La semana pasada fue la peor, en la relación en el poder entre Alberto Fernández y Cristina Fernández. Superó ampliamente los chisporroteos por el traumático vínculo con el Poder Judicial: se trató de la pulseada por el manejo de la economía, la mayor dificultad que enfrenta el Gobierno nacional, además de la pandemia de Covid.
Una disputa que ganó la vicepresidenta. Habrá un único aumento en el año del nueve por ciento de la tarifa eléctrica para el Área Metropolitana de Buenos Aires (Amba), cuando el presidente de la Nación y su ministro de Economía, Martín Guzmán, habían decidido dos por el mismo porcentaje.
Guzmán había convencido al presidente Fernández de enviar un mensaje tranquilizador al Club de París y al Fondo Monetario Internacional (FMI), los organismos con los cuales el país tiene los mayores vencimientos de pago en los próximos meses: que hay un plan económico sólido para cumplir los compromisos externos.
La polémica por la salida o no del subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, es una anécdota.
Las diferencias entre la vicepresidenta y el ministro Guzmán son profundas sobre la política económica, que vienen desde finales del año pasado.
En su mejor momento, luego de acordar con los acreedores externos, Guzmán iba adquiriendo el estatus de “superministro” en el gabinete albertista.
Cristina Fernández lo puso en caja enseguida. El entonces superministro tuvo que viajar hasta El Calafate para explicarle a la vicepresidenta que no había modo de salir de la crisis económica –heredada del macrismo, según justificó el ministro– “sin sacrificios”.
Desde el entorno de Guzmán admiten que la respuesta de Cristina Fernández fue tajante: “Martín, vos no sabés de política y estás en el cargo porque yo gané las elecciones”.
La interpretación directa de esa definición no tiene grises: las decisiones las toma quien es votada, es decir, ella.
Esta conclusión no desdibuja la figura presidencial. En dos entrevistas a La Voz, una cuando era candidato y otra cuando ya era presidente, el propio Alberto Fernández admitió que “Cristina era la dueña de los votos”.
Sin embargo, el Presidente siempre aclara cuál fue su influencia en el triunfo del Frente de Todos, que no fue menor. “Junto con Sergio Massa logramos unir al peronismo, algo que Cristina no hubiera logrado”.
La que manda
La discusión casi pueril por el funcionario cristinista al que quiso echar Guzmán, pero finalmente se quedará, es la demostración de lo dicho sobre quién manda: sigue Basualdo y habrá un aumento del nueve por ciento en el Amba, cuando en el resto del país, incluida Córdoba, la suba de la electricidad irá en línea con la inflación del año, que será bastante mayor que el 29% pronosticado por el titular de Economía.

Es más, los bonaerenses del interior que no reciben el servicio de Edenor y de Edesur pagarán más la luz, como en el resto del país.
El motivo de esta diferencia de criterio en la suba de las tarifas es político. En el conurbano está la base electoral del cristinismo.
En esos 12 millones de votos, el Frente de Todos se juega el resultado de las próximas elecciones legislativas, que puede marcar el rumbo del futuro político del cristinismo.
Más allá de la cuestión política, la consecuencia más dura de los últimos tironeos internos en el oficialismo es que Guzmán ahora es un ministro con poder erosionado.
Propios y extraños reconocen que la estadía del ministro en el gabinete tendría fecha de vencimiento: el día después de las próximas elecciones legislativas.
Diálogo
Más allá de las diferencias de los últimos días, en la Casa Rosada aseguran que el Presidente y su vicepresidenta nunca interrumpieron el diálogo.
No hubo (o no trascendió) una reunión entre ellos, hasta el acto de hoy. Pero sí hubo contactos a través de mensajes y de diálogos telefónicos.
También hay intermediarios que colaboran para evitar un quiebre. El ministro del Interior, Eduardo de Pedro, y Sergio Massa juegan un rol protagónico para acercar posturas. En muchos casos, a través de Máximo Kirchner.
Luego del fallo adverso de la Corte Suprema, los mencionados protagonistas acordaron en las últimas horas la foto de este mediodía en Ensenada.
El Gobierno tenía que hacer una demostración de unidad y fortaleza, en medio de la debilidad por sus diferencias internas, de la inflación casi desbocada y de la escasez de vacunas para afrontar el momento más álgido de la pandemia.
No es una novedad. El cristinismo siempre sale para adelante y eligiendo enemigos. Ya tiene a varios apuntados: el Poder Judicial, los medios y la oposición.