La semana pasada, pocos minutos después de escuchar su primera condena (en primera instancia) a seis años de prisión e inhabilitación permanente para ocupar cargos públicos en la causa Vialidad, Cristina Kirchner generó un fuerte sacudón político: se autoexcluyó de la pelea electoral del año que viene.
“No seré candidata a nada. A presidenta ni a senadora por Buenos Aires, ni a nada. El año que viene podrán ponerme presa porque no tendré fueros”, enfatizó la vicepresidenta de la Nación.
Su definición tuvo un impacto interno en el PJ nacional. Desde hace casi dos décadas el kirchnerismo hegemoniza las decisiones en el movimiento que fundó Juan Domingo Perón.
Había dudas de que Cristina Kirchner fuera candidata presidencial, pero en el oficialismo daban por seguro que iría por una banca de senadora en la provincia de Buenos Aires.
Según este pronóstico, la vicepresidenta tendría como objetivo resguardar su libertad con los fueros del Senado, ante una eventual condena judicial firme.
Su nombre en la boleta era garantía de arrastre de votos en el principal distrito electoral del país, donde la expresidente concentra su potencial electoral.
Sobre su paso al costado en la disputa por el poder central, la historia reciente avala que lo que dijo va en serio.
En 2019 estaba en una mejor posición que ahora a nivel nacional, y sin embargo, decidió resignar el primer escalón en la fórmula presidencial, en favor de Alberto Fernández.
Fue una estrategia para garantizar el triunfo del Frente de Todos. Tres años atrás, las encuestas marcaban que Cristina era la dirigente con mayor intención de votos, pero tendría pocas chances de ganar en un posible balotaje.
La autoexclusión, por ahora verbal, de Cristina Kirchner por las candidaturas no significa que resigne la lapicera para la nominación de las candidaturas del Frente de Todos o del sello que aglutine al PJ.
Esta es la discusión que comenzó en el peronismo nacional. El lunes pasado, ocho gobernadores oficialistas se reunieron en el Consejo Federal de Inversiones (CFI).
En esa cumbre también participaron dirigentes de la CGT nacional, que exigen tener participación en las listas del oficialismo para el año que viene.
El efecto Massa
En el PJ, ahora muchos miran hacia el ministro de Economía, Sergio Massa. El titular del Palacio de Hacienda asegura en público y en privado que no está pensando en candidaturas.
No le hace falta. Si logra contener la inflación y los mercados financieros se mantienen estables, será el camino más directo a una candidatura presidencial.
El kirchnerismo mira con recelo a Massa, pero sin Cristina, no hay muchas alternativas para contener a todo el peronismo.
El ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, se muestra dialoguista con distintos sectores, pero su nivel de conocimiento está en el subsuelo a nivel nacional.
La suerte electoral de Massa está atada a su gestión económica. El ministro no tiene que preocuparse en armar estructuras. Si tienen éxitos sus políticas económicas será un imán para el peronismo, especialmente para los gobernadores.
En las provincias, la mayoría de los mandatarios oficialistas ya decidieron adelantar los comicios locales, pero tienen una preocupación: la elección de los legisladores nacionales en los distritos depende de ir atada a una potente fórmula presidencial.
A los gobernadores les interesa tener la mayor cantidad de legisladores nacionales que les respondan. Siempre es una herramienta de negociación con el presidente de turno, cualquiera sea el signo político.
De allí la inquietud de los mandatarios oficialistas sobre cómo se resuelva la fórmula presidencial del PJ.
Presidente, el armador
En este contexto, entre los tres socios principales del Frente de Todos, además de la vicepresidenta y el ministro de Economía, el presidente Alberto Fernández no parece dispuesto a resignar protagonismo.
El miércoles pasado encabezó un acto para celebrar los tres años de su gestión. El cristinismo duro le hizo un vacío evidente, mientras que Massa llegó tarde, cuando estaba terminando la escuálida convocatoria albertista.
“Les garantizo que me voy a poner al frente de todos nosotros, sin exclusión. Me voy a poner al frente para que en 2023 el presidente o la presidenta que asuma sea uno de nosotros”, bramó el presidente Alberto Fernández, en el sencillo acto de festejo por los tres años de su gestión.
Algunos interpretaron que el Presidente insistió con lo que sus colaboradores más cercanos aseguran en privado: que aspira a ir por su reelección.
No pareció el discurso de un jefe del Estado que busca permanecer en el poder. En el tramo más efusivo y político de su balance de tres años de gestión, Alberto Fernández intentó mostrar su faceta más exitosa de larga trayectoria: la de un armador político.
Los funcionarios albertistas creen que el Presidente tiene chances de ir por su reelección, porque Cristina no será candidata y Massa no se arriesgará si no tiene la seguridad de ganar.
“Si no es Cristina o Massa, por qué Alberto no puede aspirar a ir por su reelección. Si mejoran los números económicos, los gobernadores no tendrán otra que apoyarlo”, aseguró un colaborador directo de un ministro albertista.
