tintas: “Daniel humaniza la política, porque cuando él ve un problema, lo ve con la mirada no sólo de un político, sino de un médico”, dijo durante la campaña.
Simonian aparece en la mesa chica como el único con presencia territorial propia: exhibe los resultados del domingo en su seccional, la única donde el peronismo se impuso en todos los circuitos.
En este esquema también está Gabriel Martín, abogado experto en niñeces, rol por el cual ocupó la Senaf cuando Passerini fue ministro de Desarrollo Social. Ahí comenzó el vínculo. Aunque Martín pase inadvertido cuando se sienta a tomar un café, es un abogado que coquetea con el círculo rojo cordobés, donde tiene exsocios y varios amigos.
Él es uno de los que dicen que con Passerini “llegó a la intendencia un vecino común de la ciudad, un tipo que te encontrás en la carnicería comprando el asado del domingo”.
Puestos a especular, si alguien puede ejercer el rol de operador en las sombras, es Martín, aunque no de manera plenipotenciaria: la confianza es total, pero no hay una delegación del poder. Sería más lógico ver al abogado (y fotógrafo amateur) revisando los decretos, custodiando la firma del intendente. En todo caso, podría realizar desembarcos precisos ante conflictos puntuales. El otro con ese perfil es, ya se dijo, Lorenzatti.
En una mesa ampliada, suele sentarse el médico Juan Carlos Mansilla, experto en adicciones, uno de los temas que desvelan al Passerini intendente, no sólo por ser experto en la materia (rindió la especialidad médica), sino por su trabajo en el consultorio del padre Mariano Oberlín, a quien conoce desde junio de 2015, cuando el cura le avisó al por entonces ministro que el paco había llegado a Müller.
