A Cristina Kirchner se le pueden achacar muchas cuestiones, pero no se le puede negar que es frontal. En su esperada reaparición pública, terminó su mensaje con una frase que resume todo lo que se viene hablando sobre la interna del Gobierno nacional: “No le estamos haciendo honor a tanto apoyo de la gente”.
El destinatario ineludible de esa cruda definición pronunciada en Chaco fue el presidente Alberto Fernández, con quien no se ve ni se habla desde hace más de dos meses.
Cristina Kirchner negó peleas, pero admitió “debates de ideas” en el gobernante Frente de Todos.
La síntesis del discurso de la vicepresidenta fue que volvió a conjugar el verbo diferenciarse con la gestión de Alberto Fernández.
Tanto que en los afiches que anunciaban su conferencia en la universidad chaqueña figuró el logo de Unidad Ciudadana y no el del Frente de Todos.
Haciendo una rápida comparación, por distintos motivos, hay un hilo común en la estrategia política de la vicepresidenta y la del gobernador Juan Schiaretti: marcar diferencias con las decisiones que se toman en la Casa Rosada.
La vicepresidenta cuestiona las medidas económicas que implementan el Presidente y el ministro Guzmán.
Algo parecido sucede con Schiaretti, que, cada vez que puede, toma distancia del oficialismo nacional. El gobernador no marca diferencias sólo con el Presidente. Le apunta a la vicepresidenta, a quien considera la jefa política e inspiradora de la coalición electoral que le permitió volver al poder. Aunque esto no significa sintonía política entre ambos, más bien todo lo contrario.
Sin sintonía
En su disertación en la universidad chaqueña, la expresidenta aseguró: “Yo hablo y vivo en on”.
De este modo trató de minimizar las versiones periodísticas que difunden sus críticas y comentarios en privado.
Pese a esta aclaración pública, los escasos y privilegiados visitantes que recibe en su despacho en la presidencia del Senado suelen comentar que la vicepresidenta utiliza un lenguaje rústico y cáustico cuando se refiere a los que considera sus opositores políticos.
En los últimos tiempos, Alberto Fernández ocupa el primer lugar de los dardos envenenados que en privado dispara la vicepresidenta.
Más allá de este malestar con el Presidente, quienes tienen acceso a hablar con Cristina Kirchner admiten que Schiaretti también es el destinatario de algunos adjetivos calificativos fuertes de parte de la expresidenta.
De mismo modo, quienes lo frecuentan en su amplio y luminoso despacho del Centro Cívico comentan que Schiaretti no habla bien del cristinismo.
No obstante, el gobernador tiene otro estilo y utiliza un vocabulario más medido, hasta cuando habla en privado sobre cuestiones políticas.
Para usar una definición del gobernador de Chaco, el cristinista Jorge Capitanich, quien lo visitó un mes atrás, el mandatario cordobés “repite en privado lo que dice en público”.
Con estilos diferentes, hay un hilo común entre la vicepresidenta de la Nación y el gobernador de Córdoba de mostrarse distantes de las decisiones que toma el Presidente.
Sin embargo, las responsabilidades y posición de cada uno son incomparables. Cristina integra el Gobierno nacional y administra la porción más grande de la torta de poder en el oficialismo, mientras que Schiaretti fue el único gobernador peronista que se negó a sumarse al Frente de Todos en la campaña presidencial de 2019.
Hoy se mantiene como el mandatario más crítico de la Casa Rosada, pero, sobre todo, del cristinismo duro.
Por esta postura, Schiaretti, con más de cinco décadas de militancia en el Partido Justicialista, es acusado por los cristinistas de estar más cerca del macrismo que del movimiento político que fundó Juan Domingo Perón.
Profundizar el plan
En este escenario de disputa de poder en el oficialismo nacional, en medio de una crisis económica de consecuencias aún imprevisibles, Schiaretti profundizará su plan de distanciamiento con la Nación.
Luego del frío y protocolar encuentro con el presidente Alberto Fernández de la semana pasada, el gobernador de Córdoba pisó el acelerador para diferenciarse.
Sus legisladores nacionales impulsaron proyectos en el Congreso que van en contra del rumbo del Gobierno nacional y, sobre todo, del pensamiento de Cristina Kirchner.
La boleta única es un ejemplo: el mecanismo electoral que elogia e impulsa el schiarettismo y que la vicepresidenta se encargó de denostar en su regreso al escenario público.
Funcionarios nacionales y provinciales escucharon al gobernador hablar con Alberto Fernández sobre algunos proyectos de obras para Córdoba, en la reciente visita presidencial. Pero que nadie se ilusione de un acercamiento con el Presidente por la condena al aislamiento político que intenta aplicarle el cristinismo. Schiaretti sólo conjuga el verbo diferenciarse cuando habla del Frente de Todos.
