Todos entretenidos. La tribuna del circo de la política massista tenía hasta ahora pocos espectadores. 21 puntos propios, según la foto de las Paso de agosto, y parece que va a retener los siete que logró su competidor interno, Juan Grabois. Necesita subir al menos seis puntos para meterse en la segunda vuelta.
Esto es por turnos: Javier Milei con Tucker Carlson un día; el batacazo de Juntos por el Cambio en el Chaco el domingo; la devolución del IVA y los préstamos baratos de Sergio Massa unos cuantos días en la agenda de discusión pública.
Es natural: ¿quién se resiste a que le regalen plata? Es más, hasta puede haber sorteos de motos, electrodomésticos y autos, en este revoleo de fondos públicos que inició el ministro de Economía también candidato.
El objetivo está más que logrado: copa la escena y primero anuncia la eliminación de Ganancias para asalariados; ahora, la devolución del IVA; después, algo para autónomos, y así seguirá la lista. Toda la artillería en cuentagotas inhibe la discusión sobre las cuestiones de fondo –cómo va agravando la herencia, por ejemplo– y opaca también cualquier cosa que ensaye la oposición.
¿Qué tuvo más minutos de aire este lunes? ¿La debacle de Jorge Capitanich o si corresponde devolver el IVA sobre un fernet? Hay 20 millones de personas desesperadas por el reintegro de unos pesos recién impresos. Y es lógico: el PIB per capita hoy es 16% más chico que en 2011. Trabajamos cada vez más y compramos cada vez menos cosas.
Así, Massa logra mostrarse proactivo en el marco de un gobierno que se ha caracterizado por gigantescas falencias en la gestión. Da pelea, y en el marco de una nunca descartada debacle institucional, un segmento de votantes ve en él a una persona con poder, con capacidad para negociar con gremios y organizaciones sociales en un marco de caos y violencia, si se diera el caso.
No hay que desestimar que “el cuanto peor, mejor” es una consigna que le cabe también al oficialismo. Da la sensación de que Massa disfruta profundamente de este proceso de activación de bombas.
La doble función de ministro/candidato no es menor: es el único que está en condiciones de regalar plata porque, claro, decide sobre fondos públicos. Está desacatado. Es más, hasta regala plata ajena.
El “plan platita” le cuesta a la Nación 0,5 puntos del producto interno bruto de este año y otros 0,8 puntos a las provincias, que resignan buena parte de lo que recibían por el Impuesto a las Ganancias. Si se aprobaran las leyes anunciadas, comprometerá 0,4 puntos del PIB para 2024.
Ahora, a las travesuras de Massa hay que contarlas de a una y sumarlas todas juntas. Esto de haber firmado con el Fondo Monetario Internacional y hacer lo mínimo indispensable para conseguir el desembolso inicial y luego desconocer absolutamente todo va más allá de un comportamiento típico de “fullero”, como le dedicó la vicepresidenta Cristina Fernández. No es sólo hacer trampa para ganar, cueste lo que cueste.
Massa ante el FMI
Ante el Fondo, Massa se comprometió a cerrar 2023 con un déficit de 1,9 puntos del PIB. En plata, hacen falta de acá a diciembre 2,8 billones de pesos por encima de la recaudación esperada. Si el déficit primario cierra en 2,9 puntos del PIB, le habrán faltado al fisco cinco billones sobre un gasto total del fisco de 36,4 billones, siempre y cuando Massa no siga gastando lo que no tiene.
El ministro apuesta al desgobierno de quien siga. Los pasivos remunerados del Banco Central cuadruplican la base monetaria. Por mes, sólo para cumplir con los intereses de esos pasivos, se imprimen $ 900 mil millones.
Hay también deuda comercial por importadores impagas por casi U$S 40 mil millones, que habrá que cancelar; reservas negativas en el Banco Central arriba de los U$S 10 mil millones, y una brecha superior al 100% que no se dispara porque todos los días el Central quema reservas interviniendo en el dólar MEP, pese a que juró que no lo haría más.
Semejante irresponsabilidad, a esta altura, admite casi una única lectura: quemó las naves, pero no pensando en que podría remontar y llegar a presidente. Quemó las naves y los puentes para hacérsela bien difícil a quien le toque seguir. Cuanto peor, mejor. En una de esas, tiene más chances dentro de cuatro años. O antes. Todo está en el radar del peronismo.
