De los más visibles problemas de gestión que tuvo la administración del presidente Javier Milei en estos casi seis meses de gobierno, al menos dos tienen al megaministerio de Capital Humano como responsable.
El conflicto con las universidades por la demora en garantizar el financiamiento educativo para los gastos operativos derivó en masivas marchas en todo el país y se constituyó en el primer revés contundente que aglutinó a quienes no votaron a Milei con aquellos que lo eligieron porque quieren un cambio profundo, pero al mismo tiempo rechazan que la educación superior pública no arancelada sea la variable de ajuste.
Tras esas manifestaciones, el Presidente ordenó actualizar las partidas al ritmo de la inflación. Ergo: Milei pagó innecesariamente el costo de un “no” rotundo al recorte a las universidades: tuvo que recalcular y reconocer tácitamente que esos fondos no son determinantes para sostener el necesario equilibrio fiscal de las cuentas públicas.
El otro gran yerro de la gestión imputable a la cartera que conduce Sandra Pettovello toca otro fibra sensible sobre la que no puede haber especulaciones: la entrega de comida para los sectores que sobreviven en extrema vulnerabilidad en medio de la crisis.
Pettovello no ha parado de recibir reveses en los últimos días sobre este punto. Su cruzada en contra de la intermediación piquetera y por la eficiencia en el control de la asistencia estatal se oscureció cuando debió reconocer que tenía almacenados y sin distribuir millones de kilos de alimentos, muchos de los cuales están pronto a vencerse. Primero operó la negación en el Gobierno. Luego, por efecto de una denuncia judicial impulsada por Juan Grabois, se impuso el reconocimiento de que hubo fallas. En las últimas horas, los alimentos comenzaron a llegar a los comedores, después de la intervención judicial. La ineficiencia o la falta de coordinación en el ministerio es inocultable.
La Cámara Federal avaló ayer el accionar del juez Sebastián Cassanello, quien había sido cuestionado por Capital Humano y tildado de “juez militante” por una funcionaria con pasado K, recientemente convertida al mileísmo.
En el medio, Pettovello, calificada por Milei como “la mejor ministra de la historia”, quedó comprometida por un caso de presunta corrupción en su ministerio. El propio gobierno pidió que se investigue la situación como tal.
Los ribetes del caso que se filtraron parecen increíbles. De ser corroborados por la Justicia, serían gravísimos: un colaborador del ministerio declaró que habría sido obligado a denunciar, mientras era encañonado con una pistola por un custodio, al desplazado Pablo de la Torre –segundo de Pettovello– como el cabecilla de una maniobra por la cual se contrató personal mediante una maniobra de triangulación de la que participó una organización internacional. El objetivo final de la jugada sería generar una caja de dinero de la cual se sospecha se pagaron sobresueldos en dólares a funcionarios y empleados del ministerio.
En la denuncia que la propia cartera realizó contra exfuncionarios y que desde este miércoles investiga la Justicia, se asegura que Pettovello desconocía los hechos.
Milei fue tajante en los últimos días sobre la continuidad en el cargo de quien se refiere como “amiga”. Aseguró que “no” entregará (permitir que renuncie) a la ministra, porque esta “es un símbolo” contra la corrupción. El Presidente fue más allá en su defensa: apuntó contra el kirchnerismo y dijo que busca “tirarle un muerto” a la ministra para atacar al gobierno libertario.
Ineficiencia y ¿corrupción?
Capital Humano fue diseñado por Milei como el modelo a seguir en su idea madre de comprimir el Estado. Una especie de faro, un símbolo. Allí confluyeron Desarrollo Social (con el manejo de la Anses adentro, que es como si fuera otro ministerio), Trabajo, y Educación. Todas áreas hipersensibles para cualquier administración. Más aún para una nueva y que heredó de la gestión Alberto Fernández desmanejos de toda índole.
El problema es que a poco de andar, Capital Humano ya huele a podrido: como queda dicho, evidenció problemas graves para funcionar y, además, sumó el primer caso de presunta corrupción de la gestión Milei. En un puñado de meses, no sólo exhibe problemas serios de deficiencia en la gestión, sino que hay fuertes sospechas y denuncias en la Justicia por posibles ilícitos típicos de la política y abusos de la función pública.
Parece una metáfora perfecta, aunque eventualmente incómoda para aquella descripción brutal que Milei repite como dogma sobre su concepción del Estado: una organización criminal que le roba a los ciudadanos. El riesgo para el Presidente es que si la Justicia logra avanzar en la causa judicial, podría terminar arrastrando a quienes él define como los mejores funcionarios de la historia.
